Parte XI

1.8K 174 7
                                    

Para cuando llegué a la antigua casa la garúa se había convertido en llovizna, la llovizna en lluvia, la lluvia en tormenta, y la tormenta en monzón.

Subí los escalones que dirigían a la casona sosteniéndome al abrigo empapado; el silencio de la casa de Madre me caló los huesos recibiéndome con el aroma de su perfume y la sonrisa invisible de sus labios arrugados y siempre coloreados de rojo.

Me quité el abrigo y los zapatos dejándolos en la estancia las medias pegadas a mis piernas congelaban cada centímetro de mi piel, conforme avancé al salón el silencio se volvió gritos, carreras y golpeteos, entré al comedor para encontrarme con Alfie rodeado de una docena de hombres revisando un mapa extendido sobre la mesa.

– Buscaremos aquí – Hizo un círculo sobre el mapa mientras su semblante permanecía serio – no ha de haber ido lejos, el cielo está cayéndose a pedazos.

– Eliette – La voz de Ollie se abalanzó sobre mí para regalarme un estrecho abrazo y un beso en la mejilla, al instante hubo silencio y Alfie me observó largamente para cerrar el mapa y hacerle una señal a los hombres para que se largaran – le diré a Hilda que te traiga algo caliente.

– Gracias Ollie – Avancé hasta la licorera sirviéndome whisky con las manos temblorosas, bebí el líquido color caramelo sintiendo como el calor me raspaba la garganta sacudiendo mi cuerpo desde los hombros – ¿Crees que no sé cuidarme por mi misma?

– Tardaste tres malditas horas en regresar.

– Necesitaba tiempo para procesar todo lo que mi esposo piensa de mí – Observé a Hilda trotando para dejar una bandeja sobre la mesa, para comenzar a servir el té – yo lo hago Hilda, por favor prepárame un baño.

– Señora – Se retiró apresurada mientras me serví el té.

– ¿Vas a decir algo?

– Eliette no te comportes de esta forma.

– Me mantuve con vida a mi misma y a Madre luego de que Jaim muriera, ¿dónde estabas tú para cuidar de nosotras? La gente sabe que maté a los McMahon ¿Qué importa las circunstancias de ello? Están muertos y yo a salvo, tengo dominio sobre Windsor y la frontera, los irlandeses me regalan pieles de zorro, cardos y me piden permiso a mí para entrar en Londres; seis meses bastaron para que lograra todo esto. Solo soy una mujer que sabe lo que quiere, y estoy dispuesta a todo por ello, ¿y tú? – me observó por varios segundos, sin poder identificar qué pasaba por su mente, bebí la taza de té.

– ¿Tu mataste a Jaim? – Me congelé alzando la mirada hasta él, permanecía con las manos apoyadas sobre la mesa y con la mirada baja – su muerte fue una conveniencia para ti.

– Jaim era un perro.

– No te permito que hables así de mi hermano.

– ¡Es lo que era! ¡Jaim está bien muerto! Y en lo que a mí concierne, se lo merecía – El golpe que dio en la mesa me hizo dar un salto empuñando el revólver, en su mirada todo parecía calzar.

– Respóndeme, ¿Tú mataste a Jaim? – Sostuve mi mirada sobre él apretando la mandíbula sin decir nada – ¿Cómo pudiste hacerlo, Eliette? Era mi hermano, ¡Jaim te amaba!

– Jaim no me amaba, se amaba a sí mismo; si me hubiese amado no se habría casado conmigo, no habría hecho todas las cosas horrendas que hizo conmigo, ¿Quieres saber quien era tu hermano? – En menos de dos segundos Alfie se abalanzó sobre mí empujándome contra la pared y sosteniendo mi cuello con sus grandes manos.

– Mataste a Jaim.

– ¡Si! – Aullé sintiendo mi rostro rojo por la presión en mi cuello – ¡Si joder, si! Yo lo maté, y no disfruté hacerlo – la mirada de Alfie estaba perdida, con los ojos acuosos de llanto, olía la decepción en la confesión que había parecido liberarme, soltó mi cuello para sostener mi rostro buscando respuestas a aquello que lo había destrozado.

– ¿Por qué Eli?

– Saber el porque te destrozará más que saber que yo lo hice.

– Habla de una puta vez – Lo empujé alejándome de él para dejar la botella de Whisky sobre la mesa, serví dos tragos.

– Necesitarás esto – Levanté el vaso estriándolo, lo bebió rápido tomando el segundo vaso para hacerlo mismo, tomamos asiento – Jaim quería expandirse a todas partes para exportar su asqueroso licor, los irlandeses no estaban interesados en ello así que Jaim encontró otra forma de llamar la atención de Vitto – Me encendí un cigarrillo para aspirar cuanto pude antes de narrar lo que seguía – me entregó a él, dejó que Vitto McMahon me cogiera, e hiciera lo que quisiera conmigo mientras él se cogia a su esposa – Alfie palideció al tiempo en que volví a servirle Whisky, pude ver las náuseas que le provocaba las palabras que mi lengua articulaba – bebe. Jaim continuó cambiando de esposa con Vitto y no pensaba detenerse, decidí que debía matarlo cuando descubrí que estaba embarazada – Bebió el vaso demasiado rápido para que alcanzara a tomar la botella a servir más, lo hizo él mismo – la esposa de Vitto me llevó con un doctor e hizo lo que tenía que hacer, ella había hecho lo mismo semanas atrás.

– Eliette...

– Le disparé en la cabeza, de frente, ni siquiera peleó cuando me vio con el arma levantada – continué narrando – cuando Vitto llegó a casa nuevamente para que estuviera con él, le corté las malditas pelotas luego de que me obligó a arrodillarme – escupí el humo del cigarrillo observando a Alfie con el rostro compungido – Jaim fue a la guerra, pero el hombre que volvió no era el mismo que se marchó, era una bestia, un perro, un maldito que vendió a su propia esposa para dejar que hicieran de ella lo que las perversiones idearan – Se pasó la mano por la cara para observarme avergonzado.

– Perdóname.

– No estabas aquí Alfie – Se acercó arrodillándose ante mí para tomar mis manos y besarlas, acurrucándose posteriormente en mi vientre mientras sosteniéndose como si tuviera miedo de que me marchara.

Lloré.

Un mes después.

Llevaba una camisón de seda blanca y una bata del mismo color, me observé a mi misma en el espejo del tocador para maquillar mis mejillas con un poco de colorete, llevaba días pálida y cansada.

Enrollé mi cabello en un palillo para amarrarlo en la nuca, tomando la taza de té, Alfie se detuvo tras de mí observándome desde el espejo, llevaba una camisa holgada y blanca y un chaleco sin mangas negro desabotonado, se acercó acomodando el reloj en su muñeca.

– ¿Aún te sientes enferma? – Dejó caer su mano en mi hombro para besar la curva de mi cuello, asentí intentando sonreír – llamaré al doctor, llevas así casi una semana.

– Estoy bien – Interrumpí levantándome para acercarme al armario en busca de ropa.

– ¿Irás conmigo a Birmingham?

– Si. ¿Cuántos días?

– Probablemente un par – Dejó caer la maleta sobre la cama desarticulada para meter un poco de su ropa – ¿Te ayudo a empacar?

– No es necesario – Continúe buscando vestidos para detenerme cuando sus manos se afianzaron a mi cintura subiendo para sostener firmemente mis pechos, inmediatamente deje caer la cabeza sobre su pecho besó mi rostro, succionando suavemente el lóbulo de mi oreja y continuar por mi cuello, depositando un beso en mi hombro seguido de un pequeño mordisco – no te detengas.

– Usa el vestido rojo – Sacó el gancho para depositar la pieza entre mis dedos – apresúrate, debemos estar a las tres en casa del gitano.

– Si, si – Bufé sacando otros cuantos vestidos que deje dentro de la maleta.

Sra. Solomons. [{COMPLETA}]Where stories live. Discover now