Noches de Invierno

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Era una noche de invierno.

El día había pasado rápido y sin ningún acontecimiento relevante, unas cuantas pláticas en casa; contemplar la lluvia de una tormenta durante la tarde. Pasar mucho rato sentado en ese lugar ideal, en el que puedo relajarme y dejar que la imaginación vuele mientras el sonido de las gotas golpeando el suelo y el techo de la casa, y ese olor a tierra mojada me tranquilizaban.

Entrada la noche llegaron las llamadas y las invitaciones de los amigos de siempre. Disfrutar de una cena en esa pequeña pizzería que solemos frecuentar, una buena dosis de charlas y carcajadas mientras disfrutamos de la compañía momentanea. Esa que hace olvidar esos problemas que agobian nuestro día a día.

Al ser media noche llega la hora de las despedidas, cada uno vuelve a sus casas y los pensamientos que antes parecían distantes, aquellos que parecían un sueño de alguien más, vuelven de golpe. La caminata bajo la luz de la luna llena en esa noche fría y silenciosa de invierno se transforma en toda una hazaña; los últimos metros del recorrido a casa se vuelven eternos, como si inconscientemente quisiera evitar ese final tan normal y predecible. Busco una forma de alejar el inevitable, pero necesario final, algo que cambie completamente esos pensamientos negativos que buscan el momento ideal para atacar.

En ese instante algo increíble sucede. En pequeño destello de luz, algo que solo parecía una historia que nos cuentan de niños, se presenta ante mis ojos. Ese pequeño rayo de luz que atraviesa el cielo, lo divide en dos por un instante y desaparece sin dejar rastros. Un acontecimiento fugaz, algo tan hermoso que no tiene explicación alguna. Por un instante la luna parecía algo simple junto a esa línea de luz que se dibujó en el lienzo de la noche, adornado por algunas estrellas que perdieron su brillo gracias a las luces nocturnas artificiales.

Todos los pensamientos negativos se esfumaron, como si nunca hubieran existido. La calma vuelve y se queda. Solo una cosa queda por hacer. Un deseo. Un inútil e insensato intento de enmendar algunos errores que cometimos en el pasado. Esa pequeña y efímera luz trae de vuelta la esperanza de un mejor mañana, una continua búsqueda de esa felicidad, de esos lugares en los que podemos relajarnos y ser nosotros mismos. Observamos una última vez el cielo, únicamente iluminado por la luna; unas cuantas nubes le dan un deje de misterio y mientras entramos a nuestro hogar, dejando atrás ese maravilloso espectaculo de la naturaleza, llega desde lo más profundo de nosotros una sonrisa.

Era una noche de invierno como cualquier otra.

Días de estacionesWhere stories live. Discover now