Ya se había acostumbrado al canto del gallo.
Era lo mismo que cuando ella programaba el despertador para ir a la universidad, solía despertarse pocos minutos antes de que sonase el pitido. Entonces lo detenía, ponía la cafetera y mientras se calentaba el agua, se daba una ducha rápida. Cuando regresaba a la cocina preparaba pan tostado y hacía el café. Link solía levantarse entonces, arrastrándose como un zombie hacia la cocina, atraído por los olores del desayuno. Le encantaba burlarse de él mientras estaba medio dormido, en una ocasión incluso consiguió engañarle haciéndole creer que había dormido media mañana y llegaría tarde a todos sitios.
Esperaba que él estuviese bien, y Nana, y todos. Lo más seguro era que tardaría mucho en volver a verlos y dadas las circunstancias lo único que se permitía desear era que ellos estuviesen bien, y que si habían llegado a notar su ausencia, la asociaran a una decisión personal de marcharse y no anduvieran por ahí preocupados.
En la aldea Kakariko no existían las comodidades del mundo moderno. Si no se despertaba por voluntad propia antes del canto del gallo, aquella especie de mujer vigía infalible llamada Impa vendría para arrastrarla de la cama. Después la obligaría a lavarse en la cuba de agua congelada, que ella misma tenía que llenar dando viajes al arroyo cercano. Esa mañana, ella ejecutó todas aquellas actividades que comenzaban a convertirse en rutina sin necesidad de que nadie viniese a obligarla, y cuando Impa apareció, ella ya estaba lista y con el uniforme sheikah esperando para desayunar.
—Habéis madrugado —observó Impa, mirándola con suspicacia.
Ella no dijo nada, tan sólo se sentó a esperar que sirviera el desayuno. Bolas de arroz, qué sorpresa. El pueblo de las sombras parecía no saber que existía comida más allá del arroz y sus múltiples combinaciones.
—Aquí tenéis, este desayuno os hará bien, necesitáis energía.
—Sí, gracias —dijo ella, poniendo los ojos en blanco. Impa siempre alababa aquellas insípidas pelotas de arroz como si fuesen algo novedoso.
Café. Mataría por uno. Y por una tostada crujiente, con el sabor suave de la mantequilla derritiéndose y con mermelada de fresa hasta los bordes. Y por una larga ducha de agua muy caliente, casi hirviendo, como solía gustarle a ella. Link olvidaba cambiar la posición del grifo cuando entraba a ducharse después de ella y solía dar un alarido al entrar en contacto con el agua tan caliente. "Diosas, Zel, ¿cómo puedes ducharte así sin desintegrarte? ¿o es que lo haces adrede para intentar matarme?"
—¿Qué os hace tanta gracia? —preguntó Impa. Ella había dejado escapar una risa sin querer al recordar las protestas de Link.
—Nada.
—Hoy vendrá Ondine a tomaros medidas. Necesitáis ropas adecuadas.
—¿Ropas adecuadas para ir al castillo de Hyrule?
—Ya veremos.
—Entonces... ¿hoy no me harás correr por los alrededores del bosque ni ir a buscar leña?
—Una vez se os tomen medidas debéis seguir con vuestro entrenamiento y obligaciones, como todos los días —dijo Impa.
—Si el único motivo por el que me has secuestrado y traído aquí es para ir al castillo de Hyrule no sé por qué necesito todo ese entrenamiento.
—El entrenamiento es sólo el comienzo. No habéis recibido una formación adecuada en ningún sentido en ese mundo. El entrenamiento sheikah os hará fuerte y os ayudará a centrar la mente.
—Está bien... si tú lo dices —dijo ella, apurando su plato.
Ninguna dijo nada más en lo que restó de desayuno, y una vez acabaron, Impa se marchó. Tenía miles de obligaciones, Zelda intuyó que ella debía ser alguien importante dentro del clan de Kakariko, aunque no sabía cuál era su rol exacto.

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Teofanía
FanfictionAunque todos empiezan a creer que está loca, Zelda no puede evitar tener esas pesadillas: la mujer de blanco, la máscara de Majora, el apocalipsis en un lugar desconocido... Ni siquiera Link termina de creerla, pero sabe que algo extraño va a pasar...