—Alteza...
—No, déjame.
—Alteza, es mejor que descanséis. Aquí tirada en el suelo no lograréis nada de utilidad. Dormid por hoy, mañana a primera hora Link estará fuera del calabozo. Además, ni siquiera lo llevan a un calabozo de verdad... he pedido a los guardias que lo dejen tranquilo y sin ataduras en una habitación junto a las caballerizas. La reina no tiene por qué saber que está ahí, así que el hecho de que os mantengáis en guardia en esta puerta no significa nada.
Al fin suspiró y se puso en pie. Le dolía la garganta de gritar que soltasen a Link mientras veía cómo lo arrastraban por los jardines, preso otra vez. Su madre desapareció con una mirada de pánico y se encerró en su torre. Ella echó a correr por todo el castillo en busca del pasadizo que llevaba a las mazmorras. Y allí fue donde Impa la encontró, exhausta, tras una enorme puerta de barrotes de hierro.
—¿Está en las caballerizas? —murmuró.
—Eso es. No está tras esta puerta, lo juro por el Vigilante.
—¿Por qué ha pasado todo esto? ¿Qué le pasa a la reina?
—A... veces cree ver cosas que no son reales. Debe haber confundido a Link con algo que sólo existe dentro de su cabeza.
—Debimos marcharnos... —dijo. Era un pensamiento que la atormentaba y ya no temía decirlo en voz alta —desde el principio. Desde que salimos de la aldea, debimos buscar la puerta para volver juntos a casa.
—Lo lamento, alteza.
—No sé qué le han hecho a Link. Los de tu pueblo, esa gente de las fronteras —miró a Impa sin reprimir su rabia —le han hecho daño, lo sé. Él no me va a contar la verdad, pero yo lo sé. Tenía las manos duras, él nunca ha tenido las manos tan duras. Y ese feo golpe. Y a saber qué cosas más, no puedo soportar que le sigan haciendo daño por mi culpa, así que en cuanto salga de donde esté metido, nos marcharemos de aquí.
—Vuestra madre enloquecerá si desaparecéis.
—¡Ya está enloquecida! —gritó. Impa dio un paso atrás, un tanto aturdida por su mal genio.
—Aún no habéis visto nada. Si huis, os perseguirá dondequiera que vayáis. Usará al ejército, a los sheikah. Os buscará día y noche y jamás descansaréis tranquila otra vez.
Asintió en silencio, aunque no sabía qué pensar. Estaba aturdida y muy cansada, así que accedió a la petición de Impa y puso rumbo a sus aposentos, con el peso de la incertidumbre emborronándole la cabeza.
***
El pequeño Link se desvió de su destino. De manera inevitable, y como atraído por una extraña fuerza, se alejó del camino que le llevaba al Pico Nevado para adentrarse en el pie de una montaña, alta, escarpada y baldía.
Como el dedo amputado de un gigante se alzaba la Torre de Piedra. Una majestuosa construcción, imposiblemente elevada, oculta entre las montañas. "Está maldita" había dicho el rey de Ikana, pero después de todo, Términa estaba maldita de principio a fin, aquello no era ninguna novedad para él.
Al caer la noche encendió un fuego en la base de la torre. El aire helado que bajaba de la montaña le ponía la piel de gallina tanto como aquella monstruosa torre. Se estaba calentando las manos en las llamas cuando oyó un chasquido en la oscuridad que había frente a él. Buscó su espada, que estaba en el suelo, y desenvainó sintiendo cómo el acero crujía con la escarcha de la empuñadura.
—¿Hay alguien ahí? —preguntó, poniéndose en guardia.
Empezaron a caer algunos copos de nieve. Sólo veía oscuridad, pero el chasquido volvió a repetirse.

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Teofanía
FanfictionAunque todos empiezan a creer que está loca, Zelda no puede evitar tener esas pesadillas: la mujer de blanco, la máscara de Majora, el apocalipsis en un lugar desconocido... Ni siquiera Link termina de creerla, pero sabe que algo extraño va a pasar...