Nuevo Instituto:

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— ­¡Ally, despierta! —escucho un silencio corto y luego vuelve a hablar—. Duermes más que un oso —mi hermano murmura y yo abro los ojos perezosamente —. Si no te levantas me iré sin ti, hablo en serio —grita desde el otro lado de la puerta y luego oigo como se alejan sus pasos.

Afs. Que chico tan pesado.

Con toda la pereza que puede existir dentro de un cuerpo humano, me levanto de mi cama y camino hasta el baño.

Hoy es mi primer día de instituto así que...

— Ally Reegan, voy a matarte ¿Me oyes? Mas te vale estar abajo en cinco minutos o romperé la puerta.

Oh, no de nuevo.

— ¡Ya voy!

— Al fin —exclama el idiota —. Pensé que seguías durmiendo mientras hablaba con la puerta. Date prisa.

Acabo de mudarme con mi hermano a New York, un chiflado rubio muy necio que amo con mi corazón. No me emociona mucho eso de tener nuevas amigas y compañeros, soy una persona malhumorada y dormilona, no una sociable y alegre. Soy soltera desde hace mucho y es mi último año en el instituto así que a pesar de ser nueva, espero disfrutarlo.

Me visto con unos jeans ajustados y una camisa algo ajustada negra, cepillo mi cabello negro hasta la cintura y lo dejo lacio, me maquillo solo un poco y ya estoy lista.

Camino hasta mi espejo cuerpo completo y me admiro, no está mal. Mis ojos azules sobre salen, como si fueran cuencas fosforescentes en mi cara.

Cuando llego hasta la cocina Dylan, mi hermano, está comiendo una panqueca remojada en café.

— Asqueroso —señalo su comida y hago una mueca.

Típico de Dylan, combinar comidas de manera extraña. Mi querido hermano es el típico Adonis, cabello rubio, ojos claros y musculosos, además es carismático y bromista, creo que lo tiene todo, excepto el cerebro. Las chicas caen a sus pies en un pestañear de ojos y eso a él le encanta, pero yo lo detesto. La primera regla que le puse al mudarnos fue: NO TRAER CHICAS A LA CASA.

— Linda hermana —ignora mi comentario—, te agradezco por el honor de tu presencia —dice y luego sonríe —. Llevo dos malditas hora aporreando tu asquerosa puerta, estaba a esto —une sus dos dedos dejando una fina línea— de dejarte.

— No te hagas el dramático Dyl. Tú tienes tu auto al igual que yo —digo tranquilamente y me encojo de hombros.

— Lo sé, pero también sé que si me hubiese ido, TÚ —me señala—, no te hubieses levantado.

— Touché hermanito —digo derrotada.

— Bien, vámonos —Dylan se levanta y recoge su plato.

Toma mi mochila y sale, yo lo sigo y me aseguro de cerrar la puerta al salir.

Vivimos en un edificio que está entre lo lujoso y lo urbano, nos mudamos para independizarnos, aunque podemos decir que vivíamos solos antes, ya que, nuestros padres viajaban de aquí para allá sin parar. Siempre hemos sido él y yo.

Bajamos por el ascensor hasta el aparcamiento, Dylan sube a su murciélago 2010 y yo a mi hermoso mustang cobra 2010 negro. Mi hermano y yo amamos los carros lujosos por lo que pueden notar.

— ¿Carrera? —medio gritó Dylan desde la ventanilla de su auto mientras frenaba en el semáforo.

— ¡Hecho! Si llego primero no le hablas a ninguna chica por hoy —le propongo.

Me enamore del mismo idiota. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora