CAPÍTULO 21

622 64 7
                                    

Estamos sentados encima de la roca que me encontraba antes de que Leonardo me asustara, con el agua mojándonos los pies es un sensación agradable.

—¿Y tu? No me has contado nada de ti.—le codeo juguetonamente haciendo que ría y se quede mirando los pies en el agua.

—No hay mucho que contar.—dice encogiéndose de hombros.

—No me lo creo, seguro que habrás hecho alguna locura o algo de lo que ahora te ríes.—insisto sin creerme que no haya disfrutado, aunque sea un poco, de la vida.

—Pues no,—su voz es más dura e inmediatamente me arrepiento de haber insistido, no quiero hacerlo enfadar de nuevo. Al parecer se da cuenta de su error y rectifica.—lo siento. Es solo que yo nunca he hecho todas esas cosas que dices. Tu siempre has vivido como has querido, nunca has tenido que cambiar para complacer a tu familia. En cambio yo he estado educado para ser disciplinado y centrado.—hace una pequeña pausa y sigue.—Nunca he tenido la oportunidad de vivir como a mí me gusta.—lo último lo dice con voz tan baja que a penas lo oigo. Nunca llegué a entender el por qué actuaba de esa manera tan fría y distante para con los demás, pero ahora que me ha contado algo de su vida puedo llegar a entenderlo un poco más. Pero solo un poco.

—Lo siento.—me disculpo sinceramente.—no sabes de lo que te has perdido.—sonrío intentando aligerar el ambiente repentinamente tenso que se ha formado. Por lo visto mi comentario tiene la reacción esperada porque lo veo sonreír ligeramente. Río con él.—¿Y tu familia? Básicamente sólo sé que tu padre no me soporta y es muy estricto, y de tu madre prácticamente no sé nada de ella ya que solo la he visto una vez.—no pretendo sonar cotilla, solo quiero conocerlo más. Se me queda mirando por un momento, como analizando si me lo cuenta o no y yo espero pacientemente su decisión. Acaba suspirando y vuelve la vista al agua, le debe parecer muy interesante.

—Mi padre tiene un carácter difícil. Es muy estricto y frío que haría cualquier cosa por la empresa.  Y, creo que ya habrás notado que es italiano.—sonríe con ironía.

—Si, algo de eso he notado, ya sé a quien has salido.—río en broma recostándome con las manos en la roca húmeda. Él se ríe de acuerdo conmigo y sigue hablando.

—Mi madre es española y es muy cariñosa, desde que era pequeño ha sido ella la que me ha cuidado la mayor parte del tiempo. Y después está mi hermana pequeña Amelia, es mi luz y mi motivación para seguir adelante. Es la niña más dulce y alegre que he conocido nunca.—le sonríe al frente con una expresión de amor puro pero mezclado con algo de tristeza.

—Lo dices como si eso fuera algo malo.—digo sin comprender el por qué de su cambio de expresión.

—Bueno, verás.—se aclara la garganta y empieza a hablar un poco inseguro y lo animo a que continúe.—A mi hermana le detectaron diabetes aguda hace cosa de un año y su salud es muy delicada. Desde que era pequeña ha sido una niña muy nerviosa y con el tema de la enfermedad hay que tenerla bastante vigilada para que no empeore. Ahora por ahora está estable pero no podemos fiarnos.—su voz demuestra dolor y yo me he quedado tan sorprendida que no sé que decir. No me puedo imaginar a la niña que me encontré el otro día postrada en la cama de un hospital.

—Yo...no sé que decir.—hablo en voz baja como si no quisiera romper este silencio.—Lo siento de veras.

—Tranquila, no hay mucho que decir.—sonríe dulcemente y se gira repentinamente hacia mí.—Ahora háblame de tu familia. Nunca te he escuchado decir nada de ellos.—supongo que es mi turno de abrirme a él. Es lo justo.

—Mi familia...—suelto un largo suspiro y tomo aire para empezar.—Bueno, mi padre es una de las mejores personas que conozco. Es amable, cariñoso y demasiado sincero, por lo que ha veces puede llegar a ofender a la gente. A pesar de eso también puede ser muy estricto y sobre protector, muy sobre protector.—río al recordar ciertas pruebas por las que hizo pasar a Kyle.—Y, como habrás notado, es francés.—imito lo que ha dicho él de su padre provocándole una pequeña sonrisa.—Mi madre es una española bastante alocada y soñadora y a veces puede pecar de confiada, pero cuando saca su genio es mejor que corras.—Oigo la risa divertida de Leonardo y sigo.—Y finalmente tenemos a mi hermano mayor, André.—digo su nombre seguido de un largo suspiro.

—¿Que pasa con tu hermano?—ha notado mi ligero cambio de voz así que me apresuro a cambiarlo y volver a adoptar el otro más alegre. O al menos intentarlo.

—Nada, Nada. Es una larga historia.

—Tenemos tiempo.—le echo una mirada de fingida indignación y animándome a seguir ruedo los ojos y empiezo a contarle.

—Bueno, hace unos años mi hermano se casó con una mujer un tanto... ¿como decirlo?—fijo pensar mirando hacia el cielo.—bueno, una caza fortunas básicamente. A ella lo único que le ha importado siempre es el dinero de nuestra familia y mi hermano nunca ha sido capaz de verlo porque está perdidamente enamorado de ella. Ya hemos intentado decírselo numerosas veces y demostrado este echo muchas más, pero él se niega. Al menos hasta que pasó el inevitable desastre. Laura, ese es su nombre, es una adicta al juego y dejó a nuestra familia con una deuda enorme. La cuestión es que nuestros padres hicieron lo imposible por pagarlas, pero el dinero no es infinito así que se nos acabó prácticamente.—hago una pausa mirando fijamente el agua. No me atrevo a levantar la vista para encontrármelo observándome.—Por eso estoy aquí ahora, estoy trabajando para darles una parte de mi dinero y que puedan recuperar todas sus pérdidas, pero ahora sin empleo lo veo un poco complicado.—río con ironía y espero a que él haga lo mismo, pero no oigo nada por su parte así que levanto la cabeza para encontrármelo mirándome fijamente con una expresión que no soy capaz de descifrar.

—Trabaja para mí.—su voz es un susurro pero suena firme. Parpadeo desconcertada, esto es lo último que me hubiera esperado que contestara.—Vuelve y trabaja para mí, Angelique.

—Leonardo, ya lo hablamos. No estoy segura de querer volver a lo de antes.—me rasco la cabeza todavía más confundida.

—Y no vamos a volver a lo de antes. Angelique, te necesito. Eres la mejor secretaria que he tenido.—por un momento me he hecho ilusiones. Que tonta, él solo necesita a una empleada.—Y, para serte sincero, me gusta pasar tiempo en tu compañía.—lo último lo dice sonriendo y yo sonrío de vuelta.

—No sé...

—No acepto un no por respuesta.—me corta poniéndose en modo autoritario.—A demás, tienes que trabajar para tu familia y el sueldo que te pago está más que bien.—la verdad es que lleva razón.—Así que no hay excusa, el lunes vuelves a empezar.—por la forma en la que lo ha dicho sé que no hay opción. Así que me rindo y termino aceptando su propuesta.

Leonardo parece feliz por haber conseguido convencerme de volver a trabajar en la empresa y, la verdad, es que a mí también me apetece reincorporarme de nuevo. Quiero darles una sorpresa a los chicos.

Pensaba que después de nuestras respectivas confesiones todo sería un poco incómodo, pero de nuevo me equivoco. Es como si ahora nos entendiéramos mejor, como si comprendiéramos algunas de las actitudes del otro. Cada vez nos vamos acercando más y más y los dos somos conscientes de eso pero nos da igual.

¿Que se sentirá al poder dibujarlo? ¿Que se sentirá al poder acariciarlo? Estas son el tipo de preguntas que me hago mientras observo desde el suelo a Leonardo con mi cámara intentado hacer una foto a una flor sin mucha suerte.

///

Capítulo cortito, pero necesario para situar un poco más a las dos familias.
Mi tiempo libre es bastante más reducido del que me gustaría, aún así no quiero dejaros sin capítulo semanal...

PD: ¡¡Hasta la próxima florecillas del campo!!🌺

DOBLE NACIONALIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora