CAPÍTULO 44

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—No creo que sea una buena idea.—digo paseándome por la sala de juntas.

Si señores, solo ha hecho falta un día para que este hombre insoportable que tengo como pareja me haya convencido de volver al trabajo. Eso sí es tener fuerza de voluntad.

—Que si mujer, tú no te preocupes.—insiste Leonardo apoyado en la mesa con los brazos cruzados y con una sonrisa divertida en la cara.

—¡¿Qué no me preocupe?!—exclamo volviéndome hacia él y mirándolo como si le hubiera salido una segunda cabeza.

Y es que no es para menos. Se ve que Leonardo quiere llevarme hoy a cenar con sus padres, ¡con su familia! Eso significa que estará su hermana, lo cual me alegra, también estará su madre, lo cual ya no me alegra tanto y por último pero no menos peligroso, su padre, que me aterroriza.

—A tus padres no les gusto y lo sabes.—replico parándome frente a él con el ceño fruncido.

—Ah, no no. Rectificación. No les gustabas.—dice levantando la mano.—Pasado.—sonríe socarronamente y yo ruedo los ojos.

—Si, claro. ¿Y si puede saber a que se debe ese cambio tan espectacular?—pregunto irónica.

—Se debe a que cuando te fuiste sin decirme nada me volví loco y casi les destrozo la casa entera.—me dice muy seriamente sin quitarme la intensa mirada de encima.

Me pongo nerviosa y para ocultarlo me levanto y empiezo a andar de nuevo, pero esta vez más despacio y tomando profundas respiraciones.

—¿Y por qué iban a conocer a la persona responsable del casi destrozo de su casa?—intento cambiar de tema para que no me haga tomar una decisión ahora mismo.

—¡Por el amor de dios, Angelique!—se pasa la mano por el pelo, frustrado y me mira con ojos cansados.—Les conté como me siento hacia ti y, por lo visto, mi padre me creyó y decidió darte una oportunidad para conocerte como persona, no como empleada.

—¿Y como te sientes hacia mí?—me acerco lentamente hasta tenerlo delante de mí y me recuesto en él con una sonrisa pícara en la cara.

—Ya sabe perfectamente como me siento hacia usted, señorita Leblanc.—ronronea en mi cuello, provocando que eche la cabeza hacia atrás para darle mejor acceso.—Es usted una criatura maravillosa, dulce, terca, impulsiva... pero eso hace que me vuelva loco.—Va dejándome besos calientes desde la base de mi cuello hasta la comisura de mis labios.—Ti amo, Angelique.

—Yo también te quiero, Leonardo.—susurro ya ha milímetros de su apetitosa boca.

—¿Eso significa que vas a venir esta noche a cenar?—pregunta rozando con cada letra mis labios.

Río ante su insistencia y lo atraigo hacia mí antes de que pueda continuar.

—Eso significa un, ya me lo pensaré.—y lo beso.

***
No sé cómo Leonardo me ha convencido para hacer esto. No, espera. Sí que sé cómo me ha convencido para que esté aquí plantada, enfrente la puerta de la casa de sus padres con mis mejores galas mordiéndome el labio e intentando controlar mis nervios que están a flor de piel.

—¿Nerviosa, caro?—me pregunta rodeándome la cintura con el brazo y acercándome a él.

—¿Nerviosa? ¿Yo? Pff, ¿por qué lo preguntas?—hablo atropelladamente moviendo la mano haciendo un gesto raro.

—Porque llevas mordiéndote ese labio desde que te has subido al coche y no paras de mover las manos. Por eso.—sonríe hablándome en voz baja.

DOBLE NACIONALIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora