CAPÍTULO 67

390 30 6
                                    

Ya ha pasado un mes desde que me dieron el alta y aún no ha habido novedades. Leonardo sigue en coma y no hay signos de mejora.

Cada mañana voy a visitarlo al hospital y me quedo con él la mayor parte del día. Le cuento que su padre se está esforzando mucho para que el proyecto salga adelante, también la cuento que gracias a que pudieron localizar el móvil desde el que lo llamo Katia, la policía las pudo detener y ahora ya están en la cárcel.
Le cuento hasta el más mínimo detalle.

Intento siempre darle ánimos y que no e me note deprimida o triste, pero cada día que pasa se hace más difícil.

—Amelia ya se ha recuperado del todo y pregunta por ti a cada momento.—le explico sonriendo al recordar a la niña corriendo por el jardín de su casa.—Por favor, despierta.—susurro besándole la mano.

Pese a que solo ha pasado un mes, su pelo ha crecido considerablemente y le tapa los ojos, por lo que me entretengo peinándoselo hacia atrás. En cuanto a la barba, cada dos días más o menos una enfermera se la quita, pero tiene las mejillas hundidas y lo ojos se le ven muy grandes.
Me destroza verlo en este estado.

—Angie, tu madre pregunta por ti.—irrumpe Maria, la madre de Leonardo.

Dese que me dieron el alta, mi madre está muy pendiente de mí y quiere saber donde estoy en todo momento. A ver, no digo que no la entienda porque no debe ser fácil ver que tu hija pase por una depresión, pero me agobia su sobreprotección.

Asiento y me despido de Leonardo con un beso en la frente para después dejarle privacidad a su madre. Por mucho que se esfuerce en parecer fuerte, sé que está como yo por dentro. La única diferencia es que ella es más fuerte y lo puede esconder.

Puede decirse que la relación que tengo con los padres de Leonardo ahora es mucho más unida, supongo que porque han visto que no me quiero aprovechar ni de su fama ni de su dinero.

—¡Poussin!—exclama mi madre tan solo verme entrar en casa.—¿Cuántas veces te he dicho que nos digas donde vas antes de salir?—me regaña como si fuera una niña pequeña, lo que me molesta.

—Mamá, sabes que solo he ido a ver a Leonardo. Siempre lo hago.—respondo seca dirigiéndome a mi habitación para encerrarme y no volver a salir.

Y ellos lo entienden. Después de innumerables discusiones.

***
—Toc, toc. ¿Se puede?—pregunta André asomándose tímidamente por la puerta de mi habitación.

—Claro.

—¿Y yo puedo pasar?—me sorprende Violetta entrando insegura.

La cosa es que después de que saliera del hospital me comporté bastante mal con ella y le dije cosas que no sentía. Por culpa de eso ella al final decidió quedarse una temporada en casa de Tiago y no la he visto mucho desde entonces. La echo de menos.

—Ya estás dentro.—me limito a decir, esforzándome para que mi voz no suene forzada.

—¿Cómo se encuentra?—interviene mi hermano sentándose a mi lado de la cama.

—Como siempre. No hay mejora.—me encojo de hombros y abrazo con fuerza mi almohada.

—Ya verás que todo termina bien.—me anima mi amiga con una sonrisa sincera que yo no puedo corresponder.

Ya no recuerdo cuando fue la última vez que sonreí.

—Ya no sé qué pensar.—confieso en un suspiro, tapándome la cara con el brazo.

—¿Saldrás ha hacer fotografías?—inquiera mi hermano mirando a la cámara que hay encima la silla.

—No. Ya sabes que ya no tomo fotografías.—niego apartando la mirada de la suya.

DOBLE NACIONALIDADWhere stories live. Discover now