Mañana de confusión

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Tan pronto como abrió los ojos la luz la cegó durante unos instantes hasta que finalmente se acostumbró a ella y logró enfocar la vista, se encontraba en ¿una habitación? Si, se encontraba en una habitación muy elegante y rápidamente la reconoció como su habitación en Camelot, algo raro porque hubiera jurado que la volverían a encerrar en su vieja "habitación" en Liones, lo cual hubiera sido lógico después del desastre que causó, aunque no recordaba el motivo por el que se alteró.

-Veo que despertaste-la voz de u maestra la sacó de sus pensamientos y en cuanto volteó a ver ella estaba ahí, a su lado.

-Maestra-rápidamente bajó la vista al tenerla en frente.

Estaba avergonzada, no, decir eso sería poco, no encontraba palabras para describir la vergüenza que sentía después de romperse tan fácilmente después de que su maestra se tomó las molestias de preparar todo para que ella pudiera salir de ese lugar. Ya no podía ver a su maestra a la cara, pero estaba lista para ello y para volver a ese lugar, estaba lista para la soledad, estaba lista para el frío, estaba lista para ser consumida por la oscuridad.

-Bueno, ya que estás despierta tenemos que comenzar con nuestra lección de hoy. Ponte algo de ropa y baja al comedor-su maestra se dio la vuelta para irse y empezar con los preparativos de su encierro y espera ¿qué? ¿Una lección? ¿Después lo que hizo?

-Espera maestra ¿no me va a encerrar?-preguntó mientras se levantaba rápidamente de la cama y se sorprendió al encontrarse a sí misma con un camisón puesto.

-¿Ah? ¿Encerrar? ¿Por qué te voy a encerrar?-su maestra realmente se vio confundida cuando le preguntó eso.

-Por lo que hice ayer-contestó aún más confundida que antes?

-¿Y qué hiciste ayer además de presentarte adecuadamente ante Arthur, recibir a Meliodas, cenar con modales y retirarte a tu habitación a descansar?-preguntó su maestra con diversión en su voz.

-Pero usted y el señor Meliodas... pelea... baño... bata... herida... mejilla-ahora sí que Elizabeth estaba confundida ¿acaso lo de ayer había sido un sueño?

-¿Acaso me veo herida?-preguntó su maestra con burla mientras se mostraba a si mismo.

-No-respondió tímidamente mientras bajaba la cabeza.

Era verdad, su maestra no tenía ni un sólo rasguño y su ropa se encontraba perfectamente acomodada mientras que su maquillaje se encontraba en perfecto estado, nada parecía estar mal, todo estaba en orden y por tanto todo lo que pasó: la visita del rey Arthur a su habitación, la llegada de su maestra y el señor Meliodas a su habitación, la batalla entre los dos, nada de eso fue real.

-Menos mal-no pudo evitar cubrir su bello rostro con sus delicadas manos y dejar sus piernas perdieran fuerza para dejarla caer al suelo y echarse a llorar mientras era observada por su maestra.

No supo en qué momento, pero supo que en cuanto su maestra abandonó la habitación sintió unos brazos fuertes que reconoció a la perfección rodeándola protectora y amablemente para después atraerla hacia un pecho varonil y músculo (que también conocía) para hacerla ocultar su rostro en el mismo. Se sentía protegida y amada por el señor Meliodas, quien únicamente la abrazaba mientras le acariciaba el cabello para calmarla.

-¿Se-señor Meliodas?-preguntó Elizabeth con un notable sonrojo en las mejillas mientras trataba de calmar su llanto.

-Shhhh, tranquila pequeña, no sé qué soñaste para que te alteraras así, pero te puedo prometer que no permitiré que se haga realidad-dijo Meliodas suavemente mientras la abrazaba con más fuerza pero sin lastimarla.

-Que alegría-dijo Elizabeth mientras volvía a llorar pero esta vez sólo salían lágrimas porque ella sabía que Meliodas estaba a su su lado, sano y salvo.

No pasó mucho para que Elizabeth se calmara y Meliodas, con pesar, la soltara y dejara que fuera a bañarse y cambiarse. Tranquilamente salió de la habitación para que Elizabeth se calmara, más no se sorprendió al encontrarse a Merlín, quien tenía una cara de pocos amigos y odio en sus ojos, algo que hubiera sido malo si él aún tuviera el Mandamiento del Amor.

-¿Ella cree que fue un sueño?-se quizo asegurar mientras observaba a Meliodas.

-Si, pero le ha tomado un tiempo calmarse y ordenar sus emociones-respondió Meliodas.

-Me lo esperaba, después de todo se alteró demasiado y realmente fue casi tan pronto como abandonó Liones, es normal que no esté acostumbrada a tantas emociones.

-Sólo espero que no vuelva a ocurrir-dijo Meliodas seriamente, aunque por su tono parecía más una amenaza.

-No ocurrirá sino me amenazas-el comentario de Merlín no pareció hacerle gracia a Meliodas, quien volteó a verla de manera intimidante y le dijo:

-Debería recordarte que ella es MI mujer, haré lo que sea por ella y acabaré con quien quiera alejarla de mi lado incluyéndote a ti y con este asqueroso y pequeño reino-por un momento Merlín pareció palidecer con esas palabras, pero pronto recuperó su típica sonrisa de confianza.

-Ella sigue siendo mi hermana, también acabaré con quien quiera lastimarla incluyéndote a ti. Además soy la maestra del Rey de Camelot y la maga del mismo reino, no dejare que dañes a ninguno de sus habitantes-los ojos de Merlín se mostraron fríos y amenazantes.

El mensaje de ambos, maga y demonio, fue claro: serían aliados en la batalla que aseguraría el bienestar de la princesa, pero aún así tendrían su espada en el cuello del otro y si alguno hacía algo que le pareciera extraño al otro, esa espada le atravesaría el cuello.

El pacto estaba hecho, la promesa fue dada, el reloj del destino comenzó a avanzar y los grupos habían comenzado a moverse: un Demonio enamorado, una maestra en la magia, un muñeco que buscaba ayudar a sus amigos a encontrar la felicidad y una princesa maldecida. Ahora sólo quedaba una última pieza en el tablero y sería aquella que respondiera las dudas y la que lograría que los sucesos de hace 3,000 años salieran a la luz mientras que él aparecía.

Nos volvemos a verWhere stories live. Discover now