1 - Un nuevo caso

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- ¿Oyes eso? - dijo John después de un intenso silencio en el que Sherlock le había estado clavando la mirada, expectante. Holmes frunció el ceño, la rodilla que tenía en el suelo le estaba comenzando a molestar y se le estaba durmiendo la pierna.

- ¿Qué se supone que tendría que oír? - respondió con otra pregunta, molesto. En el salón estaban ellos solos y llegaban vagamente los sonidos amortiguados de la calle: un carruaje pasando, un murmullo vago de gente, nada fuera de lo normal.

- Ella está llorando. Voy a ver si la señora Hudson necesita mi ayuda.

Watson se levantó de su sillón como si de repente le quemase, apartando la mirada de Sherlock, que seguía arrodillado y con la caja que contenía el anillo entre sus largas y delicadas manos.

- Si nuestra hija está llorando ahora es que se ha quedado irremediablemente afónica, porque yo no oigo nada. - protestó, viendo cómo era completamente ignorado por Watson quien ya estaba saliendo corriendo de la habitación. - ¿John?, ¡John!

Sherlock tardó unos segundos en reaccionar. ¿Qué acababa de pasar? Se preguntaba a sí mismo mientras se levantaba pesadamente del suelo y guardaba la cajita de nuevo en el bolsillo de su abrigo. Había seguido el procedimiento tal como tenía entendido que se debía hacer. Se había arrodillado y le había ofrecido el anillo mientras se lo pedía. Y John, para su inmensa sorpresa, había salido huyendo.

No le cabía en la cabeza. ¿No le había gustado el anillo, sentía vergüenza? Sherlock sí que quería morir de vergüenza y estaba absolutamente indignado.

Se quitó el abrigo con rapidez y lo arrojó sin ningún cuidado encima del sofá para después ir escaleras abajo hasta el piso de la señora Hudson, donde tal como esperaba, encontró a John con ella y su propia hija.

- Los tenía guardados. Algunos se han quedado pequeños pero en cuanto supe que ibas a volver hice más trajes para Ella. ¿No te parece que está absolutamente adorable? - expresó desbordante de alegría la señora Hudson mientras alzaba a la niña a la que había vestido con una camisola de punto azul celeste que hacía juego con un gorrito hecho del mismo modo y un cubrepañales en blanco.

John se echó a reír al ver la cara de disgusto que ponía la niña y cómo luchaba por quitarse el sombrero.

- Desde luego que sí. Démela un momento, creo que debería darle una toma antes de la siesta.

La mujer se la pasó encantada sin quitarle los ojos de encima y sonriendo como una boba viendo como el bebé se aferraba a su madre y lo abrazaba, no sin antes conseguir quitarse el gorro y arrojarlo al suelo.

Lejos de molestarse, la señora Hudson se agachó a recogerlo riéndose mientras Watson tomaba asiento en uno de los sillones del salón con la niña aún encima y Sherlock sintió la sangre hervir al ver que estaba siendo totalmente ignorado.

- ¡Señora Hudson! ¿Verdad que Ella no estaba llorando? - se dirigió a ella con el tono de un niño exigente y el ceño fruncido.

- ¿Llorando? No, claro que no, pero desde luego que tiene un carácter fuerte. Me ha costado mucho vestirla.

Sherlock asintió satisfecho ante la confirmación de lo que él había dado por sentado y después se giró para encarar el sillón donde estaba su pareja y su hija.

- ¡John, exijo una explicación!

Nunca, en todos los años que se conocían, Holmes había conseguido nada de John exigiéndoselo. Podía haberlo manipulado o usado, pero por supuesto que nunca había podido ordenarle nada directamente.

Las perlas de Agra [Johnlock]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ