Parte 8

181 12 0
                                    

Sin nada que poder hacer, me dispuse a ver algo de televisión, observar el atardecer por el balcón y esperar la llegada de ese idiota que me va a conocer. El muy maldito no llego a dormir esa noche. No aguanté hambre por qué había dejado frutas en la nevera con una nota pegada en la nevera. Parecía que lo hubiera calculado todo de una forma anticipada.

"Disfruta la fruta y tu cita. A ¡verdad! no pudiste salir" quería matarlo más.

Arregle mi maleta ya que temprano regresaríamos a casa, en estos momentos, solo pensaba en Mateo, comer mucho helado para pasar el mal rato con Scott. La noche cayó sumiéndome en un sueño profundo aprovechando que tengo cama para mi sola, una cama que tiene impregnado su olor. El olor a Scott Treinor. El muy idiota llegó al otro día a las 9 de la mañana por mí. Ya estaba lista para regresar a casa, aunque apenas ingreso por la puerta le di un puñetazo que le rompió su hermosa cara.

—Eres un maldito idiota, Scott. Te odio, la verdad te odio, no volverás a tocarme más. — Grite bajando al lobby con mis maletas.

En minutos estaba él en el lobby a mi par. Dejamos las tarjetas magnéticas en la recepción saliendo a tomar un taxi directo al aeropuerto. Cada uno tomo se sentó al extremo del otro. Tocarnos era como tocar una llama de candela. Ni siquiera nos dimos una mirada durante todo el trayecto.

Después de varias horas de vuelo llegamos de nuevo a los EE.UU. No le dirigí la palabra durante todo el viaje. Al llegar al aeropuerto tomé un taxi directo a mi casa. Dejé mis maletas en domicilio pasando a recoger a mi bebé. En el trayecto de regreso, pase al supermercado cerca y compre cuatro tarros de helado para mí depresión.

Estaba feliz de ver a mi bebé.

— Extrañaste a mamá, Patu. — Dije. Él me miró con esos ojitos encantadores y nos fuimos directo a nuestra vivienda.

Jugué un rato con mi bebé, le di muchos mimos, nos sentamos los dos en el sofá quedamos dormidos en el sillón. Al otro día desperté con un dolor de barriga y de cabeza. Llore hasta que me quedé dormida viendo una comedia romántica que me hizo sentir peor comiéndome dos tarros de helado.

—Mateo hoy no ahí paseo matutino, mami no se siente bien hijo mañana trabaja. — Le dije acariciando su cabeza.

Le serví su ración de comida y agua. Yo no paraba de llorar de rabia e impotencia al ver caído en las garras de ese hombre que tantas chispas de fuego generaba en mí. No pude dormir muy bien por mis dolores. Me dolía mucho la cabeza y barriga, tome algunas pastillas, pero lo más que duele, es mi corazón por ser una débil y ver caído en las redes de Scott.

Madrugue como todos los días para ir a mi trabajo. Saque de mi armario un vestido gris ajustado a mi cuerpo, me puse mis tacones negros y me dirigí a la cocina, solo tome una taza de café, hoy no tenía hambre. Dejé comida suficiente para Mateo y agua, saliendo como todos los días a la oficina.

Una media hora me basto para llegar a mi oficina.

— Hola Karina, buenos días — Saludé un poco triste.

— Hola Paula, tienes que contarme todo respecto a tu viaje con el jefito papacito.

— No hay mucho que contar amiga. Por favor, no me menciones más el tema — Digo con un nudo en mi garganta — Por favor, te lo pido.

— ¿Pasó algo entre los dos ¡verdad!? ¿Caíste en sus redes? Te lo advertí, Paula, no hiciste caso.

— ¡Ay, Karina! fui una tonta. — Mis lágrimas empezaron a salir.

— Calma, calma. — Ella me abrazaba.

Ella estaba a mi lado consolándome cuando sentimos pasos de una persona, y para mi desgracia era él. Tenía algo roja la cara, se veía muy molesto.

— Señoritas Arango y Pardo a mi oficina. — Masculla muy serio — No me gusta ver espectáculos como el que acabo de presenciar. Nada de lágrimas en mi empresa, eso déjenlo en su casas, no quiero ver más de estos acontecimientos. ¡Queda claro!

— Si señor, no volverá a repetirse — Le respondí con mucha ironía.

— Pardo, necesito que llames a estos inversionistas que están en este listado, ya se puede retirar. — Dice dirigiéndose a mi amiga.

— Si señor — Respondió ella con una mirada de rabia.

Ahora se dirigía a mí, me mira con enojo y con deseo a la vez.

—Señorita Arango, necesito un informe sobre la reunión que se llevó a cabo en el viaje con todos los detalles, una cotización de los gastos de la inversión que se hará en el proyecto. Por último... si me has pensado, por qué yo sí, aunque aún me duele un poco mi rostro.

Lo miro con mucho enojo respondiendo.

— En una hora tendrá lo que me pidió señor. A su última pregunta, señor Treinor, diríjase a mí en lo laboral, ya que esa es la única relación que tenemos usted y yo. Le quedó claro —Me retiré de la oficina furiosa tirando la puerta a mi salida.

Terminé mis informes en la hora acordada enviando todo lo que me pidió. El muy idiota ese por molestarme dijo que estaban mal que los revisara de nuevo y que los volviera a enviar de nuevo cuando estuvieran correctos que no podía perder el tiempo así.

Quería matarlo en verdad. Los informes estaban bien, pero como no le gusto mi respuesta, quería molestarme.

Así fue durante unas semanas su actitud. Me molestaba mucho mientras veía como entran modelos a su oficina, se escuchan los gritos de excitación y me molestaba mucho.

¿Me está empezando a importar mi jefe pervertido?

Ya no aguanté más y exploté entrando a su oficina.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué estás así conmigo? Tan malo fue el sexo que tuvimos que me tratas mal y me mandas a hacer los informes una y otra vez. Estoy harta de esta situación.

Se quedó mirándome a los ojos, sonríe muy flamante como si tuviera monos en mi cara. Eso me enoja más. Quiero golpearlo una y otra vez. Llama a Karina entrando a la oficina yo estaba encendida en llamas de la rabia por culpa de ese hombre y todo lo que provocaba en mí.

—Señor, me ha llamado ¿En qué puedo servirle?

—Sí, Karina. Necesito que me traigas dos vasos de agua bien fría, y cuando lo hagas, le pasas seguro a la oficina.

Yo no podía creer lo que salía de su boca. Lo miro súper indignada. Quiero golpearlo, pero a la vez, también comérmelo a besos. Se ve muy sexy con ese traje de paño.

— ¿Por qué me miras así? — Me dice percatándose de mi mirada. Muerdo mis labios.

— ¿Cómo te miro? —Le respondí con enojo, mientras mordía mi labio superior, ocultando en ese gesto mi deseo y mis nervios.

En esos momentos entro Karina, y agradecí al cielo por unos momentos. Ella dejó los vasos en la mesa y salió de la oficina cerrándola con seguro como él le había pedido.

— Toma un poco de agua para que bajes esa furia que tienes, ¿Dime una cosa? ¿Estás así por qué te hago trabajar el doble o por mis amigas que me visitan a diario?

Perro.

Es un maldito perro al olerlas, pero debo ser fuerte y no demostrar que me arde de enojo verlas entrar y salir como si nada, y escuchar sus gemidos como gatas en celo.

— ¿Qué? ¡Por Dios! Que te crees, Brad Pitt. Crees que me muero por ti o qué puedo sentir celos. No te creas un casanovas, por qué no lo eres. — Digo sonando algo serena y nada irritada — Sabes eres solo un insignificante ser humano que no vale nada, que te crees que puedes pisotear a las personas por ser el hijo del dueño. Valora lo que tienes a tu lado o si no, quedaras solo como una ostra.

Se levantó de su asiento con una mirada asesina, se acercó a mí con algo de intimidación, me asusté un poco. Me tomo de la nuca y me acerco a él, se queda mirándome fijamente. Me da un beso apasionado, uno que yo no pude obviar. No me puedo resistir aquel contacto. Lo sigo besando con la misma pasión que él lo hace. Me sube a su escritorio besándonos sin control.

Empieza a quitarme el vestido, yo tiro de mis zapatos, sujetándome a él. En cuestión de minutos estaba completamente desnuda encima de su escritorio, mientras él me veía con mucho deseo. Él solo se quitó su pantalón y tan solo ver su miembro erecto ya me excitaba.

Culpable mi Jefe (Saga Culpable)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora