02. Catatónica - jhs

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Conversaciones durante el sexo


Es la séptima tarrina de helado que me como en una semana, y llevo tres días sin variar el sabor. La experiencia me dice que es el helado de chocolate el que más mitiga el dolor de una ruptura. El resto lo hace mi lista favorita de canciones tristes de Spotify y las comedias románticas tan empalagosas que me hagan llorar por la pérdida hasta sentirme vacía. El helado al final solo ayuda a rellenar el espacio y ganar unos cuantos kilos.

"Jae, eres una dramática", me diría Hobi. Pero no me va a recordar más mi naturaleza de reina del drama, porque la cagué monumentalmente. Y ya no hay modo de arreglarlo.

Pienso por vigesimoquinta vez en la semana en qué me ha llevado a consumir helado como una drogadicta de la lactosa y, ni si quiera en ese momento, las canciones tristes de mi lista catatónica son capaces de evitar el rumbo de mis pensamientos.


Estaba agotada. Creo que si hubiese tenido que aguantar un minuto más las constantes quejas de mi jefe me hubiese tirado por la ventana. Por eso llegué a casa, bufando mientras tiraba mis tacones en cualquier sitio. Ser recepcionista en un bufete de abogados es una mierda cuando lo que quieres es resolver casos y no coger llamadas telefónicas y cambiar la agenda de mi jefe cada dos minutos. Sobre todo, si tu jefe no para de toquetearte a cada oportunidad que tiene y, cuando te atreves a rechazarlo, se porta como un auténtico cabrón. No debería sorprenderme, es lo que es.

Me quité la chaqueta y la dejé tirada también en cualquier parte, así como mi bolso, mientras buscaba, descalza, a Hobi por toda la casa. No encontrar a mi novio cuando había tenido semejante día de mierda fue la gota que colmó el vaso.

Era una mujer fuerte e independiente, ¿por qué tenía que depender tanto de los hombres?

Fui a la cocina y busqué en el armario de las bebidas alcohólicas hasta que encontré el vodka. Luego cogí la taza de Hobi de Michael Jackson y me eché un buen vaso de bebida.

Miraba al infinito, intentando olvidar la mano de mi jefe tocándome el culo, cuando escuché la puerta abrirse. Ni si quiera fui a saludarle. Seguí en la cocina, mirando por la diminuta ventana que daba a una pared de ladrillo, mientras bebía vodka. Qué vida más triste.

—¿Jae? —preguntó mi novio. Yo no respondí—. Pensaba que no estabas en casa. Tengo algo que contarte —dijo, una vez me hubo encontrado, mientras se acercaba a mi—. ¿Jae, estás bebiendo?

—Sí Hobi, ¿qué pasa? ¿Eres el único que puede emborracharse en esta casa?

—Eh, tranquila. ¿Qué te pasa? ¿Ha sido el trabajo? —me preguntó, agarrándome por los hombros para que le mirase a los ojos.

—Claro que ha sido el trabajo, pero nunca te preocupas por cómo me va, ¿verdad?

—¿Qué dices, Jae? Siempre te pregunto.

—Me preguntas si me estoy adaptando y qué he hecho a lo largo del día, pero nunca me preguntas qué opino o qué pienso del trabajo.

—Creo que va implícito cada vez que te pregunto, así que si no me lo dices es porque no quieres.

Me cabreé aún más, y creo que fue porque ya me había acabado la taza de alcohol. No pensaba racionalmente y la estaba tomando con la primera persona que se había topado en mi camino.

—¡Claro que no quiero! Seguro que si te digo que mi jefe me acosa sexualmente me dirías que soy una puta por seguir en el trabajo.

—Espera, ¿tu jefe te está acosando?

Love, Smut & Tears - BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora