11. Infierno - jjk

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Incesto

Miro al cielo esperando que, de una vez por todas, aparezca una nube negra sobre mí, pero el firmamento sigue tan azul como siempre.

Reviso mi cantimplora: queda tan poca agua que no creo que sobreviva más de un día si no encuentro un arroyo. Y ahora tengo que decidir cuál es mi prioridad: seguir buscando el campamento por el que llevo caminando un mes o desviarme de nuevo para buscar agua.

Sé que en el campamento puede haber agua, pero todavía no sé cuánto tiempo me queda para llegar. O si llegaré.

Da igual lo que me duelan los pies, me obligo a seguir caminando en la misma dirección de siempre, esperando tener un golpe de suerte. O morir directamente. Llevo listo para hacerlo desde que el mundo se fue a la mierda, porque siempre pensé que fue mi castigo personal.

Cuando los norcoreanos entraron al sur dispuestos a acabar con toda la población, solo nos quedó huir. Aunque claro, para que el resto pudiésemos salir corriendo, muchos tuvieron que morir. Entre ellos, mis padres.

Yo intenté huir con mi hermana, pero en medio de todo el caos la perdí. Lo que siempre había temido, por lo que siempre me había controlado, se hizo realidad. Y solo podía pensar en una cosa: en que mi castigo siempre sería perderla, por una cosa o por otra.

Ya han pasado dos años desde que todo se fue a la mierda y, por mucha gente que encuentre en mi situación, siempre acabo solo. Supongo que alguien ahí fuera no quiere que muera, solo quiere verme sufrir, agonizar. Recordarme que incluso mis más oscuros deseos tienen su castigo.

Estoy solo, pero al menos no me han reclutado como uno más de los robots que los norcoreanos tienen en su ejército, con sus cerebros lavados, listos para matar y nada más.

Sigo arrastrando mis pies, observando la carretera ante mí, cada vez más larga, cada vez más vacía, e intento recordar alguna canción triste para que el silencio que hay en el exterior no cale en mi cabeza.

Me bebo el último trago de agua aproximadamente una hora después de empezar a caminar y, aunque no sirve de mucho para calmar mi adolorida garganta, rezo para que sea suficiente para no morir deshidratado.

Aunque el cansancio, la poca alimentación y los escasos sorbos de agua que he ido dando en la última semana hacen mella en mí. Lo sé porque empiezo a escuchar voces, y sé que es imposible. Y porque cada vez que intento dar un paso noto que el mundo me da vueltas y las piernas me pesan cada vez más.

Llegó mi muerte, al fin.





—Jungkookie —susurra alguien. Bueno, alguien no. Ella. Su voz suave se mete en mis oídos y me inunda. Abro los ojos, porque seguro que estoy alucinando.

Jae está ahí, acariciando mi cara, preocupada. Yo parpadeo una, dos y tres veces. Y como estoy seguro de que esto es una especie de prueba final para ver si voy al cielo o al infierno, lo mando todo a la mierda, me incorporo un poco y la beso.

Sus labios son tan suaves como siempre me había imaginado, y lanzan a todo mi cuerpo una oleada de calor y de electricidad. Ahí, mientras nuestras bocas se mueven despacio, reconociéndose por primera vez, me doy cuenta de lo bien que encajamos. Y algo que está hecho para estar unido no debería estar mal.

Ni si quiera puedo terminar de saborear los labios de mi hermana como me gustaría, porque, aunque tengo los ojos cerrados, siento como todo me da vueltas antes de dejar de sentir del todo.

Love, Smut & Tears - BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora