La Curiosidad Mató Al Gato

132 12 1
                                    

Narra ________:

-No puede ser, no puede ser, ¡no puede ser!- exclamaba mi yo interior. Estaba volando hacia París, hace años que no me subía a un avión. Los nervios no me dejaban tranquila. Y menos aún, que Alan se sentó a mi lado, y se quedó dormido sobre mi hombro.

-Debo estar soñando.- susurré emocionada mientras contemplaba su respiración tranquila. No quería moverme ni lo más mínimo, no quería despertarlo. Quería estar así años, pero esta claro que no todo es por siempre.

-¿Y qué tenemos por aquí?- indagó una voz femenina arrodillándose en su asiento y volteándonos a ver. Rodé los ojos al reconocer de quien era. ¿Por qué rayos la seleccionaron? Intentará arruinar todos mis planes.

-¿Podrías retirarte? Alan intenta dormir.- dije con cara de pocos amigos.

-¿Alan? Solo quiere ponerte nerviosa. Quiere comprobar que una chica tan extraña como tu no esté enamorada de un dios griego como él.- dijo la chica haciendo un puchero.

Su cabello rubio con puntas azules, caía en ondas al rededor de su cabeza, sus labios pintados con un rojo brilloso, y esos ojos marrones que moría por arrancárselos. Su nombre es Victoria, desgraciadamente me aprendí su nombre. Sinceramente no entiendo por qué quiere hacer mi vida un infierno. Me molesta desde la preparatoria. A comparación de mi, solo sabe cantar, y a mi gusto.... No puedo hablar de ella, debo admitir que canta bien. Pero su personalidad la hace ver más fea que una bruja con arrugas.

-Me consuela que esté recargado en mi hombro y no lidiando con ogros. ¿Pero dónde hay ogros? Cierto, estoy viendo a una muy fea frente a mi.- la reté con la mirada y sonriéndole burlonamente. Victoria abrió su boca en "o" de manera indignada.

-Ni se te ocurra llamarme así. Haré que lo lamentes.- dijo antes de volver a sentarse.

-Lo que digas, ogro.- susurré divertida. Este era mi momento con Alan, y no iba a permitir que alguien lo arruinara.

-Créeme que te haré la vida un infierno.- dijo llena de ira y volverse a sentar. Sonreí triunfante y contemplé la tranquila respiración de mi amor platónico. Acaricié su suave cabello y pensé en una vida, juntos, con una familia. Lo sé, soy rara.

Llegamos a París. ¡Por fin! No aguantaba mi trasero. Ya recordé por qué odiaba viajar. Llegamos a un hotel, cada alumno tenía su propia habitación. Entré a la mía, con mis dos maletas, el cuarto hora hermoso, incluso más hermoso que el mío. Contemplé la habitación y solté una bocanada de aire feliz.

Cerré la puerta detrás de mi, y me cambié. A comparación de mi país, aquí había un poco de frío. Me quité la blusa de escote amarillo por una blusa de manga larga color rosa, y mis shorts blancos por un pantalón del mismo color, y me quedé con mis converse blancos. Me recosté en mi fresca cama y prendí mi computadora. Abrí Skype y le hablé a mi mejor amiga.

-¿Ya llegaste?- indagó Aria, mientras su cuarto se veía iluminado por una lampara. Ya era de noche seguramente.

-Si, y todavía no me lo creo que estoy aquí.- respondí emocionada.

-Mujer, estoy tan feliz por ti. ¿Por qué no me llevaste?- indagó molesta como si fuera una niña de cinco años.

-Bueno, sabes que económicamente no estoy muy bien, una. Dos, no obtuviste la beca para venir, y tres, tienes el dinero para venir.- enumeré mis razón y para la final, le sonreí mientras enarcaba una ceja.

Obertura De Dos Corcheas (El Fantasma de la Ópera y tu)Where stories live. Discover now