Segunda parte

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    Todo comenzó de esta manera, hasta el punto de sentir amor, o al menos lo que yo creía que era, no quería que me quisiera, quería que nos quisiéramos, perdernos mutuamente y juntos encontrar la salida, que yo fuera su amanecer y él mi anochecer, casi todo era perfecto, al menos en mi retorcida imaginación, hasta que en un tarde lo vi a lado de la profesora de química, una mujer de su misma edad y con un cuerpo envidiable debo confesar, estaban en el estacionamiento tomados de las manos, en automático se formo un nudo en mi estomago sin pensarlo me acerque aun más quedando atrás de un carro, al parecer discutían, ella con lagrimas en los ojos le decía si se había enamorado de una sus alumnas y él con la voz entre cortada lo negaba rotundamente, por un momento creí que hablaban de mi. La discusión se había convertido en mormullo y sollozos, ya era difícil de escuchar, hasta que la siguiente frase la cual Jesús pronuncio me rompió el corazón.
-Lo mejor del mundo. De mi mundo, eres tú.
Ella levanto la vista formulando una pequeña sonrisa de lado lo vio por algunos segundos para después unirse en un frenético beso, lo tomo del cuello y él la acerco más a su cuerpo tomándola por la cintura. No podía más, quería escapar, gritar, maldecir, estaba destrozada, me fui de ahí ya no había que ver algo extra presencie todo lo que necesitada. Salí corriendo sin rumbo fijo, hasta entrar a la biblioteca y dejarme caer en uno de los pasillos, permanecí sentada, con la garganta seca y los ojos llorosos. Intentaba con todas mis fuerzas mantener mi corazón en el pecho, pero me era imposible, en esos momentos, no estaba enojada, si no decepcionada, me había enamorado de un hombre casado, cerré fuertemente los ojos llenos de lagrimas sintiendo como cada gota me quemaba el rostro, durante esos minutos trate de convencerme sobre que lo que sentía por él no era amor si no un juego ocasional, pero no era así, de verdad sentía algo por él, algo que debía ahogar, olvidar. Pero no lo logre.
Cada vez que acababa una clase era la primera en salir, me limitaba a solo responder preguntas académicas, omitía cualquier cosa que me podía vincular con él, a pesar del esfuerzo sobre humano que hacía, la sonrisa me seguía delatando, el perderme en su miraba era inminente, cuando se acercaba mi cuerpo se estremecía, simplemente no podía, ni quería olvidarlo, me era tan estúpidamente necesario, en mis momentos de soledad él seguía siendo mi recuerdo, siempre imborrable, tan permanente, tan único y necesario.

Mi nueva tentaciónWhere stories live. Discover now