Kefe.

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La primer vez que pisé las tierras de los otomanos sabía que mi destino estaría sellado para siempre y que debía olvidar por completo la persona que era, realizar una nueva yo, volver a nacer porque incluso siendo un matrimonio mi trato no sería mejor que el de una mujer cualquiera y si el shezade tenía una mano de concubinas o alguna preferida ya podía considerarme encarcelada entre las paredes del harén...me disiparía en el olvido y mis días caerían uno por uno conviviendo con un otoño perpetuo.

El carruaje se bamboleaba de un lado al otro y no había podido dormir demasiado; recostaba la cabeza en el hombro de una de mis sirvientas: Muhtereme, había sido un regalo por mí nacimiento de parte del sultán y mi querida favorita pues sólo ella sabía lo que requería y su forma de hacer su trabajo era de mi agrado, encontré sin pensarlo a una confidente con quién compartir mis secretos y desahogarme de pensamientos agobiantes, una amiga, a pesar de que por ley era mi esclava, según me contó una vez fue raptada en Fez con 6 años de edad, aprendió rápido a comunicarse con esclavas de otros lugares, ejerció como costurera de las mujeres que serían desfloradas por mi padre, al no ser presa de los ojos del Khan no obtuvo ese trato de Iqbal pero por ser joven mi madre vio en ella una sierva ideonea para mí. 

—Tranquila khatun llegaremos pronto, descanse porque no creo que al  Şehzade le guste ver qué su esposa parezca cansada ante su presencia—

—tienes razón, pero con toda sinceridad me siento nerviosa es como si tuviera algo sacudiéndome el cuerpo por completo, ¿crees que seré agradable a sus ojos?—dije mirando como una brisa del amanecer disipaba la tersa humedad del rocío que se acumulaba por las ventanillas, el olor de la tierra mojada era tan perceptible que ninguna fragancia almizclada lo había podido hacer desaparecer.

Intenté volver a dormir, pero de nuevo no podía conciliar el sueño. No era la incomodidad, no, en lo absoluto. Las mujeres con las que viajaba tenían mi plena confianza no era fácil de describir los sentimientos que me llenaban el pecho de nuevas sensaciones, nuevas vistas, una nueva vida, hasta mi estómago se sentía extraño, temblaba, mi rostro se tornaba blanquecino en ocasiones trataba de calmarme sin poder lograrlo por completo. ¿Cómo sería mi nueva posición?, ¿me ganaría el favor del Şehzade?, ¿lo querría?, ¿sería madre en el palacio de Kefe?, eran esas las interrogantes que se paseaban una tras otra en mi cabeza.

Mi esposo designado por órdenes de mi padre sería el Şehzade Mehmed, ciegamente pensé en él como un príncipe y un hombre déspota, cruel como el sultán Bayaceto...

Kefe, hermosa, llena de vida, parajes verdes y gentes que apenas se levantaban cuando el carruaje salió de entre la neblina del bosque. Los hombres se levantaban con sus asnos y demás animales para comenzar el día en los campos, las mujeres prendían los hornos de barro para cocinar el pan otras amasaban la harina, los niños se levantaban unos jugaban a los alrededores con barquitos de madera pintados de rojo y con una banderilla elaborada con algún remedo de tela verde de sus madres otros sin embargo jugaban con espadas, pequeños jenizaros pensaba, pequeños leones que expandirían los dominios del señor de la vida.

Kefe o mi dulce Kefe
Cuna de mi amor, cuna de mi alegría
De mis aflicciones y de mis desdichas
Oh Alá dueño de los destinos de los hombres
Oh Alá que trazas el camino a los perdidos
Oh Alá que tan bien me conoces
Has dado a mí la bendición de encontrar la belleza
Has dado a mí el júbilo que ahora me revuelve el corazón
Que esta tierra sea siempre fértil y que sus gentes no olviden el cariño a dónde han venido
Kefes que me has acogido en tu seno
Como una madre a su recién nacido
Propicia que mi propósito en tus tierras sea honra para el sultán del mundo.


El palacio de Kefes se dislumbró, Muhtereme me dió la señal para disponerme a mi presentación ante la valide Hatun quién personalmente había tomado para sí la tarea de recibirme, recibí la mano de un sirviente, me miré por última vez en un pequeño espejo que llevaba conmigo y toqué el suelo de mi nuevo hogar.

Y ví a la mujer más imponente  en ese instante...

Emine Gülbahar la gran valide Hatun la mujer más poderosa del mundo, la madre del sultán Bayaceto, la favorita del difunto sultán Mehmed Fatih el conquistador y quién cuidaría de mí, me posaría junto a ella, buscaría su abrigo no podría sobrevivir sin su protección, Emine Gülbahar conservaba todavía la belleza de su juventud y la mirada que supo jugar en el poder...de ella me hablaba mi padre, de seguir su consejo y su guía, la primera parte de mi destino estaba en sus manos porque ella manejaba las riendas del harén tanto del sultán como de los príncipes...

Admiraba a aquella mujer, le hice la reverencia que sólo a mi padre había hecho hasta entonces, besé su mano, la estreché contra mi mejilla.

—Me hace feliz su presencia querida madre, llego humildemente a servirle— repliqué, ella me levantó del mentón y sus ojos oscuros y bellos se encontraron con los míos pensé que se veía a ella misma en otros tiempos, que veía en mí su llegada al harén.

—Hija, hemos esperado tu llegada, has alegrado nuestros días, deseo que tu boda te llene de felicidad khatun de Crimea—

En ese momento supe  hasta donde quería llegar

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Muhtereme

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Muhtereme

Ayse HafsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora