Hafsa.

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Lía esperaba impaciente lo que tuviera que decirle, lo que tanto necesitaba para sobrevivir, una afirmación positiva era el comienzo de un cambio en su destino, por lo menos con la noticia inicial, lo que viniera después era aún incierto, muchas mujeres no sobrevivían al parto y si tenía una niña tal vez no tendría oportunidades de ascender en la jerarquía del harén.

—Felicidades, la concubina del príncipe Selim está embarazada— apenas pudo oírlo, la madre de Selim, Gülbahar hatun recibió la noticia con agrado, por fin algo acontecía en Trabzon que realmente no le resultó nada interesante, pasaba sus días atendiendo a algunas esposas de emisarios de reinos europeos que venían a reunirse con su hijo o a escuchar las quejas de las mujeres de la provincia sin el más mínimo interés, nunca le agradó eso de la política y el discurso, lo consideraba cosas de hombres. La rosa de primavera, optaba por disfrutar de actividades relacionadas con el ocio llenaba su corte de música, danza y banquetes, a la valide hatun siempre le pareció una mujer tonta y superficial sin mayores aspiraciones: una pieza fácil de manejar en su panorama, era endeble y su belleza era contraria a su inteligencia.

—Maravilloso, por fin nacerá un pequeño para coronar nuestra felicidad, mi león ha resultado ser bendecido, deberíamos dar la noticia al palacio, que se entere el sultán— dijo mientras de miraba en el espejo y la sierva  acomodaba su capa favorita esa de color rojo sangre que le hacía lucir imponente, aunque todo era más bien una ilusión de algo que no era. Pero de inmediato su expresión se volvió avinagrada, retiró la prenda con desdén y la criada tímidamente bajó la mirada.

—Es la que tiene brocado idiota—

La baldosa del piso, sintió sus suaves pasos, era grácil a pesar de todo como un cisne nadaba en un lago, evocaba cierto aire de misticismo  a pesar de ser sus orígenes no muy claros, siempre presumió venir de tierras como Egipto, pero la valide Hatun sabía que era  una simple esclava cristiana europea sin mucho que ofrecer, que tuvo lo suerte de contar con una cara bonita y haber logrado quedar embarazada con una sola noche junto al sultán Bayaceto.

—Mükrime, ya deja de pellizcar mis mejillas— exclamó entre risas Lía, su amiga siguió igual y le ordenó un poco los cabellos.

—Es para que la kadina te observe sonrojada, eso quiere decir que te alimentas bien y te preocupas por el bienestar del bebé que llevas en tu vientre— replicó con suavidad y con su apacible sonrisa de siempre, ese era el encanto de Mükrime suponía Lía, era una cualidad que si sabía usarse bien decía muchas cosas, pero por supuesto ambas no lo sabían, la edduba del harén les enseñaba de a poco lo que nunca harían en Europa, ellas al ser capturadas con suerte y lograban escribir algunas letras de su nombre. Lía llevó una mano a su abdomen y lo palpó levemente, ahora estaba completamente plano, pero en su último baño Morayma había notado que sus pezones se tornaron un poco más oscuros.

—Por supuesto que me preocupo por el bebé en el  está nuestro futuro, ¿sabes si Selim vendrá para que le diga la noticia?—

—¿Selim?— inquirió Mükrime arqueando una ceja y con los brazos cruzados —¿De aquí a acá cuando acabó la formalidad?, es el príncipe Selim y nosotras sus concubinas, ni que fueras una hatun para llamarlo por su nombre—

—Oh Dios, siento que estoy escuchando a Aisha—

La risa llenó los senderos de la habitación, en el harén el silencio era la norma impuesta por lo que se llevaron la mano a la boca para que sus carcajadas no fueran tan sonoras, unos instantes después las puertas se abrieron y una mujer mayor, pero aún bella entró en la estancia.

—Me han dicho que eres quién trajo alegría a este palacio, pronto escucharemos pequeños pasos de un príncipe— dulce, fue la primera palabra con la que Lía pudo definir a Gülbahar, aunque nada estaba más alejado que eso.

—¿Te has sentido bien?, siempre dicen que las náuseas son un poco molestas, pero ya te acostumbras, eres primeriza pero tienes caderas grandes para llevar muchos embarazos, aunque quién sabe a lo mejor y el palacio se llena de cunas este año, Selim se fue a campaña y a visitar a uno de sus hermanos,  volverá hasta un par de meses, pero cuentas conmigo y por lo visto...— miró de pies a cabeza a Mükrime —con buena compañía— concluyó finalmente, se acercó a la concubina y susurró a su oído.

—Espero que su fidelidad dure, porque tarde o temprano todas sucumben a sus propios deseos...buena suerte querida y olvida ese nombre tuyo, ahora te llamarás Hafsa—

Ayse HafsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora