Will

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La primera vez que la vi yo solo tenia doce años. Era un niño malhumorado, y enojado con la idea de casarme con otra que no fuera Cassel.

Mi padre me había obligado a cruzar medio mundo para conocer a una niña de ocho años. Quien supuestamente sería mi esposa en el futuro.

Cuando ella entró en el salón, despeinada, sucia y despreocupada, la odie. La odie nada más verla. Era por ella por quien Cassel estaba tan enfadada. Era por ella por quien no podría casarme con mi novia.

Tenía los ojos más grandes que alguna vez yo pude conocer. Él puente de su nariz, y sus pómulos estaban salpicados por mil pecas. Estaba sonrojada, y llevaba una tortuga en las manos.

-Cecy, saluda a los Benet. -dijo su madre.

Las mejillas se le pusieron tan rojas como dos manzanas.

-Hola. -dijo con voz rasposa.

Mi madre se echó a reir.

-¡Es más guapa de lo que imaginaba! -exclamo.

Casi me río. ¿Guapa? Solo era una chiquilla.

La señora Rogers sonrío.

-Es un poco desastrosa, pero es muy bonita.

Alce la barbilla. Estaba enfadado.

-Harán una fantástica pareja. -dijo mi hermana.

Me sentí decepcionado. Hasta mi hermana estaba de parte de aquella niña insolente.

Desde aquel día, Cecily Rogers, fue mi tormento. Las alabanzas de mis padres hacia su persona me perturbaban sobre manera. No quería casarme con ella. Necesitaba que dejarán de hablar sobre ella. Me desquiciaba.

Y lo peor de todo, fue que en el fondo, no me había parecido horrible. Ese fue mi mayor pesar. No aborrecer su imagen como quería. A veces me descubría a mi mismo imaginando nuestro próximo encuentro. A veces imaginaba cómo se verían sus ojos enormes y su mejillas pecosas con el paso de los años.

Era cómo sentirse atraído por tu némesis.

Cuando Cecily cumplió los quince, su familia envió una foto de ella.

Me impresionó. En serio. Mis pensamientos no le habían hecho justicia. En un agónico segundo, llegue a pensar que era más hermosa que Cassel. No saben como de culpable me sentí.

Cassel lloró cuando vio la foto. Tenía miedo de que me enamorará de ella. Estaba tan histérica que me hizo prometer que nunca la tocaría. Que pasará lo que pasará, nunca le pondría la mano encima.

Yo era muy joven, y pensaba que la quería. Así que acepté. Me comprometí a no tocarla jamás.

No supe hasta que punto iba a ser difícil, hasta que la vi entrar por las puertas de la iglesia.

Sé con claridad que en mi vida había visto algo más hermoso. Nada era más hermoso. Solo ella.

Me quedé aturtido. Ni siquiera reparé en que Cassel estaba sentada entre los invitados. Me quedé con la boca abierta.

Esa niña pecosa y sucia que vi años atrás, era demasiado bonita.

Mientras caminaba hacia mí, solo podía pensar en lo difícil que me iba a resultar no romper la promesa que le hice a Cassel.

Cuando su padre la dejo frente a mí, y se levantó el velo, estuve perdido.

Ni siquiera tuve una oportunidad. Nunca tuve elección. Ella era mi talón de Aquiles.

Cuando El Amor Venga Where stories live. Discover now