XXVII

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Estoy dormida. Mis sueños son tumultuosos, y lo primero de lo que soy consciente al despertar es que estoy sudando.

Las ropas se han pegado a mi piel, y el frio se mete en mis entrañas.

Tardo unos segundos en reparar en el motivo de mi despertar tan repentino. Un toque descuidado en la puerta.

Miro el reloj. Son las 7 de la mañana.

—¿Quien llama? —digo con voz ronca del sueño.

La respuesta es instantánea.

—Soy Will.

Mi corazón se salta un latido, y en silencio, maldigo a todos los dioses. Él no tiene que tener ese efecto en mí.

—¿Que quieres? —suelto demasiado fuerte, y demasiado duro.

—Quiero ver a Seth. —su tono es suave.

Suspiro con fuerza. Esto va a ser un problema. No quiero verlo a cada segundo del día.

—Espera un momento.

No hay respuesta esta vez.

Salgo de la cama, y me pongo mi bata de noche. La ciño en mi cintura, y me quito con el dorso de la mano el sudor de mi frente.

Veo mi reflejo en el espejo del tocador y me avergüenzo. Estoy horrible. No he dormido suficiente, y tengo la piel sudorosa por las pesadillas. Will va a horrorizarse.

¡Cállate! ¡Que demonios importa lo que ese hombre piense!

Con desdén, aparto el pelo de mi cara, y alzo la barbilla. Camino con seguridad hacia la puerta y la abro de un tirón.

Will esta allí parado. Tiene un pijama viejo puesto, y el pelo hecho una piltrafa.

Una deliciosa presión se aprieta entre mis piernas. Maldición. Hace demasiado tiempo.

Nos miramos fijamente. Sus ojos claros sin dudar en los mios.

—¿Que haces ahí parado? Entra de una vez. —suelto.

Durante un segundo parece perdido, como si lo hubieran pillado robando.

—Si, después de ti.

Hago un mohin de desprecio con los labios. A buenas horas le sale el caballero.

Camino hacia dentro con las piernas inestables. Sentirlo a mi espalda pone al límite mis nervios.

Cuando estoy frente a la cuna, compruebo con sorpresa que Seth esta despierto.

El suspiro de Will a mi lado me saca de honda, y olvido lo que estaba pensando.

—¿Puedo cargarlo? —dice mirando a Seth.

—Es todo tuyo. —suelto con desgana.

Su postura se relaja visiblemente, y se acerca a la cuna. Se agacha con rapidez y con mucho cuidado coje en brazos a nuestro hijo.

Cuando se voltea hacia mí esta sonriendo. El niño lo esta mirando con sus ojos iguales a los suyos.

—Buenos días. —susurra suavemente.

Lo odio. Lo odio por darme ternura.

—No te tardes mucho. Va a tener hambre en breve.

Levanta la mirada hacia mí.

—Esta vez no pienso irme a ninguna parte. Si tienes que darle el pecho, tendrás que hacerlo delante de mí. Casi no he podido dormir pensando en el, y no voy a separarme cuando a ti te parezca oportuno.

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⏰ Last updated: Feb 23, 2020 ⏰

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