II. Penas pt.2

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"¡Creo que yo tengo más criterio que una vieja anciana...!", "¿...saliste de nuevo con esos viejos amantes tuyos?" "¿A caso sigues pensando que tu belleza y juventud siguen enamorando a esos hombres?"

No comprendía la magnitud del daño que causó en su tía hasta que reflexionó. No tenía ni idea de los sufrimientos que esa miserable señora tuvo que enfrentar. Galiana conocía la trágica historia de la pobre anciana Elizabeth; recordaba que su marido Gunther abandonó a su queridísima mujer por un grupo de jovencitas deseosas, que lo único que querían era sacar dinero de la bolsa de su tío, y por un instinto animal y lujurioso que él mismo ocultaba de su ser. Recordaba los mares de llanto que su tía derramó al enterarse de que su marido, su príncipe, el gran amante de sus sueños, la abandonó con todo y sus riquezas. Que la abandonó sin si quiera con una explicación, que se largó hasta Italia para no volver a verla jamás. Probablemente esos señores amantes con los que ella suele frecuentarse no eran más que un consuelo del vacío con el que ella carga. Tal vez ella trataba de reencontrar ese amor, esa pasión, esa felicidad que perdió años atrás. Galiana sabía que esas palabras, las que soltó sin pensar, eran peores que una daga incrustándose en el corazón de su tía.

Finalmente llegó a la puerta de la casa de los Cabot. Había pasado más de 2 horas fuera de allí y peor aún; nunca avisó de su salida.

Abrió la puerta y entró a la sala principal con una actitud pésima y pusilánime, donde su ama la estaba esperando con un libro entre sus manos.

—Galiana. ¿Dónde carajos te has metido? —preguntó Úrsula tranquila y con una sonrisa algo psicótica.

La patrona se levantó inmediatamente y se acercó a su criada. Galiana como reacción instantánea retrocedió un poco espantada. Mientras esto pasaba, Frederick contemplaba todo asomado desde la cocina.

—¡Dime dónde te estabas escondiendo muchacha descarada!

—¡Señora! ¡Señora! ¡Lo lamento demasiado! Por favor discúlpeme. Créame que no era mi intención llegar a estas horas y mucho menos haber salido sin avisarle.

—¡¿Y dónde estuviste?! ¡Contesta!

—Fui a visitar a mi tía —dijo finalmente—. Escuché que había estado saliendo durante el día y regresaba hasta muy tarde, así que fui a explicarle los peligros de quedarse fuera de casa en las noches.

—¡Ah! Tu tía Elizabeth otra vez —dijo calmándose y con un tono completamente diferente—. ¿Sigue tan triste como la vi hace dos meses?

—Al parecer... sí. Se ha visto con... —continuó Galiana interrumpiéndose a sí misma para no decir la vergüenza en la que su tía se encontraba.

—¿Con quién? —preguntó Úrsula exigente fingiendo compasión por la ancianita.

—Con... unos amigos, sí, unos amigos queridos de ella.

—¿Amigos? —preguntó hipócritamente la señora dando la espalda a Galiana mientras se dirigía a la cocina.

Cuando Frederick la vio dirigirse hacia ahí, salió corriendo por la puerta de la cocina hacia el patio trasero.

—Yo he escuchado que una vieja ha estado estos días saliendo amorosamente con varios hombres a la vez. Y estoy muy segura de que esa anciana tiene la misma pinta que tu tía Elizabeth.

Galiana se quedó muda por un momento.

—Pero eso no afirma nada. Así que deberías estar un poco más al pendiente de ella —continuó Úrsula.

—Eso significa que... —comenzó a decir Galiana siendo interrumpida.

—Que te voy a dar ciertas horas libres para que vayas a visitar a esa anciana, puede lo necesite. Y así ya no tendrás por qué estarte escapando sin avisar.

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