43|Diosa del Abedul

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Chérie no recordaba con claridad cuanto tardo en cruzar el estrecho en barco la pasada primavera cuando su ansiedad la consumía por ser digna de su prometido, de quien se contaban maravillosas historias de grandeza. Pero si descubrió que durante esos días de invierno no había nadie que se atreviera ha realizar ese servicio. "Loca" fue de todas la respuesta más amable que recibió en el puerto.
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Mientras, en ese momento, Christopher, Adam y Sam salían a todo galope del castillo en busca de la pérdida joya de Eastland.
Ninguno imagino, que esa jovencita había escapado de su casa a media noche y sobrevivido en medio de una fuerte ventisca. O cómo le pesaba esa aparatosa ropa invernal, ni que moría por un plato de sopa.
Pero los pronósticos eran malos, casi nulos, la nieve estaba fresca... Aún no se asentaba. Huellas eran casi imposibles de rastrear. Y solo quedó, usar la lógica más que las destrezas. ¿Dónde podía refugiarse?. Volver a Bellerose era lo más probable.
Y el único modo era por el puerto... Pero el paso era seguro estaría cerrado, nadie se iba a aventurar con semejante ventisca. Al menos un punto a su favor. Tal vez si la alcanzaban incluso en el momento en que algún marinero sensato se negara a trasladarla, Christopher podría premiarlo por su buen juicio. Por ahora restaba no perder la fe, y apresurar todo lo posible el viaje.
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La joven y osada Reina observó con discreción a su alrededor. En el lugar que a su juicio le pareció, el más decente se detuvo a amarrar las riendas de su caballo para ir en busca de algo que comer.

Entonces un indiscreto destello rojo contrastó con el gris invernal. La capucha estuvo a punto de revelar en toda su magnificencia la tiara de rubí que era el símbolo del poderío de su casa. (No tenía corazón para dejarla bajo el dominio de la casa Sworth.) De inmediato llamó la atención de unas ratas que no tardaron en notar, que la muchacha se encontraba sola en medio de ese nido de alimañas.

El lugar hedía a fritura rancia. El olor era espeso, incluso mas poderoso del aroma de los hombres que lo frecuentaban. Tubo que luchar contra las nauseas y hacer caso omiso a su olfato.

-Buenas tardes su gracia ¿hay algo dulce para comer?- le hablo a la muchacha encargada del mesón. La mujer la observo raro. Empezando por la cortesía. Luego por el fino atuendo que lucia.

-¿Dulce?- balbuceo. Tu eres lo único dulce en este lugar. Penso complicada, respiro profundo observo a algunos de esos que se habían acomodado en una de las mesas mas cercanas a la salida...

Chérie imagino que tal vez se estaba cuestionando su solvencia económica. Así que sin pensarlo puso sobre la mesada cinco monedas de plata. -¿será suficiente?- suspiro. - Para una taza de te y un panecillo. - insistió inocente de la fortuna que había revelado.

Un delicioso blanco fácil. Alguien vio su pesada bolsa de monedas.

-Su gracia... - le hablo la mujer apiadándose. Tomo dos monedas - voy a ver que puedo hacer por usted en la cocina- Se alejo la moza de cabello tan oscuro como el de la misma reina perdiéndose tras una cortina de cuentas. Un hombre salio del mismo lugar y prácticamente le tiro un tazón de avena con leche a un sujeto a su derecha.

Chérie se sacudió de la impresión. Mejoro su postura, la descortesía había servido para ponerla atenta a su alrededor.

La mujer minutos mas tarde le puso en frente una jarra de tosca alfarería con ese te humeante y un platillo de madera, con tres pequeños bollos que tenían el aspecto, algo como galletas. Pero estaban tibios. La reina bebió un poco de te. -Miel por favor- solicito cumplida. La mujer torneo los ojos negando incrédula de su solicitud. Puso en frente de ella un recipiente de algo que parecía azúcar morena y una cuchara de madera.

Owner & Lord (En Corrección)Where stories live. Discover now