78| Limonada Jengibre

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Probablemente cualquier dama de sociedad, cortesana o campesina no hubiera quedado ajena a esas magníficas escenas que se repetían con intermitencia, en mañanas o tardes completas, según el humor de Christopher y dependiendo de que asuntos de estados se presentaran y que tan urgentes podían surgir.

Para cualquier mujer, que se aprecie de tal, pero al parecer las damas del castillo no prestaron nunca la atención requerida a la situación. Preocupadas de otros menesteres. Incluso tal vez, inmunes a esos encantos masculinos. Tal vez la cercanía. Tal vez la rutina. Ese intenso vinculo que se formo tras las paredes de ese increíble fortaleza de piedra.

Esa razón por que las cortesanas de Aeval los atendían con esa dedicación y energía, estaba a la vista y paciencia de las privilegiadas de Cydonia.

¿Que se podía decir?, Kathleen era una mujer casta y devota, su educación no le permitía tener ojos para nadie mas que su marido. Cuestión a parte, eran las seguras llamas del infierno.

Scarlett tenía un interés mucho más excéntrico y elaborado para perderse en esa clase de lascivia.

Anna, había crecido entre ellos, no había nada más que un profundo sentimiento fraternal.

¿Tal vez Mila y Genevive? No era su asunto, ambas afortunadas, habían conocido a hombres perfectos y excepcionales que de inmediato llenaron todo su espacio sin obligación alguna. Con toda la libertad que esa clase de decisiones requiere.

Y luego estaba Chérie. En primera fila conocía el estado físico del hombre más codiciado de Cydonia. No podía evitar notar como sobresalía ese esculpido torso. Los marcados músculos en sus brazos y piernas.

Así como al Bastardo, que lucía algo más grueso. Pero con un abdomen que terminó por hacerla caer de rodillas ante el.

Pero nunca se sintió contrariada cuando las doncellas de detenían en su camino frente a los balcones y ventanales cuando los caballeros entrenaban.

Era todo un espectáculo en especial si la lluvia no cesaba. A torso descubierto, ver a los señores del castillo midiendo sus fuerzas, buscando afinar sus movimientos asegurándose ser cada vez más letales.
El Capitán de piernas arqueadas y esa inusual piel salpicada de pecas en ese firme vientre plano, contrastando con esos pantalones de cuero mojados de lluvia y barro.

Sam y ese cabello empapado, esos hombros anchos y su altura imponente, mientras sus hoyuelos en las mejillas se marcaban tras algún buen golpe a su contrincante.

Incluso Steve, Adam y James. Podían resultar obscenos. Tanto como un buen show VIP de striptease masculino.

Luego llegó la fijación por las hachas. Einnar Odd con su corta visita remecio la seguridad de los muchachos. Cuando en una reunión de camaradería insistió en que su misma mujer era una magnífica guerrera, una de las primeras razones que lo había enamorado.
Luego aseguró, que Chérie aprendía rápido; bien sabían los guardias de Bellerose que la princesa había aprendido a usar las dagas gracias a Einnar; y el Señor de los Vikingos no dudaba en lo letales que Mila y Genevive podían llegar a ser. Si se lo proponían.

Esa tarde se detuvo en medio de la lluvia y el barro por un segundo perdiendo toda la concentración, inmerso en ese pensamiento.
-Esa daga es tan peligrosa como su sonrisa- Había confesado Christopher.

Peligrosa... Era peligrosa. Pero la fragilidad de la maternidad de Chérie lo golpeó tan violento como esa barrida que le dio Sworth con ese madero. Mike cayo golpeándose brutal sobre el charco de agua nieve a torso descubierto embarrándose entero.

Owner & Lord (En Corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora