Prólogo.

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El silencio.

No podía escuchar más allá del eterno silencio y unos cuantos murmullos. Pero no era cómodo, no se acercaba ni un poco, sin embargo, no podía evitar sentir esa presión en el pecho, como si lo que estuviera a punto de pasar fuera algo completamente idiota. 

Conocía a mi madre, sabía que había hecho muchas cosas estúpidas en vida pero ¿modificar sin más su testamento?, ¿acaso decidiría dejarle algo a ella? Esto me tenía de nervios.

Si, era un hombre completamente sereno y tranquilo por fuera, pero si tan solo alguien pudiera leer mis pensamientos, se daría cuenta de lo ridículamente nervioso que soy. 

Crucé levemente mi pierna derecha sobre la izquierda en un intento de evitar mover mis manos de manera impaciente, sobre todo para que la manipuladora mujer frente a mí no notara la inseguridad que me avergonzaba. 

Diez minutos después visualicé a mi abogado, empuñando firmemente su portafolio de cuero, no logré recordar si lo saludé. El empezó a hablarme; en otra situación no hubiera requerido sus servicios pero esta vez, el mismo representante de mi madre me aconsejó llamarle.

No pasaron ni cinco segundos cuando dejé de escuchar y no terminé de comprender del todo lo que mi abogado me recitaba, aun así no dejé de asentir y soltar murmuros inentendibles.

Jennie me observaba fugazmente al rostro intentando obtener contacto visual conmigo, mi vista todo el tiempo estaba en ese piso de mármol color miel. No dejaría que me humillara de esa manera. Me enderecé levemente y pasé mi vista sobre ella; desafiante, dura, finalmente hicimos contacto visual  brevemente pero me detuve a observar la escena frente a mí.

Ella, con esa ridícula sonrisa, acompañada de sus abogados de los cuales seguramente no entendía una mierda. Observé su charla pero no logré escuchar nada de lo que decían. 

Uno, dos, tres... Respira Taehyung... 

—Hijos de la señora Kim, pueden pasar por favor...



Serendipia \\ kth + llmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora