04: CRIATURA

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La puerta principal de la casa fue abierta con brusquedad y Doyoung entró tiritando de frío, empapado de pies a cabeza a causa de la lluvia torrencial que caía afuera.

—¡Ya llegué! ¡Sunhee, Jeno! —gritó desde la entrada, tomando el pomo de la puerta para cerrarla de inmediato.

Maldijo para sus adentros al notar lo bastante mojada que se encontraba su camisa. ¿Por qué mierda no había llevado consigo una sombrilla...?

Cierto, porque la jodida conductora del clima había anunciado que el día estaría soleado, sin posibilidad alguna de lluvia. Y él como un tonto, se la creyó.

Su esposa apareció frente a él un minuto después de haber dejado colgado el saco y la corbata encima del perchero. —Llegas tarde, ya son las 10 de la noche —la mujer de Doyoung se mostró seria.

—Sí, ¿qué no ves que el cielo se está cayendo allá afuera? El tráfico incrementa cuando llueve, por si no lo sabías —el pelinegro dijo toscamente.

—Pero no avisas ni nada, te llamé muchas veces y nunca respondiste... ¿Así cómo sabré que estás bien, especialmente en medio de toda esta lluvia, cuando hay más peligro en las calles? ¿Qué coño tienes últimamente?

—Se le acabó la batería a mi teléfono y casualmente no llevé cargador...

—¿Y por qué no pediste uno, Doyoung? ¿Qué no tienes boca para hablar? ¿Por qué eres así?

Doyoung se desesperó ante el tono afligido de Sunhee. —¡Ya estuvo bueno! —gritó con enojo evidente—. Iré a cenar, con permiso —dijo pasando de largo de su esposa, dejándola atrás allí en el pasillo de entrada.

Procedió a sacar la comida envuelta del refrigerador y la puso en el micro para calentarla. Una vez que estuvo lista, tomó unos palillos y puso el plato de bibimbap sobre el comedor, enseguida se acomodó en la silla para disfrutar de su cena.

Un rato después, Doyoung vio a su hijo Jeno entrar cabizbajo al comedor, llevando un bloc de hojas consigo y un lápiz con borrador en otra mano, luego este se sentó al otro extremo de la mesa, justo frente a su padre. —Hola, campeón. ¿Cómo te fue hoy? ¿Y eso, vienes a dibujar un rato?

Jeno se encogió de hombros, aún con la mirada hacia abajo.

—¿Qué tienes, hijo? —extrañado por su comportamiento, Doyoung preguntó.

El pequeño negó con la cabeza y habló en voz baja. —Nada, papá.

—A ver, mírame —vio a su hijo negar de nueva cuenta, ahora varias veces—. Jeno, levanta la cabeza —ordenó en tono amenazante.

Cuando por fin su pequeño lo miró a los ojos, Doyoung pudo notar el ojo morado que destacaba en su rostro. Suspiró pesadamente.

—¿Otra vez te metiste en una pelea?

—¡Fue todo por ese maricón, papá! ¡Lo odio, me cae mal! —el pequeño gritó con una furia que hasta a su mismo padre había dejado perplejo.

Doyoung comenzó a cabrearse.

—¡Jeno! ¡¿Por qué es lo mismo de siempre contigo?! ¡Por favor, ya deja de molestar a ese pobre Jimin, Jaerin... como quiera que se llame!

—¡Jaemin, se llama Jaemin el puto!

—¡JENO, YA BASTA! —el pelinegro alzó la voz, cuando soltó los palillos con tosquedad encima del plato casi vacío—. Cuidadito con ese lenguaje, no debes ser así de malhablado, tienes casi 9 años, por Dios. ¿Qué rayos fue lo que te hizo?

—¡Pues que no es un niño normal! Habla como niña, camina como niña, se comporta como niña... ¡Lo odio! —Jeno habló exasperado.

—Jeno, ese comportamiento no es el que te enseño en casa... ¿Sabes que le estás haciendo bullying al niño?

Antítesis ᵈᵒʷᵒᵒWhere stories live. Discover now