Lo que JiMin menos esperó al llegar a casa, fue encontrar a su prometido acurrucado en el sillón, llorando.
Se acercó corriendo hacia él, asustado.
—¿Qué pasó, Kook? ¿Qué tienes? —dijo arrodillándose a su lado, cada vez más nervioso. JungKook levantó la cara, roja e hinchada, de entre las manos.
—Le pegué a Mung-ie y ahora me odia —dijo entre hipidos.
—¿Qué?
—Yo estaba estresado por el trabajo y, entonces, él llegó y puso sus patotas sobre la mesa y manchó las hojas de mi proyecto, y en el hocico traía basura que había sacado del bote de la cocina y la dejó caer en la mesa, JiMin, y, y yo, entonces, yo le di un manotazo en el lomo, ni siquiera lo pensé, pero él lloró y se fue corriendo y ya le pedí perdón, pero cada vez que me le acerco se esconde, JiMin, él me odia ahora.
JiMin no se quería reír, pero se rió e ignorando la mirada molesta de JungKook, buscó a Mung Mung, que resultó estar escondido en la bañera.
—Hey, perro cobarde, sal de ahí y ve a disculparte con JungKook —se puso en cuclillas frente al perro—, lo has hecho llorar y nadie hace llorar a mi chico.
Se levantó y sacó al perro jalándolo del collar.
—Después de todo, te lo merecías, arruinaste su trabajo, ¿qué esperabas? —Mung abrió el hocico y empezó a hacer unos sonidos extraños—. No, señor, no me resongue, va y se disculpa, sin peros.
Llegando a la sala, lo empujó hacia JungKook, que al verlo, comenzó a derramar más lágrimas.
Mung fue hasta él, le gimoteó y después se subió a su lado, restregando su cabeza en el hombro de JungKook, que lo abrazó y comenzó a pedirle perdón.
—JungKook, no hagas eso, va a creer que no ha hecho nada malo.
—Y no lo ha hecho, es un bebé, JiMin, no sabe lo que hace —el nombrado rodó los ojos.
Claro, Mung Mung no hizo nada malo, pero entonces, ahí estaba JiMin en la madrugada, ayudando a JungKook a pasar en limpio todo lo que el perro había arruinado.
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