Capítulo 08

4.8K 420 179
                                    


C A P Í T U L O   0  8

IAN DEATH OR DE'ATH



—¡Nunca manejas bien, Ian! —Exclamó mi madre con histeria, soltándome un manotazo en el hombro. Hice una mueca de dolor y reí entre dientes, apagando el motor del auto y sobando la zona. Ella siempre quería que manejara con lentitud y precaución, cosa que no lo hacía para molestarla un rato y reírme de sus nervios.


Saqué las llaves del contacto y me desabroché el cinturón de seguridad para salir del auto. Una vez afuera puse la alarma y flexioné mi cuello, haciendo crujir todos mis huesos.


Caminé a un lado de mi madre hacia la entrada del restaurante y acomodé la cachucha que tenía puesta colocando la visera hacia atrás. Miré por un breve segundo el letrero que anunciaba que vendían comida rápida y chasqué la lengua, empujando la puerta para entrar.

Observé el panorama que se presentaba ante mis ojos y me agradó que no hubiera tanta gente dentro; así nos atenderían rápido y no habría tanto ruido y personas histéricas por sus pedidos.

Escogimos la mesa más retirada del lugar por petición mía y tomamos asiento. Mi mamá bostezó y me acomodé con comodidad en la silla, reposando mis brazos sobre el respaldo de la misma.

Una mesera joven se acercó inmediatamente a atendernos, presentándose y dejándonos los menús. Le calculaba mi edad o un año menor. Vestía el uniforme del restaurante, que consistía en una falda circular color negra por la mitad del muslo y una camisa ajustada blanca.


Le agradecí cuando se retiró y apoyé los codos en la madera de la mesa, examinándola de arriba a abajo mientras caminaba dentro de la cocina. Tenía que admitir que tenía buenas piernas.

Un golpe sordo en la mesa me hizo dejar de mirarla y ponerle atención a mi madre, que me fulminaba con la mirada.

—¡Esas no son maneras de mirar a una mujer! —Siseó, manoteando mi mano —. Por el amor de Dios, Ian, deja de ser tan descarado.

—La carne es débil, mamá —me excusé, lleno de diversión.


Suspiró, negando con la cabeza, preguntándose el porqué me comportaba así de sinvergüenza.
—Contigo nunca se puede, Ian.

Pasé mi lengua por todas mis muelas y me enserié.  —Ya. ¿Sacaste el justificante por haber faltado lunes, martes y miércoles?

El miércoles también había faltado, más que nada por flojera, porque la enfermedad se me había ido completamente.

—Sí. El director dijo que no había problema, pero a partir de mañana tienes que ir —Dijo, mirándome con las cejas levantadas —. Y tienes que ponerte al corriente con todas las actividades que hicieron los días que faltaste.

—Qué flojera —me quejé, haciendo un ademán con la mano.

—Qué flojera ni que nada —Repuso, frunciendo las cejas en mi dirección con desaprobación —. Te vas a poner a hacer todas las actividades, Ian.

Quiero Odiarte ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora