4.

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Oscuridad, silencio y tranquilidad. Ella está a un lado de la cama y en el opuesto se encuentra él, su chico, su Alfred. Suspira y lo mira, no se tocan, ni tan siquiera se rozan sus suaves dedos. Se limitan a coexistir, compartir aire y a respetar, muy de vez en cuando, el espacio que tienen que compartir. Ella desea con todas sus fuerzas girarse y abrazarlo por la espalda, como cuando estaban en la Academia, sentir su calor y dibujar un camino de besos en su espalda. Pero no lo hará. Y sabe que no lo hace por una simple cuestión de orgullo, porque es una cabezota y lo peor de todo es que lo reconoce. Sabe que aquello que les pasa podrían solucionarlo con una conversación en profundidad, poniendo todas las cartas sobre la mesa y siendo sinceros. Ambos son adultos, ella está segura de los sentimientos que tiene hacia él, pero ¿y Alfred? ¿Duda?

Pero de pronto, él se encuentra a su lado, un montón de cámaras los enfocan, les hacen mil preguntas y ella, como en un arrebato, le coge de la mano porque se siente desamparada y él le aporta la seguridad necesaria para soportar el aluvión de cuestiones que les plantea la prensa. Otra vez no, las mismas preguntas, la misma sonrisa perfecta y congelada que finge que todo está bien. Pero no, no está bien; esa sensación se le instala en el pecho. Piensa en salir huyendo, pero esa fuerza le ha paralizado de tal modo que no puede moverse y tampoco es capaz de respirar con normalidad.

Alfred se gira, pero al mirarlo es un desconocido. No es Alfred, no es su chico del trombón, no es su sol que calienta sus huesos. Se agobia, respira rápido, presa del miedo de no conseguir identificar de quién se trata. Esa persona intenta abrazarla, pero ella forcejea para evitarlo. Lagrimas naciendo en sus ojos. Viste como él, huele como él, tiene las palitas separadas y los ojos llenos de estrellas pero no es Alfred. Las lágrimas empiezan a poblarrecorrer su rostro y su voz no responde a los gritos de auxilio que desea expulsar por la garganta.

Cierra con fuerza los ojos. Quiere huir, pero, como un susurro, escucha una voz lejana que le llama por su nombre y unas leves caricias en su cara.

— ¡Amaia! ¡Amaia! ¿Qué te pasa? —pregunta él con preocupación. No hay ni una sola luz que ilumine su rostro pero sabe que tiene los ojos abiertos y la frente arrugada. Le late el corazón deprisa y se muerde con fuerza los labios—. Amaia, era sólo un sueño. Era una pesadilla. Tranquila. Estoy aquí.

—Es que... es que... parecía tan real. Eran recuerdos —empieza ella nerviosa. Su voz le sale entrecortada, sigue con el nudo en la garganta y gotas de sudor empapan su frente—. Estábamos los dos, en la etapa de Eurovisión y... Dios, ha sido horrible sólo con soñarlo. Y luego estabas tú, ¿te acuerdas de las entrevistas que tuvimos el día de antes de la PreParty en Madrid? —Alfred asiente despacio mientras le acaricia con ternura su pelo y le aparta de su rostro los mechones más rebeldes—. Pues era tu cuerpo, pero no era tu cara, no sé quién era, pero no eras tú. Y me dolía otra vez en el pecho, aquí —sin permiso, le coge con delicadeza la mano y la coloca sobre su cuerpo, enseñándole el lugar—, y no podía gritar ni podía hacer nada.

—Sht, tranquila —aparta su mano para estrecharla entre sus brazos con todas las esperanzas de que ese simple gesto sea capaz de devolverle la paz que necesita en ese momento—. Ya ha pasado todo.

—Lo sé... —dice ella recuperando un poco la calma—. Gracias, Alfred.

—¿Gracias? ¿Por qué? —le pregunta extrañado sin separarse aún. Tiene su cara enterrada en su cuello, sintiéndola más cerca de él.

—Por todo, por estar cuando te necesito. Siempre nos vamos a tener el uno al otro, ¿verdad? —la preocupación se ha instaurado en su rostro y él lo nota sin ni siquiera verla—. No nos volverá a pasar como en Eurovisión. Prométemelo.

—Claro que no, mi amor.

La besa, porque sabe que ese beso es como la firma de un contrato inquebrantable, y que el simple gesto de juntar sus bocas le tranquiliza. Ni siquiera le ha llamado la atención por utilizar ese apelativo, porque sabe que, en esa inseguridad que ahora la inunda, lo que realmente necesita es amor.

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