Todos tenemos una historia que contar (Parte I)

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- Se ha hecho público, Natalia. Se acabó. Lo saben todo.

Las palabras de Miki resuenan en mi cabeza mientras le miro ahí parado al lado de la puerta. Sólo le miro, pero no le veo. Mi cabeza, mi vista y el resto de mis sentidos están muy lejos de este momento. Un momento que llevo temiendo cuatro años, desde que hice algo de lo que me arrepentiré toda la vida. No me dejaron elección, no tuve más remedio, fue como intentar atrapar el mar con las manos, pero al final, el mar me acabó atrapando a mí. Opuse toda la resistencia de la que fui capaz, gané todo lo que pude ganar, pero acabé perdiendo mucho más. Y ahora estaba a punto de perder aún más.

Mis ojos se vuelven a centrar en Miki y su silueta vuelve a aparecer ante mis ojos, ahora sí le veo. Me mira con cara de circunstancias, veo el pánico reflejado en su rostro, mientras que el mío refleja una calma impropia del momento que estamos viviendo. Suelto un suspiro que refleja la resignación, enfado, frustración y alivio que estoy sintiendo.

- ¿Qué saben? – Le pregunto, hablando por fin.

- Todo, absolutamente todo. – Contesta viniendo hacia mí. – Ya verás, pon cualquier periódico.

Le hago caso y empiezo a buscar en internet las páginas webs de los periódicos. Efectivamente, la noticia es portada en la mayoría de ellos. Miki tiene razón, sale absolutamente todo, con pelos y señales, tal y como me había imaginado que pasaría. Cierro el portátil y me giró para mirarle.

- Sabes lo que significa esto, ¿no? – Le veo asentir. - ¿Y lo que implica? – Vuelve a asentir. – Pues convoca una reunión urgente con nosotros a la mañana y otra por la tarde con Alba y las demás. Yo tengo que hacer un par de cosas antes.

Sabía de sobra lo que tenía que hacer. Llevaba cuatro años imaginando este hipotético escenario en mi cabeza para que cuando sucediese, yo tuviera trazado un plan de huida. Una huida que consistía en ponerme en primera línea de batalla, en sacrificarme yo para que otros no tuvieran que hacerlo. Toda mi vida había consistido en librar las batallas de otros y esta vez, no iba a ser distinto.

- Nat, sabes que no tienes que hacerlo. Tienes nuestro apoyo. – Dice poniéndome una mano en el hombro. – Encontraremos otra solución.

- Ya sabes que no, Miki. Te lo agradezco, pero no. Ya hemos hablado de esto muchas veces. – Pongo mi mano sobre la suya y se la aprieto levemente. – Sabes tan bien como yo que no hay otra solución. Así que convoca esas reuniones, por favor.

Observo cómo se va hacia la puerta derrotado, no dice ninguna palabra más, pero tampoco hace falta. Es mi amigo y sé que lo haría todo por protegerme, por eso no quiere exponerme de esta manera ni echarme a los leones, pero es que hace tiempo que me convertí en una presa.

Sacudo la cabeza intentando dejar a un lado estos pensamientos y me dispongo a escribir dos cartas y un contrato. Las cartas no me llevan demasiado tiempo, las tenía casi pensadas desde hacía años, pero ese contrato era algo que no pensaba haber escrito en la vida.

Una vez que tengo todo redactado, me dirijo a la sala de reuniones a esperar a mi equipo.

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Entro en mi despacho, lanzo las cosas sobre el sofá y salgo directamente al balcón. No puedo parar quieta y mis pies están a punto de hacer un surco en el suelo. La reunión había sido tal y como lo esperaba, un desastre. Todos sabían lo que les iba a decir, lo habíamos hablado muchas veces. Pero una cosa es imaginártelo y saber que puede pasar, y otra cosa es cuando ocurre de verdad. Y se acababan de llevar una bofetada de realidad.

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