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Sonrió encantada al ver los mensajes, y los respondió rápidamente siendo correspondida de la misma manera por el joven. Pasaban horas, desde la mañana hasta que la luna adornaba el cielo en vez del sol, escribiéndose sin descanso. No importaba de que era el tema, parecían nunca aburrirse.

De un tema pasaban a otro sin saber cómo o cuando. Pero en realidad no importaba siempre y que ambos siguieran conectados. Sin importar la distancia que lastimosamente los separaba.

Sin quererlo, el pasar un día sin hablar con esa persona parecía más un castigo. La ansiedad la sometía a una tortura que solo acababa al oír la voz del pelirrojo, el leer sus chistes y terminar sus días con un “buenas noches” y comenzarlos con un “hola” por parte de ambos.

Su corazón palpitaba desbocado cuando realizaban llamadas y reían sin parar en ellas.

Se sentía feliz, su soledad podría llegar a su fin. No importaba que no estuviera cerca, porque sus dulces palabras eran el consuelo que la animaba a seguir, que la alentaba a pesar que no estaba sola, que podía seguir adelante.

Eso era lo que sentía, pero se preguntaba en estos momentos... ¿Quién se ha equivocado?

Comenzó el día como siempre, era una costumbre que ella fuera la primera en despertar

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Comenzó el día como siempre, era una costumbre que ella fuera la primera en despertar. Por lo que al igual que otras veces, le envió un mensaje de “Buenos días” acompañado de un corazón en modo de cariño.

Sabía que ese pelirrojo despertaba tarde, también al ser algo notoria la diferencia horaria. Aunque no podía pasar todo el día con el teléfono, porque pronto tenía que ponerse en marcha para limpiar la casa y así después tener tiempo que usaría para escribir todo el día con ese chico; Kirishima. El chico que le gustaba.

Terminó como a la hora prevista y sin perder más tiempo fue directo a su teléfono para revisar los mensajes que posiblemente estén esperando a ser leídos.

Extrañamente, no encontró nada. Hizo una pequeña mueca de confusión, pero no le dio mucha importancia. También podría hacer otras cosas para pasar el tiempo, como ver videos o escuchar música. Tarde o temprano le enviará una respuesta. Y así fue, algunas horas más tarde el mensaje por fin llegó.

La respuesta fue un simple: “Hola”. Lo conocía y sabía que al principio de las conversaciones al iniciar el día siempre era algo borde, pero en esta ocasión eso se extendió a todo el día.

En un momento de la conversación, se animó a preguntarle que le sucedía. Pero una de las cosas que lo caracterizaban era que no le gustaba decir lo que sentía, contar sus problemas y dolencias. Así que su respuesta obvia fue: “Estoy bien”.

Siguieron hablando, como siempre. Pero algo iba cambiando. Ahora las conversaciones parecían más forzadas. Los mensajes que se contestaban a segundos pasaron a ser horas. Y las palabras de aliento para el otro cuando se sentía mal terminaron en un simple: “Mejórate“

Se dio cuenta de que solo ella intentaba mantener la conversación viva y eso le hizo entrar en duda. ¿Será que él la buscaría si deja de hablar con él? Siempre había sido ella la que lo buscaba, mensajeaba y se preocupaba en todas las ocasiones. Quería saberlo, quería probar.

¿Se preocupará por ella?

Desapareció.

Decidió esconderse de todos por un tiempo, el cual fue una tortura para ella, pero necesitaba una prueba. Solo algo.

Y sí, la tuvo. Varios mensajes llegaron de parte del chico. Preguntando por ella. Se sintió tan feliz y ahí lo entiendo. Tenía muchos contactos y personas con las que solía hablar, pero el fué el único en preocuparse por ella. Su corazón lleno de emociones, apenas consiguió lo que deseaba, volvió a conectarse.

Las conversaciones volvieron a surgir como antes. Llenas de interés, cariño, alegría y necesidad.

Se sentía bien nuevamente.

Una pregunta siempre rondaba por su mente y era: ¿Ella fue quién hizo mal? ¿Ella tenía la culpa o él?

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Una pregunta siempre rondaba por su mente y era: ¿Ella fue quién hizo mal? ¿Ella tenía la culpa o él?

Ya nada era igual, la distancia ya no sólo era física, sino también afectiva.

Podían pasar horas o incluso días pero no se preocupaba por enviarle un mensaje. Las palabras eran secas y cansadas, como si hablar con ella fuera la verdadera tortura. El dolor de cabeza incrementó a causa de esos sentimientos que la perseguían. Un malestar que persistía en ella cuando a veces veía que se encontraba en línea, pero no respondía a sus mensajes.

Pero tampoco hizo mucho, también se dio cuenta. Se estaba distanciando de la misma manera.

Estaba mirando al techo desolada. Extrañaba la sensación de no sentir nada, sin embargo ella nunca aprendía y seguía dándole su amistad, cariño y confianza a gente que no la valoraba. Con él fue lo mismo, hizo lo mismo que otras personas pero ya estaba acostumbrada.

Revisó su móvil una vez más y no encontró ningún mensaje.

Observó por un largo rato la pantalla hasta que lo decidió, era doloroso ver que estaba ahí, pero no estaba ahí para ella. Que todas las promesas y palabras solo pasaron a ser recuerdos, como todos los momentos que habían pasado juntos sean menospreciados.

Podría ser que haya encontrado a personas mejores o tal vez estaba pasando por un mal momento. Pero, si no le permitía ayudarlo, ¿qué podría hacer? Ya había dado todo lo mejor de si solo para que sea deshecho.

Continuó buscando entre la lista de contactos el nombre con el que fue agendando y ahí estaba. Lo presionó hasta que aparecieron los tres puntos y la opción de “eliminar”.

Tanto había dado que ahora ya nada quedaba. Su corazón que late con lentitud, golpeaba su pecho como si fuera un martillo que intentaba matarla. Sus ojos que se nublaron por la tristeza, fueron bajando por sus mejillas en forma de lágrimas y un último susurro que selló lo que alguna vez fue un bonito sentimiento y una buena amistad: “Te quiero, Kirishima”.

√ Este contacto ha sido eliminado.

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Kirishima escenarios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora