LOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA

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                    CAPÍTULO 2

Los primeros años en la vida de Leonardo fueron muy difíciles.
Sus padres soportaron una racha económica totalmente desfavorable, a tal punto que las deudas crecieron día a día. Ese remolino devastador fue provocado por la falta de dinero que les generó muchísimos inconvenientes, llevándolos al precipicio del debacle económico.
Dicha desgracia cayó sobre los hombros de Jerónimo por la pérdida de su puesto de trabajo, las excusas que los empresarios dieron para dejar en la calle a ciento cincuenta y tres empleados fueron varias, dijeron cosas como por ejemplo, que por culpa del desequilibrio macroeconómico la economía del país se tornó inviable, llevándolos a una fatídica e incomprensible quiebra por falta de reglas e incentivos elementales a la hora de invertir. 
Mucha gente quedó en la calle debido a ese brutal cierre, obligándolos a conseguir un nuevo empleo. Toda una odisea para el argentino promedio y más aún a la hora de lograr el sustento familiar.
Como el padre de Leonardo tuvo esa penosa dificultad, no logró tener lo indispensable para equilibrar la economía doméstica de su núcleo familiar, por ende la situación económica se fue complicando a través del tiempo.
Dichos inconvenientes fueron los precursores del abultamiento de deudas tales como, el atraso en las cuotas de los muebles, la acumulación en los pagos de los servicios y la deuda más complicada fue el atraso de los tres meses del alquiler. Este último lo consideraron el más traumático, ya que tuvieron que soportar estoicamente las quejas del propietario a través de sus repetitivas escenas de enojo contra la joven pareja.
Pero a pesar de sus penurias económicas, intentaron sobrellevar ese mal trago de la mejor forma posible. Siempre trataban, dentro de sus posibilidades, hacer sus respectivas tareas con muy buen ánimo.

Leonardo a los seis meses de vida tuvo un comportamiento muy peculiar, si se lo hubiese comparado con un chico de su misma edad. 
Prácticamente no dormía, comía muy poco, poseía una fuerza física llamativa y su principal rareza fue haber comenzado a caminar con solo medio año de vida.
Como era de costumbre, Leonardo estaba parado en el carrito de bebé sacudiéndolo de un lado a otro, esa era su forma de divertirse.
Justo en ese momento llegó su tía Johanna, para ser testigo de algo que en esa casa era cotidiano.
Johanna le dijo a Isabel: 
—Isabel, ese chico se va a matar.
—Lo hace todos los días, ¡es imparable! —dijo Isabel con un dejo de resignación y siguió diciendo—. Si no lo dejo jugar de esa manera, se pone a llorar.

Pero la fatalidad se hizo presente. Inexplicablemente el carro por algún motivo misterioso o casual, se desplazó hacía la puerta de la cocina y cuando pasó el umbral, se volcó, quedando boca abajo. El infante después de tal accidente, no emitió sonido alguno, lo cual provocó el pánico de Isabel, diciendo: 
—¡Se mató!
El silencio, que dió la impresión de ser eterno, fue rasgado por un pequeño rugido y simultáneamente, el carrito fue expulsado hacia delante. Dicho carrito golpeó a ambas mujeres sin provocarles daño alguno. Sólo algunos pequeños rasguños y un gran susto.
Simultáneamente al hecho, se produjo una situación llamativa, un corte del suministro eléctrico provocó un apagón en la zona donde vivían.

Por todas ésas situaciones, la preocupación de Isabel y Jerónimo fue creciendo, a tal punto que los obligó a consultar a un pediatra. Querían analizar junto al facultativo, la mejor opción o tratamiento si fuera necesario.
El pediatra, luego de analizar la situación y corroborar en persona la hiperactividad del niño, llegó a una conclusión dando su diagnóstico. Dijo a grandes rasgos que si bien el niño tenía un comportamiento explosivo, también dijo que poseía un excelente estado de salud y como tratamiento le recetó un calmante que debía tomar por veintiún días.
Cumpliendo con lo recetado por el doctor, comenzaron a suministrarle el calmante y al cabo de una semanas, Isabel llegó a una conclusión que quería compartir con Jerónimo, para luego, tomar una decisión juntos.
—Hace una semana que le estoy dando religiosamente la medicación y no vi efecto alguno. ¿Vos notaste algo diferente? —dijo Isabel.
Jerónimo, se quedó pensando y luego de reflexionar, le respondió:
—No, no he visto ningún cambio significativo. Sinceramente pensé que se hacían visibles con el tiempo, de forma gradual.
Isabel asombrada dijo:
—Según se especifica en el prospecto del medicamento, los efectos son inmediatos. Es más, como seguía igual, super hiperactivo, tomé una pastilla para ver si me provocaba algún efecto, ¿y sabes qué pasó?, me quedé dormida, menos mal que estaba mi hermana Johanna.
Jerónimo, pasmado y asombrado le dijo:
—Tenés razón, esto es raro. Me parece que tenemos que dejar de darle ese medicamento, ¿qué opinás?
Haciendo un claro gesto de consentimiento, Isabel le dijo: 
—Eso mismo pensé yo. Vamos a dejar de darle esas pastillas. Tengo miedo que le haga mal. 

Hasta los tres años, las hazañas de sus travesuras se hicieron conocidas en toda su familia y también se propagó por todo el barrio, muchas de las cuales eran llamativamente extrañas y difícilmente creíbles. 

Una mañana, Isabel escucha hablar a Leonardo y se preguntó: 
—¿Con quién está hablando?
—¿Con quién estás hablando, Leo? —dijo Isabel al encontrar a Leo.
—Con mi amigo, ¿no lo ves? —respondió el niño.
—¡Ah, sí!, tenés razón. No lo había notado —Isabel respondió, siguiéndole la corriente, ya que dicen que todos los chicos tienen un amigo imaginario. 

Algo estaba por cambiar en la familia y fue el anuncio de la llegada de un nuevo integrante, Leonardo iba a tener un hermanito.
Los padres temerosos creyeron que se pondría celoso y sucedió todo lo contrario, lo esperó pacientemente.
Y luego de nueve meses por fin llegó el nuevo integrante a la familia. Para un chico hiperactivo lo mejor es un bebé, ya qué son muy demandantes. Leonardo tenía cuatro años, su alegría se hizo visible y su temperamento cambió radicalmente.

Al pediatra no le cerraban las cosas, Leo nunca se enfermó, su fuerza era llamativa. Por otra parte, estaba dando muestra de una inteligencia sobresaliente y una memoria envidiable.



       ADN. LE-ON                                       Donde viven las historias. Descúbrelo ahora