MIRANDO LAS ESTRELLAS

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                          CAPÍTULO 3: 

Algo oscuro y maligno estaba merodeando a Leonardo. Todo comenzó con pesadillas recurrentes donde seres monstruosos querían hacerle daño. Por tal motivo sus horas de sueño se redujeron a una o dos horas por noche, disminuyendo drásticamente su descanso reparador.
Debido a la persecución que sufrió el niño, los días que siguieron se transformaron en una carga muy pesada para alguien de tan corta edad. Un cansancio pertinaz lo torturó constantemente. Hecho que fue provocado por las noches traumáticas que padeció siendo víctima de alguna entidad que lo persiguió por siniestros motivos, acechándolo desde la impunidad que ofrece la oscuridad.
Una situación diferente aconteció que lo perturbó profundamente a tal punto que marcó toda su infancia con una sensación de profunda impotencia ante lo oculto. Ocurrió luego de haberse despertado por la madrugada donde vió frente de su cama a dos siluetas. En un principio creyó que eran sus padres, hasta que se dió cuenta de la cruda verdad, ellos se encontraban durmiendo en su respectiva habitación.
Entonces ante semejante panorama miles de preguntas se abarrotaron en su mente queriendo encontrar una respuesta lógica ante el hecho que tuvo frente a sus ojos, provocándole un sudor frío que corrió por su espalda estremecindolo hasta los huesos. Hasta que de pronto sintió una sensación aterradora que lo empujó a la desesperación. Tomó conciencia del peligro en el que se encontró. Sintió miedo, mucho miedo. Miedo y espanto, que caló en lo más profundo de su alma. Pero a pesar de estar paralizado pudo realizarse la siguiente pregunta:
—¿Quiénes eran esos dos individuos?

 Pero a pesar de estar paralizado pudo realizarse la siguiente pregunta:—¿Quiénes eran esos dos individuos?

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Inmediatamente le ocurrió algo extraño, algo totalmente nuevo, incomprensible para él. Algo emergió desde las profundidades de su ser, dando señales visiblemente marcadas en su cuerpo. El niño comenzó a temblar de una forma sobrenatural, como si quisiera tomar el control de su movilidad y recuperar el dominio de su cuerpo. Las dos siluetas oscuras se fueron desplazando por los costados de la cama, colocándose a ambos lados. Claramente tenían la intención de llevárselo, grave error para ellos.
Leo, al sentir que lo habían inmovilizado con alguna fuerza desconocida, tuvo una transmutación interna. Pasando del miedo y el terror que sintió en un principio a una sensación que se abrió paso entre sentimientos de ira y venganza desenfrenadas. 
El niño los miró fijamente, como si quisiera matarlos con la mirada. Entonces se desató algo nuevo e inesperado. Un resplandor inundó toda la habitación, dando como resultado la destrucción de los dos seres. De ellos solo quedaron cenizas.

Luego del extraño episodio, Leo gritó, gritó mucho. Fue un grito de desahogo, ya que había recobrado el control de su movilidad. 
Su madre acudió creyendo que le había sucedido algo grave. Intentó calmarlo por todos los medios. Le dió un vaso de agua y le dijo:
—Respirá profundo. Uno…, dos…, tres… Muy bien, ahora contame, ¿qué pasó, hijo? ¿Tuviste una pesadilla?
Leo respondió contándole todo lo sucedido. Y sólo lo pudo hacer de una forma, entre llantos de impotencia e incomprensión.
Impotencia porque no tuvo el control de la situación e incomprensión porque no supo, ni entendió y lo más grave fue el hecho de no saber ¿para qué?, ¿por qué? irrumpieron en su hogar.
—¿Qué fue todo eso? ¿Por qué me sucedió eso a mi? Realmente sentí que me querían hacer daño. Estoy seguro… Pero, ¿por qué? —se preguntó.
Solo tenía una certeza y una sed de venganza contra aquellos que le quisieron hacer daño.

La infancia de Leo fue muy complicada a partir de los ocho a nueve años. Fue duro, muy duro para él, porque tuvo que soportar casi todas las noches pesadillas terroríficas. Donde los seres que veía en sus sueños, solían ser monstruosos y siempre querían hacerle daño, tanto a él cómo a su familia. Se sintió acorralado e invadido. Y como dice un dicho japonés: "Si un ratón se siente acorralado y no encuentra una salida, en su desesperación por salvar su vida, puede dañar y quizás hasta matar a un gato".
El asedio psicológico fue brutal, como si quisieran doblegar su voluntad. Pero todo tiene un límite. Llegó el día en que se dijo: 
—¡Hasta acá llegaron! ¡Se acabó mi paciencia! ¡Ya me cansaron!
Entonces, se propuso a sí mismo darle un corte definitivo al problema. Y en una noche oscura, donde la desolación quería marcar el paso amenazando desde las profundidades oscuras de la psiquis humana, Leo tomó una decisión: pelear. Rendirse no era una opción. Sólo los cobardes se rinden. 
A esas alturas la firme decisión mezcladas con la valentía dio como resultado las ansias de liberación, obligándolo a confrontar y luchar por su propia vida. Leonardo se dijo a sí mismo:
—Es la última vez que me torturan. Esto no es vida. No solo duermo muy poco, además siento esa sensación de asfixia insoportable provocada por algo invisible a mis ojos, que por algún motivo no puedo ver. Por lo tanto, si quieren guerra, se las daré. Que pase lo que tenga que pasar. No tengo miedo alguno.
Esa misma noche, cómo se encontró muy cansado y agotado por dormir tan poco durante tanto tiempo, se entregó sin darse cuenta a los brazos de Morfeo. Entró en un mundo que ya le era conocido.

Allí, Leonardo estaba sentado en un restaurante comiendo con su familia y de repente, debajo de él se formó un remolino que lo succionó

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Allí, Leonardo estaba sentado en un restaurante comiendo con su familia y de repente, debajo de él se formó un remolino que lo succionó. Fue cayendo dentro de ese vórtice donde la velocidad fue vertiginosa. Sólo alcanzó ver luces multicolores e imágenes de mundos insondables. El tiempo pasó de manera muy diferente como si todo estuviese ralentizado.
Sorpresivamente sintió que fue expulsado, cayendo pesadamente en un lugar sombrío, tétrico, pareció ser otro planeta, otra dimensión o quizás el mismo infierno. De la nada aparece un ser extraño, muy alto, que quería darle órdenes; pero, Leonardo totalmente indignado le dice:
—No voy a seguir escuchándote. Esto se termina acá. Estoy harto. Voy a dar pelea. 
El extraño ser se ríe a carcajadas, burlándose del niño, diciéndo: 
—¿Y cómo pensás hacerlo? Si eres apenas un gusano de mierda.
Leo le respondió mirándolo muy desafiante:
—Con mi voluntad. Con la fuerza de mi alma.
Justo en ese instante algo cambió. El niño sintió una libertad. Un poder que corría por sus venas y dijo: 
—¡Basta!
Y, como si se tratase de una explosión termonuclear, todo el lugar fue arrasado. Quedando solamente Leonardo parado en medio de la nada.
El niño se despertó, tranquilo y relajado. Sabiendo de su victoria.

En la noche siguiente, Leonardo estaba sentado plácidamente en el fondo de su casa. La madre viéndolo solo y tan tranquilo, mirando el cielo estrellado del mes de julio, le preguntó:
—Leo, ¿qué estás haciendo en el patio, de noche y mirando el cielo?
El niño la miró y le dijo: 
—Mamá, estoy observando mi hogar. De allí prevengo —apuntando con su dedo un punto brillante del firmamento...

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