LA BÚSQUEDA

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                            CAPÍTULO 4: 

Después de las situaciones extremadamente difíciles de comprender para un chico de tan corta edad, sólo tuvo dos opciones: sumergirse en una profunda y cruel depresión o comprender lo incomprensible, buscando lo inalcanzable.
Comenzó siguiendo el sendero religioso, aferrándose a la fe católica heredada de sus padres, ya qué, fue lo único que tuvo a mano. Indagó las implicancias de su religión con aquello que tuvo a su alcance, tratando de acatar todos los preceptos estipulados por el dogma. 
Para ese entonces, Leonardo con nueve años, cumplió con las costumbres de un buen católico, preparándose para su primera comunión recibiendo los cursos de catequesis en la parroquia de su barrio.
Pero, para Leo, sólo fue una formalidad. Sus conocimientos en religión crecieron día a día, con una mente abierta a nuevas informaciones que lo llevó poco a poco a buscar más respuestas a sus infinitas preguntas.
El niño tuvo una memoria envidiable y grandes conocimientos en cristinismo, motivo por el cuál, llegó a ser conocido por sus largos debates religiosos poniendo en ridículo, sin buscarlo, a cuanto fanático se cruzara en su camino, dónde Leo, no sólo era imbatible, era letal contra evangélicos radicalizados.
Leonardo estudió el antiguo y el nuevo testamento totalmente de memoria, haciendo gala de su potencial como autodidacta.
Mientras estuvo recibiendo la última clase de catequesis dictada por un sacerdote recién recibido, irrumpieron intempestivamente cinco individuos, en un lugar donde sólo se encontraron niños muy chicos cursando su última clase.
El grupo lo lideró un pastor evangélico, de muy malos modales y cuatro seguidores que lo acompañaron como sus fieles vasallos, ostentando estos últimos una actitud bastante prepotente que se hizo visible en sus rostros marcadamente desfigurados por el odio y el resentimiento inducidos.
Se presentaron con la intención de discutir mano a mano de religión. El sacerdote no entendió lo sucedido en un principio, pensó pues, dentro de su ignorancia, que él había sido elegido para debatir de cristianismo, siendo representante de la Iglesia católica, pero nada más lejos de la realidad. El pastor lleno de sentimientos egotistas, cegado por un fanatismo recalcitrante y bloqueado por un orgullo banal aclaró que su objetivo era discutir con Leonardo. Lo eligió como contrincante, ya que el niño, avergonzó días atrás a varios de sus seguidores.
El sacerdote totalmente confundido y maravillado a la vez dijo:
—Me parece bien, ¿pero usted no es un poquito grande para discutir con este niño de nueve años? Igualmente quisiera ver ese prodigio si me lo permiten. Sinceramente estoy muy sorprendido e intrigado a la vez —hace una pausa —. Bueno, sin más preámbulos, cuando quieran pueden empezar.

El cura los ubicó a ambos contendientes, en frente del salón, sentados cómodamente y quedando cara a cara.
También invitó amablemente a los seguidores del pastor, para que puedan ser testigos del debate. 
El predicador queriendo demostrar conocimientos superiores increpó a Leo con una pregunta: 
—¿Por qué decís que cada uno de nosotros puede por sí mismos encontrar el camino de la salvación? Tiene que haber un pastor, un guía que ordene el rebaño del señor, de hecho vos estás acá bajo la supervisión de un sacerdote católico, ¿no son contradictorios tus dichos?
Leonardo lo observó con cierta indulgencia y muy tranquilamente mirando hacia a otro lado como si quisiera ver la respuesta menos agraviante para el exacerbado pastor, le dijo lo siguiente:
—Con todo respeto, se lo responderé diciendo lo mismo que dijo el Maestro Jesús cuando alguien se acercó y le preguntó: “¿dónde estaba el Reino de los Cielos?” A lo cual él contestó: "El Reino de los Cielos está en vosotros, donde esté vuestro tesoro ahí estarán vuestros corazones".
El pastor, por algún motivo difícilmente visible pero fácil de deducir por su propia lógica, se mostró más enojado. Como si hubiese sido ofendido por algún motivo desconocido y mostrando una indignación reprimida respondió enfurecido lo siguiente:
—¿Pensás que nosotros los pastores somos parásitos y totalmente prescindibles? ¿Quién dirigirá al rebaño hacía las puertas del cielo? ¿Cada persona por sí misma?
El niño respondió: 
—Si, cada ser con alma tiene la capacidad intrínseca de resolver sus propios conflictos y llegar a las Puertas del Cielo por sí mismos. La Fuente de Vida está muy cerca, tan cerca que sólo hace falta mirar dentro nuestro, ya que somos el Templo vivo del que creó todo el universo.
El predicador dijo totalmente desencajado:
—¡Eso es una blasfemia!
El sacerdote queriendo moderar un poco la conversación dijo: 
—Disculpe señor, pero ¿bajo qué argumento usted dice semejante cosa? ¿Por qué es una blasfemia? ¿En que se basa?, el chico no dijo nada malo, muy por el contrario, está hablando de la íntima relación con Dios y eso es muy positivo. Bueno, sigan hablando y disculpen mi intromisión.
Leo mirando al cura le dijo: 
—Tiene toda la razón, ¿porque está mal interactuar con la Esencia Divina que está dentro nuestro sin un interlocutor que interfiera? Jesús nos dijo en su momento: "¿Qué Padre le niega algo a su hijo? y si vosotros que sois imperfectos sabéis dar a vuestro hijos lo que es bueno, pensad en lo mucho que vuestro Padre que está en los Cielos dará buenas cosas a aquellos que le pidan. Por lo tanto, pedid y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad y la puerta se os abrirá". El Maestro lo dijo claramente y seguro recordarás su hermosa enseñanza cuando nos mostró las bondades del Padre: "Si Dios asiste a la hierba que hoy es y mañana es echada en el horno, cuánto más dará a sus propios hijos". Y también demostró lo generoso que es cuando dijo: "Pues todo aquél que pida recibirá y todo el que busque encontrará. Para todos aquellos que llaman la puerta está abierta".
El pastor visiblemente ofuscado por no encontrar la forma de ridiculizar al niño dijo:
—Nosotros, los que dirigimos al rebaño pecaminoso tenemos el poder del espíritu santo para guiarlos hacia dios y hacerles recordar a cada uno de ellos sus aberraciones y ofensas. ¡Esa es la forma de salvarlos del castigo eterno! 
El sacerdote esbozando una sonrisa dijo: 
—¿Realmente usted cree eso? Lamentablemente están cometiendo el mismo error que la Iglesia católica cometió por siglos, utilizan la culpa como medio de manipulación, grave error. De ese sentimiento no se puede sacar nada bueno, muy por el contrario generan miedo, frustración y odio. Otra vez pido mil disculpas. Sentí la necesidad de aclarar ese punto en particular. 
Leonardo asintiendo con un gesto los dichos del sacerdote y muy triste a la vez por la respuesta del pastor dijo: 
—Lamento que piense de esa forma. Dios no castiga, son nuestros propios miedos los culpables de todas las calamidades que nos aquejan, son el veneno más letal, ya que nos provocan mucho daño, nos llenan de culpas, de envidia, de odio, de mentiras. El Creador sólo quiere que seamos libres, que podamos evolucionar constantemente y continuamente, que vivamos el presente, porque sólo quiere nuestro bien y nos espera como el buen Padre que es, recibiendonos totalmente regocijado cuando nos acercamos a su presencia infinita. El Maestro mostró el afecto de Dios para con nosotros con la parábola del hijo pródigo seguro que la debés recordar, dice algo más o menos así: "Un padre tenía dos hijos y el menor de ellos le pidió su parte de la herencia y al cabo de unos días cuando la obtuvo se fue a conocer países lejanos, malgastando su pequeña fortuna viviendo licenciosamente. Luego de un tiempo el hijo menor se quedó sin dinero, lo cual le provocó muchas penurias, pasando hambre y carencias de todo tipo, se le escuchó decir entre llantos de lamentación: —En casa de mi padre hasta los ciervos viven cómodamente con abundante alimento y yo acá perezco de hambre, iré a la casa de mi padre y le diré: "he pecado contra el cielo y contra ti, por lo menos permíteme vivir como uno de tus criados, ya que no merezco llamarme hijo tuyo". 
Al cabo de unos días el hijo menor emprendió el retorno, cuando estuvo cerca de su antiguo hogar el padre se enteró de su llegada y fue corriendo a su encuentro y en el momento que estuvieron frente a frente el hijo se arrodilló ante su padre y le dijo: —Padre he pecado contra el cielo y contra ti no merezco llamarme hijo tuyo, aceptame como a uno de tus criados. 
El padre lo miró y le dijo: —Has vuelto y para mi es más que suficiente. —entonces llamó a los sirvientes y les dijo–. Matad al becerro cebado porque haremos una gran fiesta, ya que mi querido hijo ha regresado.
Mientras tanto el hijo mayor trabajaba en el campo, al escuchar la música y el bullicio preguntó de qué era aquello, al enterarse se enojó en grado sumo y dejando lo que estuvo haciendo fue al encuentro del padre.
Cuando el hijo mayor tuvo a su padre frente a él le dijo: —He trabajado para ti todo este tiempo, todos estos años y nunca he desobedecido y sin embargo cuando llega tu hijo menor que consumió toda la herencia con rameras, mataste el becerro cebado para un gran festejo, mientras yo no pude consumir un miserable cabrito para compartir con mis amigos.
El Padre miró con ternura a su hijo y le respondió lo siguiente: —Hijo trata de entender. Tú siempre estás conmigo. Todo lo que tengo es tuyo. Creo que es muy bueno celebrar porque tu hermano volvió con nosotros después de tanto tiempo, ya que muerto era y ha revivido, habiase perdido y fue hallado."

El pastor confundido por los dichos del niño, se desesperó y sólo atinó a decir lo siguiente:
—¿Te creés muy listo no? También el demonio sabe responder con citas del Evangelio. No voy a caer en la trampa del enemigo. Siento dentro mío que algo oscuro maneja tu lengua. 
El niño respondió de una forma muy simple:
—Jesús dijo: "No juzguéis y no seréis juzgados pues con la misma medida que midan serán medidos. Por qué mirais la paja en el ojo de vuestro hermano y no miráis la viga en el vuestro propio, ¡hipócritas! Primero removed la viga de vuestro propio ojo para ver claramente y de esa forma poder remover la paja del ojo de vuestro hermano". 
Está muy claro que el Maestro Jesús tuvo una visión de la realidad diametralmente opuesta a la tuya. El Apóstol Pedro dió una aclaración muy importante que seguramente te va a dejar un poco preocupado, dijo que todos nosotros somos "un pueblo elegido, un sacerdocio real. Una nación dedicada a proclamar los triunfos de aquel que nos llamó de la noche a su maravillosa luz".

Con estas palabras el pastor tomó su Biblia mostrando un gran enojo mirando al niño con mucho odio. Como si quisiera borrar todo lo dicho con ese gesto. 
Leonardo dejó a los asistentes boquiabiertos, provocando algo que fue inesperado, todos en si totalidad aplaudieron de pie. Los que escucharon el debate, llegaron a una misma conclusión, el pastor dió una imagen patética. Y para completar su humillación, antes de irse, a sabiendas que había sido derrotado por un niño, dijo a los gritos mientras se retiraba: 
—¡Ese niño está poseído por el demonio! ¡Está maldito!
Leonardo sonriendo, le dijo: 
—Con todo respeto, me parece que usted no vino a enriquecer su entendimiento, intentando compartir la verdadera caridad cristiana. Muy por el contrario, vino a demostrar su supuesta superioridad.

El líder evangélico, lamentablemente terminó dando lástima. Quedando al descubierto su complejo de inferioridad y luego del comentario del niño, se indignó mucho más aún, respondiendo con agresividad de la siguiente forma: 
—El espíritu santo me está diciendo que fuí engañado por fuerzas oscuras ¡Demonio!
El niño no aguantó la risa, ante semejante demostración de estupidez y le dijo: 
—Disculpen que me esté riendo de esta forma. Sinceramente fue más fuerte que yo y no pude impedirlo. En un principio pensé que usted bromeaba, que estaba haciendo un paso de comedia, pero me equivoqué, lo está diciendo en serio. Cuando lo conocí en un principio sentí pena, quizás hasta un poco de ternura, si se quiere. Pensé que todos sus dichos surgían del corazón, de la buena voluntad, pero me equivoqué.
Igualmente creo que usted debe ser la excepción a la regla. Supongo que la mayoría de los pastores evangélicos trabajan en la fe con buena voluntad, por eso creo que me crucé con un caso aislado. Espero de corazón que algún día deje el fanatismo de lado y abra los ojos a la verdad. El odio no es sano, enferma el alma y destruye el cuerpo.
Cuando Leo terminó de hablar, el cura dió por finalizada la conversación y los invitó a retirarse. Un día agitado para un niño de tan poca edad. 

Cuando llegó a su domicilio, Leonardo tuvo una muy grata sorpresa. Su querido abuelo Fabrissio, un inmigrante italiano que emigró a la República Argentina huyendo de la guerra, estaba de visita. Cuando Leonardo lo vio le dijo: 
—Hola, abuelo. ¿Cómo estás?
Con una mirada de orgullo el abuelo le dijo a su nieto: 
—Estoy muy bien. Vine de Córdoba por dos motivos: poder ver a mis nietos y contarte algo muy importante.
Sorprendido Leo, le dijo a su abuelo: 
—¿Te pasa algo? ¿Te sentís bien?
El abuelo, rodeado por un aura de misterio, aclaró: 
—Quedate tranquilo. Estoy muy bien. Te quisiera contar algo, que muy pocos saben. En mi juventud tuve que trabajar de lo que encontraba. Teniendo en cuenta que tenía tres hijas, o sea, tres bocas que alimentar.
En ese entonces, conseguí un empleo de albañil, en una obra en construcción. Trabajé mucho tiempo sin inconvenientes pero llegó el día fatídico. Recuerdo que fue una jornada de mucho frío, el capataz me dijo: 
—Sube el paquete de hierros al sexto piso. Acatando la orden, subí al paquete de hierros y la grúa empezó a levantar el material. Todo estaba saliendo bien, hasta que de pronto, casi llegando al sexto piso, el paquete de hierros se desarmo. Traté de sujetarme de la linga de acero, pero... no pude y caí al vacío. Los médicos no entendieron, cómo me recuperé tan rápido. Yo tampoco supe cómo me salvé de la muerte segura. Mientras estuve internado, se presentó ante mí, una epifanía y lo supe todo.
Leonardo quedó pasmado ante las revelaciones que su abuelo estaba relatando. Un sudor frío corrió por su espalda y una sospecha lo estaba perturbando y se preguntó:
—¿Qué tengo que ver con lo que el abu estaba contando?
Igualmente no se quedó con la duda y le preguntó: 
—¿Estoy relacionado con tu epifanía?
Entonces con una mirada tranquila y gestos pausados, el abuelo contestó: 
—Sí, pero te lo voy a contar con lujos de detalles en el momento adecuado. Todavía sos muy chico para entender todas las circunstancias que te rodean y comprender el funcionamiento de este planeta. Te voy a dar un consejo, estudia, investiga y no te quedes con lo que te dicen. Cuestionalo todo.


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