II.

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Huele a café. Las tardes trabajando son menos aburridas desde que el jefe trata de conquistar con miradas y palabras baratas a la nueva camarera de labios color carmesí; quizás algún día consiga llevársela a la cama.

Atiendo a un cuarentón que se sienta en uno de los taburetes de la barra y lo veo coger el periódico. Es difícil sonreír cuando uno duerme tan solo dos horas, y me arrepiento de haber salido de fiesta la noche anterior.

Son las 18.46 y la puerta del bar se abre, Paola entra en escena. Nuestras miradas coinciden y sus ojos color miel me hipnotizan. La saludo con un gesto de cabeza y sirvo un descafeinado a un cliente habitual sin dejar de observarla; ella camina hacia el fondo con elegancia, sin compañía, y se sienta en la mesa más cercana a una de las esquinas del local.

—Hola, Alex —me sonríe cuando me acerco a ella—. ¿Estás cansado? —seguro que lo pregunta por mis ojeras, aunque no me causa excesiva preocupación el verme horroroso.

—Un poco. Pero lo llevo bien —miento. En realidad antes de que llegara ella estaba meditando el escaquearme de las dos horas que me quedaban de trabajo e irme a dormir a mi casa—. ¿Qué vas a pedir?

—Agua —alzo las cejas, esperando una aclaración; pero Paola no habla, tan solo me observa, divertida.

—Está bien, solo agua —trato de sonreírle—. Vengo ahora.

Camino hacia la barra y escucho al jefe contarle un chiste verde a la nueva camarera. Me siento ligeramente ofendido, parece que soy el único que trabaja; pero no digo nada, el cansancio me convierte en una persona tranquila. 

Cojo un vaso de tubo y una botella de agua del tiempo, se lo llevo a Paola en una bandeja.

—Aquí tienes —digo con amabilidad y una sonrisa natural, a diferencia de las que les ofrezco al resto de los clientes.

 —Gracias —y me mira, sin apartar la vista, sin sentirse intimidada—. Oye, Alex —llama mi atención antes de que me vaya—. En realidad vine a verte.

Sorprendido, la observo en silencio.

Que peligro.

¿A qué juegas, Paola?

Tú, la que no quiere saber nada sobre el amor, ¿por qué coqueteas conmigo?

—¿Serías capaz de esperar a que acabara mi turno? —le propongo -arriesgándome a ser rechazado- con una sonrisa de lado, de esas que enamoran a todas—. Hoy mi jefe no me dejará ni un minuto para salir a fumar, así que hasta las nueve no estaré libre —y no hizo falta añadir más, sus ojos color miel lo decían todo.

Me encantan los retos.

Pruébame, PaolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora