ÇąÞЏ† QΰẵŦŧםЯ

1.2K 121 44
                                    

Vacío. 


Un largo pasillo cerrado, una masa deforme de oscuridad, en la cual no había nada más que negruras.

Dolores y penumbras iban de paseo por mi mente, llenando de angustia a mi cuerpo y alma.

También existían pensamientos a los cuales tenía prohibida su entrada. Se encontraban bajo una puerta de hierro, con candados y muchas cerraduras. A su alrededor habían inscripciones en latín. 

Estaba leyendo, entendiendo a duras penas lo que decía. Intentando que mi cerebro juntase los símbolos, para comprender lo que leía.


Mis ojos comenzaron a molestarme, la luz llegaba con fuerza, el ruido llegó como una explosión producida en mis oídos, el tacto fue solamente un castigo tortuoso al sentir mis heridas, no olía a nada.

Era algo vacío, era algo inerte. La muerte dentro de algo vivo.

Yo.


De repente, desperté.


Caí nuevamente, otra vez cerré los ojos con pesar.

No me deje vencer, miré.

Luchaba por recuperar mi consciencia en una batalla conmigo mismo.


Se repitió varias veces esa escena, la inconsciencia me reclamaba a todo pulmón y no se rendiría tan fácil. 

Decenas de parpadeos, pero aun nada.

La cabeza me daba vueltas, ardía mi frente y los murmullos eran insoportables.

 Otro intento fallido por ver. 

Las voces se acumulaban, cada vez mas fuertes, mas rápidas, como si estuviesen desesperados.

 ¿Por qué la gente hablaba tan fuerte?

Al no poder observar, probé con hablar. 

Mis labios estaban como pegados, como si no pudiera abrirlos debido a que algo completamente invisible los obligara.

Pensaba en las palabras, pero no salían.

Lo intentaba, no funcionaba.


Por fin logré decir algo después de unos intentos fallidos.

—¿Quién está ahí? Alguien deme mis lentes, no veo nada...—.

Se escuchó a penas un murmullo, mi voz era ronca y las palabras salían aglomeradas en una frase inconsistente.

Noté que me ponían las gafas pues la claridad llegaba a mis ojos. Bastaron unos segundos para que mis pupilas se acostumbraran a la luz del lugar. 


Giré mi cabeza, mirando a los lados con rapidez, solo estábamos Snape y yo. Este me estaba tomando la mano y se veía la preocupación en sus facciones. 

En el momento que desperté llego una chica de cabellos rubios, mi profesor al notar ambas cosas, soltó rápidamente mis palmas, murmurando por lo bajo.


La chica de pelo platino me ofreció un té, no sabia si aceptarlo pero me calmé al ver que Snape también tomaba uno. 

¿El no tomaría algo que le puede hacer mal, no?

Un sabor dulce y empalagoso bajo por mi garganta, sentía como el liquido se aferraba a las paredes de mi faringe, como si no quisiera bajar, atorándose al interior de mi piel.

Tragué con esfuerzo, bebí todo lo que pude.


El cuerpo me pesaba aun cuando estaba acostado. Snape se paró a buscar a un medico, dejándome a solas con la chica. Esta se presento como Luna.

Se me hacia conocida pero no recordaba mucho mas que un león.

¿La habría conocida en el zoo o en el circo, quizá?



$$$

"Novas puellae truces animi. Hoc est non videbatur, te dicere non magis."

$$$

Pêrdīdįt Čarńatîøns.Where stories live. Discover now