Capítulo 02

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Lizeth se despertó en varias ocasiones, pero ningunas de esas veces estaba completamente consciente. La primera vez supo que viaja en un auto, el movimiento de vaivén, el techo gris y el rostro borroso de una mujer sobre el suyo le dio esa sensación. La segunda vez el auto se estaba deteniendo y un hombre de grandes y fuertes brazos la sacaba de allí. La tercera vez que despertó fue distinto.

La conciencia había regresado, su vista estaba mucho mejor y el dolor decía presente a gritos. Estaba tumbada sobre una cama, tenía un vendaje en la mano derecha y le habían sacado los zapatos. Liz se incorporó en la cama como pudo, sintiendo al instante como el dolor se propagaba por todo ella. Parecía como si cada centímetro de su cuerpo estuviera mal herido.

Cuando estuvo sentada en la cama, miró a su alrededor. Estaba en penumbra y una vela alumbraba débilmente desde la superficie de un equipo de sonido. La habitación era pequeña, la única ventana que había estaba tapiada con una tabla, sus dos mochilas descansaban debajo de la ventana y la puerta al frente de la cama estaba entreabierta. Antes de que Lizeth pensara si quiera en salir, la puerta se abrió y dio paso a una mujer con aspecto cansado y malhumorado.

Llevaba un cuenco con agua en las manos y adentro del agua flotaban unos algodones. Cuando observó a Lizeth hizo un gesto de sorpresa que luego dio lugar a molestia.

—Imagino que estarás hambrienta. Espera aquí.

La voz de la mujer era ligeramente ronca, con un golpe dejó el cuenco en la mesa donde descansa el pequeño equipo de sonido y una parte del agua salpicó la superficie. La mujer regresó cinco minutos después, cargada de un plato con arroz, una pequeña pieza de pollo y lo que parecía un jugo de naranja. Detrás de ella venía un muchacho que bien podría tener la misma edad que Lizeth o al menos fue lo que ella pensó en el momento.

La mujer le tendió la comida, quien agradeció con una voz que salió en casi un susurro. Cuando Lizeth probó el jugo al primero, notó que no era naranja natural, sino mas bien uno de esos jugos que venden en las panaderías.

—Aprovecha cada bocado, niña. No sabemos cuándo tendremos otra comida así. —Se lamentó la mujer con su voz ronca y molesta. Lizeth alcanzó a percibir como el muchacho revoleaba los ojos.

—Siempre tan optimista. ¿Me dejas con ella, por favor?

—Como quieras.

La mujer salió de la habitación, Lizeth se percató en que el muchacho traía dos cosas en sus manos, en una un candelabro cargado de velas y en la otra un banquito. La habitación se iluminó mucho más cuando el joven dejó el candelabro sobre la superficie del equipo de sonido, luego se sentó frente a ella.

—¿Cómo están tus heridas? —preguntó. Liz tragó un bocado de pollo, al tiempo que advertía que el muchacho llevaba unos mechones azules en su pelo, su piel estaba brillante y ella supo que era el sudor que reflejaba las llamas de las velas.

—Me duele todo el cuerpo, pero creo que estoy bien —contestó con voz débil, luego siguió comiendo.

—Bien. El dolor ya pasará. —Continuó una pausa pensativa que dio antesala al pensamiento—. Aunque me preocupa la herida que te hizo en la mano. —Liz observó el vendaje de la mano automáticamente.

A la nueva luz que ofrecía el candelabro, notó que la venda estaba teñida de rojo y negro, y ya fuera por la visión de eso o por estar bien despierta y consciente de todo, comenzó a sentir un ligero picor en la herida.

—No sabemos que son esas cosas —continuó el muchacho—. Así que no sabemos si tienen alguna especie de veneno. —Lizeth dejó la comida a un lado, sintiéndose de pronto enferma, el muchacho se notó preocupado—. Ey, no hay de qué preocuparse, has estado durmiendo por varias horas, pero ya estas despierta, ¿no? Además te veo buen semblante.

Experimento 411Where stories live. Discover now