Capítulo 05

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«Abre bien los ojos Lizeth, ábrelos bien.»

Susurraba el niño. Tenía cabellos color miel y entorno suyo brillaba una luz. Era como si Liz pudiera ver la energía del niño. Intentó acercársele pero no pudo. Sus pies estaban inmóviles así como todo su cuerpo, intentó hablar, preguntarle al niño quién era y porqué estaba solo, pero de su boca no salía ningún sonido.

El niño se dio la vuelta y comenzó a alejarse. Liz quería gritarle que no lo hiciera, quería gritarle que había monstruos afuera, que él era muy pequeño para cuidarse solo. Quería implorarle que se quedara con ella y como si el chico le hubiera leído la mente se detuvo, giró solo su rostro y dijo con una voz dulce y tierna.

«Sé que puedes hacerlo, Lizeth. Confío en ti.»

Cuando se levantó estaba sudando. Tenía el cabello pegado de la cara y había un cuerpo debajo de ella. Cuando su respiración se normalizó, comenzó a ordenar su mente. Un sueño. El niño de voz dulce fue tan solo un sueño y el cuerpo a su lado era el de Guille que aun dormía.

Con cuidado de no despertarlo, Liz bajó de la cama improvisada de su cuarto de escobas y salió afuera. Para su desgracia, la señora Antonieta estaba sentada en el sofá que siempre usaba Priscila, tenía un rosario entre las manos y miraba con desaprobación a Lizeth.

—Pecadores —musitó, contando las cuentas de su rosario de plata—. Promiscuos

—Buenos días —saludó la muchacha, ignorando la obvia indirecta de Antonieta.

—No son tan buenos —La mujer se levantó—. ¿Acaso olvidaste los demonios que hay allá afuera, niña? El mundo es un infierno, Dios nos está castigando. ¿Cómo puedes estar tan tranquila?

—No la tome conmigo, Antonieta. Todos la estamos pasando mal.

—Todos la estamos pasando mal, dice la promiscua —cantó la mujer aferrando más su rosario—. El pecado de la carne es siempre el más fácil de cometer.

—¿Quiere bajarle a su sermón? —Guille salió de la habitación, su cabello se alzaba en diferentes direcciones y un bostezo enorme salió de su boca luego de sus primeras palabras—. ¿O me va a decir que nunca ha cogido?

La señora Antonieta abrió su boca en toda su extensión y sus mejillas se tiñeron de un rojo intenso. A decir verdad a Lizeth también la escandalizó un poco el comentario de Guille. No es como si ellos hubieran mantenido relaciones en la noche. La verdad fue que luego de lo ocurrido en la azotea, ella le pidió que durmiera con ella. Y en ningún momento se le pasó por la mente tener algún tipo de contacto sexual con su amigo. Todo lo contrario, no era como si ella estuviera de ánimos para eso en ese momento.

—¡Jesucristo! —Antonieta se llevó el rosario a la frente con fervor—. No nos castigues a todos por la debilidad de estos insensatos.

—¿Qué rayos pasa aquí? —Liz comenzaba a sentirse apenada en verdad. Tanto alboroto los estaba levantando a todos, y entonces allí estaba Arelis frotándose los ojos y desperezándose.

—Estos pecadores que nos condenan un día más. —Arelis hizo mueca de incomprensión, por lo cual Lizeth se apresuró a aclarar.

—No pasa nada, la señora Antonieta está confundida. Guillermo y yo solo dormimos juntos, solo eso.

—Solo eso, dice ella —Arelis comenzaba a comprender y a diferencia de lo que Lizeth pensó que haría en un principio, reírse quizás, no lo hizo, solo frunció el ceño, miró a Guille y luego se fue hacia el baño. Eso era mucho más extraño que el comportamiento de Antonieta—. Pecado Lizeth, no puedes solo dormir con un chico que no es tu esposo, ni tu hermano.

Experimento 411Where stories live. Discover now