No lo hagas, Stiles.

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    La felicidad era un sentimiento sobrevalorado.

    Era muy gracioso escuchar como las personas se enorgullecían cuando decían entre falsa modestia tener la felicidad al alcance de sus manos, cuando la triste realidad era que el vacío infinito de desolación superaba el más ínfimo indicio de luz a la cual pudieran aferrarse en busca de ese ansiado momento de alegría.

    El caso era el siguiente.

    Stiles caminaba por las calles de Beacon Hills con una rosa en la mano y el corazón en el puño. Tenía el pulso descontrolado, las palmas sudadas y una sonrisa nerviosa decorando su pálido y adolescente rostro.

    Recientemente se había dado cuenta de que los rasgos suaves y redondeados de su niñez se estaba afilando, revelando a un hombre apuesto y joven debajo de todas las capas infantiles de su humanidad. 

    Por fin, fue lo primero que pensó cuando se percató de ello.

    Él ya no quería parecer un niño.

    Porque a los niños no los tomaban en serio, ni los respetaban.

    Él se había cansado de ser siempre ese pobre chico que a todos tomaban como un idiota hablador que no tenía la capacidad de comportarse. Y cuando sus dieciocho años tocaron la puerta con suavidad, Stiles no dudó en abrirles y dejarlos pasar a su vida.

    Ahí había descubierto que muchas cosas cambiaban cuando tenías la edad legal para ser visto como un adulto. Y entre esas venían el reconocimiento.

    Reconocimiento que usaría —no sin cierto miedo— para confesarse por fin a aquella persona que tanto le había robado el aliento y los sueños por años. Ya no podía seguir huyendo ni tampoco podía seguir demostrando que era un cobarde al cual no se le podía tomar en cuenta por su inmadurez.

    Por fin, como dirían por ahí, se haría un hombre y sacaría el pecho.

    Entonces, siguió su camino a pie hacia aquel lugar que prácticamente se sabía de memoria.

    Tan solo esperaba que las cosas salieran bien.

***

    Stiles caminó y llegó hasta el loft de Derek Hale, alias, el amor de toda su jodida vida.

    Era el cumpleaños de él, precisamente; y por lo que podía escuchar, sus amigos le estaban haciendo una fiesta en honor a sus ¿veintitrés años?, y esos mismos amigos invitaron a Stiles a la celebración, lo cual le pareció muy extraño.

    Porque Derek no se llevaba muy bien con Stiles. Y las mil y una discusiones que tenían a diario lo demostraban; y eso era lo más irónico, puesto que con cada debate que tenían y con cada gruñido molesto que recibía, Stiles fue forjando un lugar en su pequeño y desolado corazón para él.

     Pero ahora, solo necesitaba dar ese paso de confianza ciego ante un gran abismo que aparecía querer tragárselo con su profundidad y oscuridad incierta.

    Cuando entró no le sorprendió encontrar a sus amigos en la puerta del loft vigilando la entrada. Ellos también estaban en sintonía con Derek; y eran hasta más apegados con el hombre que lo que eran con Stiles.

    Ellos le recibieron y lo dejaron pasar sin problemas. Aunque Erika, que era la más astuta del grupo, notó la rosa en su mano y le dedicó una mirada que Stiles supo entender sin complicaciones.

    Las cosas no saldrían bien.

***

    Stiles no se rendiría fácilmente.

No lo hagas, Stiles ||Sterek||Where stories live. Discover now