Que triste es dejar que alguien más haga algo por ti.

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    El día en el que Stiles pudo dormir llegó por fin.

    Pero para que ese día llegara, el pobre chico tuvo que pasar por mucho.

***

     Una de las ventajas de cumplir dieciocho años era tener el poder legal y adquisitivo para comprar esas cosas que a los quince años era imposible de obtener por medios convencionales.

    Stiles comprendió que ya no necesitaba documentos de identidades falsos para comprar alcohol, ni revistas para adultos o aquellos preservativos que nunca usaba, pero que igual le gustaba tener por si acaso.

    Y ahora, que finalmente era sábado, y ya había amanecido; Stiles decidió usar su documento de identidad verdadero para comprar helado y cervezas.

    Quería pasar un fin de semana entre un coma diabético y un coma etílico.

    Era cerca de las dos de la tarde y las calles estaban algo concurridas. Todos veían al hijo del sheriff Stilinski caminar con su inseparable sudadera roja puesta junto a aquella pinta de paciente en recuperación de drogas duras. Por muy ilógico que pareciera, todos lo saludaron normalmente sin notar nada raro en él; que ya llevaba dos días sin dormir bien y un molesto tic nervioso en la mano derecha lo demostraba.

     Stiles entró en la primera tienda de veinticuatro horas que encontró y procedió a hacer su supermercado improvisado.

    Cuando le tocó pagar, se topó con una agria sorpresa.

    Y no, no era el hecho de que no cargaba dinero.

— Stiles; que sorpresa verte por aquí. —Braeden canturreó. Era como una reunión cósmica planeada por cada uno de los dioses a cargo de la mala suerte y la burla.

    Ella cargaba también en sus manos una caja de preservativos y una botella de agua saborizada. Era de limón; la que más le gustaba a Derek.

— Lo mismo digo —respondió sin ánimos—; obviando el hecho de que el pueblo tiene como tres o cuatro tiendas de conveniencia abierta las veinticuatro horas; y que particular esta sea la que me queda más cerca de mi casa.

— Y del loft de Derek, ¿verdad?

    Ella tenía una puntería certera para dar los golpes más bajos. Tal vez Allison le tendría envidia a esa increíble y afinada habilidad.

— No lo había visto de esa forma —reflexionó después de unos segundos—. Pero supongo que sí.

    Stiles procedió a pagar mientras una risita proveniente de la chica morena se escuchaba de fondo. El vendedor lo miró extrañado; como si quisiera preguntarle por qué tipo de depresión estaba pasando mientras compraba alcohol a las dos de la tarde; pero no estaba lo suficientemente interesado en Stiles como para preocuparse realmente por él; por lo que nada más le cobró y acomodó sus cosas en una bolsa.

    Stiles dejó una pequeña propina por su discreción y salió de la tienda con una meta en mente. Quería llegar a su casa para ver a última temporada de Friends mientras comía helado de fresa con cerveza.

— Derek me dijo lo que le dijiste en el parque —Stiles escuchó una vez más a la novia del amor de su triste y cliché vida. Cada segundo que pasaba era más doloroso; y él estaba seguro de que no tenía una armadura tan buena como para ser impenetrable—. Creo que no sabes muy bien en donde te estás metiendo.

— Somos dos que ya piensan eso —le respondió. Mientras más rápido llegara a su casa podría ponerse un pijama de Superman y podría comenzar con su maratón—; así que no es necesario que me recuerdes lo que sucedió ayer.

No lo hagas, Stiles ||Sterek||Where stories live. Discover now