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En una semana, gano un reducido número de lectores, entre los más destacados: Jung Kook y Tae Hyung, allí siempre primeros para comentar y dedicar palabras de aliento que, sinceramente, a veces suenan exageradas. Aunque no me sorprende para nada los demás comentarios, realmente lo disfrutan y prometen darle más promoción a una pieza de arte porque les recuerda al Yoon Gi original...
A excepción de un usuario que suena muy Ji Min, suele quejarse mucho del ship.
Revuelvo mi cabello de manera inquieta, ¿acaso aquellos dos no pueden cerrar la bocaza y guardar un secreto? Está bien, admito que entre nosotros nunca los ha habido, solo espero que no llegara a oídos de Ho Seok, al cual de alguna u otra forma, a veces siento que él sospecha de esto.
—Deberías relajarte —dice Jung Kook bebiendo un juguito—. Hyung no lo sabe.
—Bueno, eso me tranquiliza...
—Pero ya lo sabe Ji Min —afirma, asintiendo un par de veces con su aire despreocupado e infantil.
—Jung Kook... —Aprieto mis dientes y gruñido me sale—. ¡¿Qué les dije?!
—¿Qué le dijiste, Suga?
Jin entra a escena, rebelando una sonrisa porque también anhela entender el chiste de la situación, si no hay uno, lo hará él mismo. Lo conozco lo suficiente para...
—¿Le dijiste que soy guapo, Jung Kook?
¿Ven?
—Sí, hyung. Me dijo que usted era muy guapo.
Al menos no me delata, así que suspiro de alivio mientras le lanzo una mirada fulminante y él se ríe por el secreto más codiciado del momento. ¡Ya no se puede hacer nada en paz!
Bufo, me levanto para ir por un vaso de Coca Cola en el refrigerador, uno que tiene mi nombre y rostro en el mismo. Es muy bueno como para desperdiciarlo, pero vi a Ho Seok tomando Sprite (Misma marca, diferente sabor), a tragos grandes. Parece tener mucha sed, se le nota por la pronunciada nuez de Adán moverse arriba abajo.
—Hey —dice él—. Dentro de poco es tu cumpleaños, Suga.
—Sip.
—Tengo algo preparado para ti... —Rasca su mejilla, sonriéndome con esa gran expresión suya que a todas las nenas derrite.
—Ho Seok, tú...
—Shh... —Pone su dedo índice en mi boca, callándome—. Te va a encantar.
—¿Qué? —Una risa nerviosa me nace.
En mi fanfic hay una escena parecida con él, justamente porque intentará darle una sorpresa a su maestro (o sea yo) de piano para lograr arrancarle al menos una sonrisa con tal de que le enseñara. Creo que estoy volviéndome paranoico, no lo sé; quizás la ficción no es tan ficción como creemos. En instantes, emerge Ji Min, unas gotas de sudor corren por su cuello, algunas se estancaron en su clavícula. Ha estado ensayando probablemente.
—Chicos, ¿qué tal? ¿Han almorzado?
—No aún. —Niego un par de veces, sin entender el porqué tan monótono esta conversación y el porqué la tensión se nota en los poros de Ji MIn.
—Muy bien —espeta él, cortante.
Genial, ahora está enojado porque hice de su personaje un secundario y no le doy la atención que hubiera esperado. Además que está en un triángulo amoroso con Tae Hyung y Jung Kook. Joder. Estampo mi mano en mi frente, rídiculamente también le hago sufrir, bueno, no. Él es el dominante, libre, seguro con aquellos dos, ¿qué más quiere? ¡Incluso Nam Joon ruega por su atención!
—Min —espeta el rubio, pronunciar mi apellido es una mala señal—, después quiero hablar contigo.
—Oh, wow... Ji Min... Estás irritado. —Lentamente Ho Seok se retira entre risas.
—Bien, habla —ordeno.
—¿Por qué estoy en un triángulo amoroso? —habla bajito—. ¿Por qué hyung no me da su amor y a Ho Seok si?
—Ji Min —inspiro aire. Dame fuerza, Señor—. Es un fanfic, ¿de acuerdo? Lo hago para desahogarme...
—¿Es por falta de sexo, no? —El otro sonríe pícaro—. ¿Acaso masturbarse no es suficiente?
—Ji Min, ¿qué carajo estás diciendo?
¿Por qué todos están más pervertidos de lo usual?
—Solo decía. Es una broma, relájate. —Encogió sus hombros e hinchó sus lindas mejillas.
—Aigoo, deja de sonreír así.
—Hyung, quiero que en su trama me mate. —Abro los ojos, pestañeo incluso y tomo unos segundos en asimilar lo qué me confiesa—. Así esos dos sabrán valorar lo que tienen.
—Eso es cruel... —susurro—. No puedo matarte.
—Hágalo, prefiero morir a que dos personas deban sufrir por mí —destaca felizmente—. No quiero eso para sus vidas. Siempre están peleando.
—¿Estás notando qué te estás tomando muy personal la historia?
—Ajá, pero cumpla ese capricho por mí. ¿Puede, hyung? —Vuelve a sonreír.
Diablos, no me pude resistir a decirle que no. Y si eso calma su irritación, pues, ¿qué pierdo con hacerlo además de que me van a odiar?
—Vale pero luego no vengas llorando. —Entorno los ojos.
