"Try being more honest"

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— ¡Hola Chuuya! Ha pasado tiempo, ¿No crees? Verás, se supone que solo serían dos semanas, pero luego fue un mes y de un día para otro el bando enemigo consiguió refuerzos de otra organización así que se alargó a dos meses. ¿Cómo has estado? Mi teléfono celular se destruyó un día y luego solo podía llamar por teléfonos públicos a Mori-san ¡pero compre otro de vuelta! Mori-san me ha dado unas vacaciones por la duración y el éxito de la misión. Aún sigues siendo tan pequeño como siem---

Dazai se lo esperaba. No era estúpido, y no por nada conocía a Chuuya hace 15 años aproximadamente.

Había sido una bofetada tan fuerte que incluso movió su cabeza hacia un lado. Sin embargo, la pesada mano de Chuuya golpeando su mejilla había dolido menos que su corazón cuando vio la mirada del pelirrojo inundada en decepción, en ira, en desaprobación... y todas aquellas emociones negativas, eran provocadas por él.

Silencio.

Cinco segundos.

Diez segundos.

Y lo único que se escuchaba en la habitación era la pesada respiración de Chuuya.

El pelirrojo tenía rabia; se sentía furioso. Siempre le había sido difícil controlar su ira.

Chuuya alzó la mano nuevamente, y Dazai esperó. Esperó con la mirada perdida, callado y tranquilo en la misma posición, a que la segunda bofetada impactara contra su mejilla nuevamente.

Su mirada azul tembló al igual que su mano recién levantada.

El nudo en la garganta apenas le dejaba respirar y sentía una gran necesidad de gritar y patear cosas.

Golpear a Dazai era la forma perfecta de desquitarse.

¿...Cierto?

Chuuya apretó los labios.

No...

No podía.

No podía pegarle a Dazai otra vez. No.

Porque ellos nunca habían tenido ese tipo de relación. A pesar de su particular entorno y origen.

Dazai nunca se atrevería a golpearlo.

Sin embargo él había sentido tanta rabia. Había acumulado tanta impotencia, tanta tristeza, tanto enojo... ya fuese hacia Dazai por dejarlo alrededor de dos meses sin decirle absolutamente nada, o hacia él mismo por no haberle dado la oportunidad a Dazai de ser escuchado.

Chuuya bajó temblorosa y lentamente su mano.

No quería pegarle de nuevo, porque Chuuya lo amaba.

De un momento a otro, Chuuya comenzó a desabotonar la camisa del castaño de manera brusca.

Dazai simplemente se dejó hacer. Porque sabía perfectamente qué estaba haciendo el pelirrojo.

Chuuya dejó caer al suelo la ropa que cubría el torso del más alto. Y conociendo los patrones que Dazai usaba para envolver sus vendas, comenzó a quitarlas de la forma más rápida que podía.

Sus manos temblaban porque le desesperaba el hecho de que, efectivamente, Dazai tenía vendas nuevas.

En el torso, en los brazos, en el cuello... Tenía un gran apósito en una mejilla (la que no había golpeado), y una venda que le aterrorizaba el corazón la cual cubría el ojo derecho del castaño.

Una vez tuvo a Dazai sin vendas frente a él, sintió sus ojos nublarse; Dazai tenía nuevas cicatrices. Más de las que alguna vez se habría imaginado ver en la piel del castaño.

𝚁𝚎𝚌𝚒𝚙𝚛𝚘𝚌𝚊𝚕 • Soukoku • FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora