Sehnsucht

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Tres meses habían pasado de esa noche en el bosque, donde tres nobles caballeros fueron atacados por un grupo de rebeldes que se habían infiltrado al bosque de Morkskog. Él, aún recordaba a fuego lo que sucedió en todo este tiempo. La guerra los había alcanzado, habían peleado y había nacido la esperanza; pero cuando la paz parecía estar establecida en aquel magnífico reino, SeungCheol y JiHoon tuvieron que arreglárselas para rescatar a un batallón entero de las manos de un nuevo enemigo. Los Járnvid eran quienes convencieron a los rebeldes de romper el pacto con el Reino del Sur, sin decirles que era una trampa para que ellos lograran el trabajo sucio que les llevó años. Rebeldes y Caballeros de capas azules se enfrentaron por décadas, cruzándose en batallas sangrientas, llenas de dolor y desesperación de pueblos quemándose ante las llamas de la codicia. Los pueblos más allá de las fronteras inhóspitas, veían a los reinos del Oeste prosperando, tomando alianzas y extendiendo su comercio con otros reinos aún más poderosos. Esas naciones sabían que había otras, poderosas en ejército pero dominada por sus líderes a los que no les importaba mucho que su pueblo pudiese pasar los inviernos. La sed de riquezas los dominaba, querían crecer sembrando el dolor y el miedo a su alrededor. Rezaban a sus dioses y daban sacrificios de sangre para que los guiara a la victoria. Violaban, saqueaban y quemaban, muchos eran la representación de los demonios que existían en las historias que los ancianos contaban a los niños para enseñarles una valiosa lección.

—¡Abran las puertas!

El grito del guardia lo sacó de sus pensamientos y lo ubicó de nuevo a la realidad de aquel día donde el verano se despedía. Tirando de las riendas de su caballo, JeongHan esperó sobre el final del gran puente que las pesadas puertas se abrieran. Debido a la guerra, al temor que espías se colaran a la ciudad capital, SeungCheol había ordenado que se resguardara la seguridad hasta que el peligro hubiese pasado. A pesar de ello, la ciudad parecía estar más animada que nunca, JeongHan sonrió a la clara diferencia entre los tranquilos campos del reino y las calles de adoquines pobladas del gentío que gritaba sus productos. Las banderas y telares se alzaban sobre su cabeza, la música resonaba entre los gritos de las personas una mezcla de flautas y guitarras suaves. Las banderas del reino flameaban orgullosas en lo alto de los muros y las casas, dando honor a su tierra y a sus hombres que peleaban en el frente. JeongHan no pudo evitar sentirse avergonzado por aquellos aldeanos que frenaban su andar para dedicarle palabras de orgullo y ofrecerle productos gratis. Él no recordaba ser un héroe, pero al parecer, el nombramiento y la historia de los caballeros se hizo eco entre la muchedumbre y ahora todos en aquella ciudad le rendían un homenaje por ser uno de ellos. JeongHan lo sabía, podía verlo a pesar de que sus hermanos lo ignoraran. Ellos pertenecieron a ese mundo, eran cazadores que vendían pieles para sobrevivir y un día, levantaron a su pueblo en contra del ejército enemigo para salvar a su reino. Entendía lo que sentía esa gente por ellos, pero eso no significaba que se aprovechara de la buena voluntad de aquellas personas que se ganaban el pan de cada día con los regalos que ofrecían a sus pies.
Siguió caminando por la enorme callejuela, sonreía levemente y saludaba a los niños, su uniforme blanco con detalles en plata no pasaba desapercibido. Un grupo de mujeres y hombres jóvenes le cerró el paso para entregarle canastas, comida y ofrecerle vino; todos hablando a la vez. JeongHan les agradeció con una sonrisa, respondió las preguntas con paciencia y se disculpó cuando su caballo se movió inquieto por la atención. Allí parecieron entenderlo, el grupo se abrió y dejaron a la vista un puesto justo enfrente. Una mujer anciana colocaba colgantes en los pequeños clavos, todos de distintos materiales y con detalles muy simples pero que daban elegancia. Los ojos de JeongHan se enfocaron en un denario que destacaba de las demás piezas y se acercó para tomarlo con su mano libre. Era de madera en su mayoría, la cruz en el final era de plata y estaba trabajada al detalle en cambio la medalla era extraña, tenía una inscripción en un idioma que no logró descifrar pero la había visto en la pequeña capilla del palacio. La imagen de cierto caballero vino a su mente y JeongHan no evitó sonreír, pagó el precio justo luego de colocar las monedas en la mano de la dueña del puesto que se negaba a cobrarle y se encaminó un poco más animado al palacio.

METANDIA [JIHAN]Kde žijí příběhy. Začni objevovat