blasphemy;chanin

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Chan golpeó el cigarrillo entre sus dedos dejando que la colilla cayera.

—¿Sabías que dicen que las estrellas fugaces son ángeles tirando sus cigarros antes de que Dios les atrape? —preguntó dando una larga y lenta calada.

Jeongin negó mientras su mano izquierda hacia un ademán para alejar el humo del cigarrillo del mayor, provocando que el dueño de aquella nube grisácea sonriera ladino.

—Lo dudo bastante, los ángeles son seres espirituales cuyo único deber es asistir y servir a Dios —dijo obvio como si fuese algo que todos debiesen de saber de Perogrullo—. Son seres de gran pureza, no harían algo tan bestial como fumar —disintió mientras cerraba sus ojos, llamando en su cabeza bárbaro a quien sea que inventó aquella tontería.

—Mmh, ni siquiera es como que actúan por Dios por devoción, que triste —dijo Chan dándole otra calada al cigarro.

—¿Perdón? ¿Qué blasfemias estás diciendo ahora?—Jeongin frunció su ceño y su gesto mostraba una expresión ofendida que hizo reír a Bang.

—Tú lo dijiste: es su deber. No es como que se ganasen el honor de trabajar para tu Dios, sólo fueron destinados a eso —alzó su mano con el cigarro para callar al menor antes de que protestara—. Además de que son lo que más me asusta de la religión, «no matarás» dicen y ellos son los primeros en blandir espadas en contra de otros. ¿Quién les dio el derecho de juzgar que está bien matar sólo por ser enviados de Dios? ¿No lo hace todo peor? Y —continuó mirando desafiante al menor— ¿no era Lucifer también un ángel? Quiso decidir por sí mismo ¿y qué ganó? El destierro y la espada de San Miguel. Mmh, contado así no sé quien es verdaderamente el malo.

—Ay Jesús —Jeongin masajeó sus sienes mirando con desagrado al mayor—. Siempre terminas blasfemando y yo tengo que terminar confesándome por escucharte.

Chan carcajeó. En realidad no terminaba en aquella cerrada y pequeña habitación de madera con el sacerdote porque escuchara a Christopher hablar vituperios contra su religión, pero si culpaba aquello como lo mayor de sus pecados su alma descansaba en paz cuando comulgaba.

—Jeonginnie —el australiano dio la conversación anterior por terminada puesto que el menor no pudo exponer ningún argumento, sabía que Chan tenía razón pero la cruz colgando sobre su cuello no le permitía aceptarlo, así que sólo callaba y evadía—. ¿El suicidio asistido es pecado?

—Antes eras creyente deberías saberlo —se cruzó de brazos y se recargó sobre la pared detrás de él.

Fue así como se conocieron. Chan solía ser parte del coro de la iglesia, además de desempeñar como acólito y lector. Jeongin asistía emocionado cada domingo. Desde que Yang recibió por primera vez la ostia le emocionaba recibirla de nuevo, era su parte favorita de la misa, eso y cuando le daba la mano a los demás con una linda sonrisa y mostrando empatía (con una pizca de compasión y cariño) por cada poro de su piel de porcelana. En una de las ceremonias religiosas Jeongin fue elegido para leer un versículo y Chan era justamente quien ese día estaba a cargo de guiarlo. Ambos quedaron flechados del otro en cuanto sus ojos se encontraron, Christopher tomó su mano para ayudarle a subir al altar y la corriente eléctrica que ambos sintieron ante el contacto les hizo saber que lo que su corazón sentía en ese momento iba más allá de una atracción.

Al ser adolescentes de vez en cuando con facetas rebeldes, no se negaron a sus sentimientos por más horroroso que fuese visto ante su religión. Era un amor muy puro como para ser negado, era muy único para dejarse perder por el miedo a ser juzgados.

Hasta que Chan entró a la universidad y gracias a su nuevo grupo de amigos dejó la iglesia. Aquellos jóvenes le hicieron darse cuenta de lo injusto e irreal que era, de lo contradictorio que podía ser y lo limitante que siempre se mostraba con todos. Tomó el camino de la ciencia e inclusive un año después de estudiar aquella carrera seleccionada por su padres, cambió de ideas y comenzó a estudiar algo relacionado al mundo científico. En todo momento con Jeongin a su lado, quien mantenía su fe a Dios con firmeza aún con todo lo que el mayor le ponía frente a él, aún cuando después de que él también ingresase a la Universidad y su pelirrojo mejor amigo también intentara abrirse un poco más a otras ideas.

—Pues no lo sé, ilumíname, bebé —sonrió inocente mostrando sus hoyuelos y causando que el menor soltara una risilla. Tiró el cigarro y después de pisarlo buscó una de las manos de Jeongin.

—Sea como sea, tú estás tomando la decisión de acabar con tu vida, que no lo hagas tú mismo no mejora las cosas. Me atrevería a decir que es peor, provocas que alguien esté involucrado en un asesinato y que por consecuencia, peque.

—Hay gente que no decide las situaciones que lo orillan a tomar decisiones así de radicales —defendió.

—Eso es cierto, el mundo a veces es muy cruel y no debería ser así. Dios no creó con el fin de de sufrir, sin embargo es consecuencia del pecado humano y de vivir en el mundo caído. No me mal entiendas, yo no juzgo a quienes llegan a tomar esa clase de decisiones. «Lloren con los que lloran» dice la Biblia, por lo que deduzco que es ahí donde en parte y de alguna forma se aceptan las situaciones de gravedad: accidentes trágicos, depresión y el dolor en general. Pero la respuesta al sufrimiento humano, sin importar la magnitud, no es quitarse la vida. 

—Me parece injusto, analizando la situación de Jesús podría bien ser considerado un suicidio. Él mismo se guió a ese final. ¿Por qué a él no se le juzga como a nosotros? —Chan frunció el ceño. Jeongin sonrió sin mostrar sus dientes, le parecía adorable la forma en la que se refería a sí mismo como si aún fuese creyente y como se frustraba ante la injusticia de su religión—. De alguna manera u otra Jesús era hijo más directo de Dios, por así decirlo. Quizá su resurrección no era predecible pero sí lo era el hecho de que no moriría como todos nosotros, mostró muchas acciones que ninguno de nosotros algún día hará sin la ciencia o tecnología con nosotros. Al final él revive y sube al cielo para estar con Dios en el paraíso. Si nosotros llegamos a guiarnos a algo así, que en este caso sería el suicidio asistido, somos arrastrados al infierno por quitarnos la vida de forma indirecta. ¿Qué tiene de diferencia?

—Como creyentes debemos vivir con la esperanza de la vida eterna, esperando que Dios nos de una solución para afrontar nuestros problemas —finalizó—. Claro poniendo de nuestra parte, estando tirados Dios no nos va iluminar ningún camino. Él tiene que ver iniciativa en nosotros.

—¡Eso suena estúpido! ¡Prefiero hacer todo más rápido y hacer un trato con Sa—Jeongin juntó sus labios tragándose en aquel beso las blasfemias de su mayor, quien ni siquiera dudó en responder aquel gesto con una sonrisa victoriosa.

Estaba mal que se estuvieran besando en la parte trasera de la iglesia, pero estaría peor que Jeongin dejara blasfemar a Chan así de directo. 

Ya saben, nada de irreverencias contra la iglesia en terrenos sagrados. Besos sí, cuantos quieran. Pero no no no blasfemias no.






amo escribir de religión y amo el chanin, perdón ): encima leí fracciones de la biblia y relatos sobre creyentes para poder formar bien esto, ni siquiera a la escuela le pongo tanto empeño dsdj )))):

antología; skzWhere stories live. Discover now