her; chanin

849 81 22
                                    


Martes 3 de Diciembre.

Hablábamos, ni siquiera recuerdo de qué, pero ambos reíamos de bromas tontas o de gestos exagerados que el otro hacia. Eramos sólo nosotros en ese pequeño mundo que fue diseñado por y para ambos.

El viento soplaba con fuerza, tuve que escucharte antes de salir cuando me recomendaste cargar con un suéter, pero de haberlo hecho tú no me habrías visto temblar de frío y no me hubieses dado tu gigantesco suéter negro. Jamás sonreí tanto mientras alguien me regañaba como lo hice contigo cuando me dabas una lectura de lo importante que era cuidar de mi salud.

Jugando con las mangas de tu suéter que cubría mis manos por completo continuamos explorando nuestro mundo perdiéndonos en diferentes ideas, conociendo más del otro, compartiendo más recuerdo y logrando que te ame más.

Antes de irte dijiste que el suéter se me veía mejor a mí y mi corazón saltó.


Jueves 5 de Diciembre.

Te quejabas de tu profesor de química mientras yo buscaba un libro en mi casillero, tu espalda recargada sobre el casillero de a lado donde de vez en cuando golpeabas la parte trasera de tu cabeza entre comentarios sobre lo molestos que son tus hermanos, aún cuando no te miraba mi atención estaba centrada totalmente en ti, escuchaba con atención los tonos de tu voz cambiar dependiendo de lo que hablabas, los ademanes que hacías y sobretodo el olor de tu colonia.

De pronto callaste de golpe, te miré con preocupación, ¿acaso un profesor te había escuchado? ¿estabas en problemas? Contrario a todas las ideas que rápidamente viajaron a mi intranquila cabeza, estabas a salvo pero tus ojos estaban fijos en un punto.
Parte de mí lo supo, otra parte me gritó que no debería voltear pero al ver el rosado sobre tus pómulos que lograba decorar de forma preciosa la punta de tus orejas, miré aquello que provocaba una imagen así de fascinante y bella.

Ahí estaba ella sonriendo con sus amigas a su lado, su cabello caía de manera casi majestuosa, inclusive llegué a creer que acababa de salir de un cuadro por lo bonita que se veía. Entendí porque la mirabas así, pero mi corazón no y éste punzó al saber la razón, mis emociones actuaron antes que mi razón y cuando me di cuenta, la puerta de mi casillero había sido azotada por mi propia mano y ahora caminaba lejos de ti provocando que salieses de tu trance y me mirases preocupado, pero mi pecho dolía y sólo deseaba llegar al baño para respirar.


Miércoles 11 de Diciembre.

Me contabas alegre que todo había resultado bien para tu examen de química, te felicité y chocamos lo cinco, deseé con todo mi corazón que aquel contacto fuese más largo.
Hablabas alegre de tu día y aún cuando la cafetería de la escuela estaba llena de gente y compartíamos la mesa con nuestro círculo de amigos, sentí que nos habíamos adentrado en nuestro mundo, los demás no estaban ahí, sólo tú frente a mí haciendo ademanes por cada palabra que salía de tus labios.

Pero alguien empujó esa puerta de entrada a nuestro mundo, ¿o quizá tú la dejaste entrar? No tenía idea, pero ahí estaba ella, mirándote sonriente con su comida en sus manos esperando una invitación que no tardaste en darle.
Sentí que la armonía estaba desafinada con ella presente pero tú parecías mejor que nunca, sonreías más, tus ademanes exagerado no estaban y habían sido cambiados por movimientos nerviosos casi imperceptibles. 

Ella es una gran chica, es amable con todos, después de preguntar por tu día preguntó por el mío mirándome con el mismo interés con el que te miró, sonriéndome como a ti pero sin ese brillo en sus ojos con el que solamente te mira a ti.
Me sentí mal por desear que no existiese, por desearle cosas negativas y otras cuantas cosas que ahora me avergonzaba confesar.

antología; skzWhere stories live. Discover now