D O S

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Kai y Kuro llegaron a una gran sala dónde muchos más niños como ellos se encontraban ahí.

Todos con marcas en sus cuerpos, cicatrices y rostros asustados esperando que todo acabara cuánto antes y que tan solo se una terrible pesadilla de la que poder despertar.

Pero no era así, esa era la cruda realidad, y Kuro lo sabía muy bien.

El científico les empujo a la sala de golpe y les puso delante varios objetos.

Desde plantas, cuchillos, espejos, cuerdas acero... todo tipo de materiales.

— Intentad usar poderes o habilidades paranormales. Si no seréis desechados e inútiles para nosotros — dijo el que parecía ser su jefe subido a una plataforma. Llevaba un traje negro de cuero tapándole todo el cuerpo y un cinturón rojo alrededor de este.

Todos se encogieron en sus lugares y se les notaba nerviosos, tenían miedo a la muerte aún a ver estado cerca tantas veces de ella.

Kuro tenía miedo, sinceramente estaba aterrado. Intentaba pensar y hacer algo... pero nada. No quería morir.

Una niña algo menor que él, se le acerco y le preguntó, — ¿Tienes miedo? — la niña tenia un gran pelo que le llegaba hasta los tobillos de un color rubio platino con grandes ojos avellana.

— N-no... para nada...— dijo Kuro intentando disimular sus emociones, cosa que fue imposible.

— Jaja, es imposible mentirme puedo leer tus pensamientos. — dijo la pequeña sonriendo orgullosa de su descubrimiento pero su felicidad se acabo cuando los científicos la pillaron hablando con otros niños y amenazaron para que volviera a su lugar pegándola un puñetazo en la mejilla.

Kuro apenado vio como la pobre niña que ni conocía su nombre se iba temblando de nuevo a su lugar.

El albino nervioso, miro como le iba a los demás.

Kai se estuvo concentrando en un punto durante varios minutos y de ahí creció una hermosa rosa.

Kuro estaba sorprendido era increíble como hacía eso.

Siguió mirando por sus alrededores y un chico de cabellos pelirrojos más bien castaño oscuro, abría su boca, y ahí tenia unos dientes tan afilados como cuchillas.

Uno de los científicos le ofreció un trozo de metal, el chico se lo introdujo en la boca; consiguió triturarlo entero en menos de un minuto.

En otro extremos había una pequeña chica con el color de cabello de un rojo vivo que jamás había visto nunca a juego con sus ojos atigrados.

Parecía esforzarse en algo mucho mientras cerraba sus puños con fuerza y cuando menos lo pensaba un clon de ella misma pero en pequeño apareció a su lado.

Kuro estaba muy asustado, todos tenían alguna habilidad y él aún no encontraba la suya.

— Niño, ¿acaso no tienes ninguna habilidad? — amenazante se le acerco uno de los científicos.

— S-sí.. estoy en ello... — respondía temblando el pequeño.

— No me mientas. No será.. ¿Qué nos saliste defectuoso? - le grito en la cara mientras su brazo fue a para a el cuello de Kuro estrangulándole con fuerza.

Kuro empezo a toser y a llorar en busca de aire.

No podía aguantarlo más.

No podía.

Gritó con todas sus fuerzas.

Las mesas que sostenían los objetos flotaron al igual que los objetos.

Todo cristal de aquella sala se rompió y las paredes se agrietaron y hasta creo marcas en el suelo.

Todo el mundo le miraba asustado.

El ojo carmesí del albino sangraba sin control mientras era tirado al suelo por el científico del susto causado.

Un silencio indescriptible reinaba la sala salvo por las pequeñas toses de Kuro intentando recuperar el aire.

Se miraba las manos pensando que era un monstruo y asustado de si mismo empezó a temblar.

¿Cómo hizo eso?

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