18. Desgracia

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Hermione sacó una lámpara de la caja, era una lámpara de base redonda, de color lila intenso, con una pantalla del mismo color, pero bastante más claro. Cassandra retiraba el embalaje de una de las cajas, que estaba llena de libros tatareando una canción. La joven fue a colocar los libros en la estantería mientras su amiga valoraba la lámpara que acababa de coger.

-¿Crees que quedará bien en mi cuarto?-preguntó.

-Sí, con los cojines que compraste sí, pero si te decides por los otros tendrás que comprarte otra.

La castaña arqueó una ceja, en un gesto completamente asimilado de Draco, y volvió a mirar la lámpara, para acabar encogiéndose de hombros y dejándola sobre la encimera.

Su piso casi estaba listo, sólo quedaban por pulir un par de detalles.

Era un piso espacioso, el recibidor y el salón eran una misma cosa, y sólo estaban separados de la cocina por la encimera de roble brillante, que se mantenía suspendida por unos anclajes a una gran columna cubierta de azulejos de un verde tan claro que podía pasar por blanco. El salón-recibidor estaba pintado de un blanco nacarado y el suelo era de parqué de roble, haciendo que la luz que se colaba por el gran ventanal que ocupaba casi toda una pared rebotase en los colores claros, consiguiendo que su piso pareciese aún más grande de lo que ya era. En el centro había una gran mesa de nogal, interponiéndose entre los sillones gris marengo, que se encontraban encima de una alfombra del mismo color de las paredes, y una especie de mesa, también de nogal, sobre la que se encontraba una enorme televisión de plasma enorme. A unos metros de la puerta, se encontraba la estantería de nogal en la que Cassandra estaba colocando los libros, intercalados con algunas fotografías, y a su lado, una enorme fotografía de Hogwarts en blanco y negro para decorar.

Le encantaba como había quedado su piso, y le encantaba también estar decorándolo con todos los suyos, al menos, los que ahora eran los suyos. Draco había ayudado mucho con su impecable gusto, igual que Cassandra, Luna solo miraba con una sonrisa, para ella, la decoración era algo sin importancia, como la moda, no le emocionaba especialmente. Ambos habían salido a por uno de eso granizados de limón que ya eran la adicción de su novio, un batido de fresa y dos refrescos de naranja, o al menos creía recordar que ese era el pedido. Por eso, ambas mujeres estaban solas en ese momento, acabando de decorarlo todo.

Entró en su cuarto para dejar la lámpara y lo observó orgullosa. Las paredes también eran blancas, pero en la pared frente a la puerta, había un enorme cuadro que prácticamente la cubría con dibujos de ondas lilas, en parte oculto por el cabecero de la cama. Dejó la lámpara en una de las mesitas de roble, la que estaba al lado del armario de puertas corredizas, también de roble, que estaba al lado de la cómoda-de la misma madera-, sobre la que se encontraba un jarrón con flores de plástico y la copia de su fotografía. Al otro lado de la cama, de colcha blanca sobre la que destacaban dos cojines lilas, había un sillón amorfo del mismo color. Para terminar, una lámpara de cristales alumbraba la habitación.

Salió justo a tiempo para oír como llamaban a la puerta.

-Voy yo-dijo a Cassandra que estaba guardando los utensilios de cocina en la alacena.

Al abrirla, se le borró la sonrisa que había esbozado pensando que serían Luna y Draco, se encontró de lleno con Harry y Ginny, mortalmente serios, y claramente enfadados.

Amor en la posguerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora