Capítulo 22

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— ¿Qué hora es? — pregunta la canaria despertando, dándose cuenta de lo que acababa de hacer con la voz aún adormilada y frotándose los ojos aclarando su visión.

— Tarde — responde con el corazón en la garganta latiéndole a mil — Vuelve a dormir.

Pero para variar la canaria le hizo caso omiso viendo la hora en el reloj de la mesa de noche.

— No me digas que recién...

— Hace un rato — la interrumpe no dejando que su sorpresa se volviera indignación.

— Joder, Miriam.

— Sh... vamos a dormir — la tranquiliza — Aún tengo tiempo.

— Pon la alarma o te quedarás dormida — le advierte.

Ya había ido hablar de las tardanzas de la rubia por falta de sueño; ya fuese en el trabajo o en la universidad.

La gallega obedece y programa la alarma para las seis de la mañana. Deja el móvil sobre la mesita de noche y se acuesta nuevamente frente a la canaria quedando las dos pendientes de sus rostros.

— Me dijiste que descansarías.

— Tenía que acabar. Ya podré dormir cuando vuelva.

— Vale, pues mejor descansa lo que te queda. Mañana vas a estar con un ojo abierto y otro pidiendo sueño.

Miriam no dice más al respecto y se duerme, pero esta vez dándole la espalda a Ana, quien se entristece por ello. Necesitaba una pausa, le encantaba estar así con ella, pero su mente no la dejaba disfrutar lo que su corazón pedía a gritos.

Ana se gira dándole la espalda igualmente en una psicosis producida por el temor de haber hecho algo mal, echando a perder la cercanía que había ganado con la gallega.

No sabía cómo volver a acercarse. La pequeña degustación de los labios de la rubia le había encantado. Se había quedado con buen sabor de boca y quería más. Pero se dió cuenta de que a Miriam la había cogido por sorpresa.

No había reaccionado de la forma que esperó, igual por qué el sueño también la mantenía sedada y lo que normalmente le escandalizaría, ahora lo procesaba más lento.
Eso, o que hubiera la posibilidad de que a ella también le hubiese gustado.

Trae de vuelta a su mente el momento en el que Miriam empezó con el vaivén de sensaciones. Esa primera vez en la terraza, en la que la gallega sin mucha meditación fue en busca de su boca sin previo aviso de nada.
Desde entonces la cabeza de Ana era un lío. De lo único que era consciente era de que era un deseo cada vez mas correspondido.

— Buff... que frío — se queja la canaria frotando sus brazos con sus manos dentro de la cama cubierta a medio cuerpo.

Miriam, que aún no había conseguido dormirse del todo, se gira para ver lo que le ocurría.
Hacía frío pero tampoco era para tanto, por lo que llegó a preocuparse.

— Cúbrete bien — le ordena la rubia cogiendo el nórdico y cubriéndola completa.

Era eso o volverse loca de la indecisión que tenía en su cabeza sobre si volver a acercarse o no. Sin embargo, la canaria rebosaba de alegría al ver que la gallega seguía pendiente de ella.

— Aún así tengo frío, Miri — le informa.

— ¿Quieres que te deje un jersey o una sudadera?

— No. No te levantes. Solo... — se corta en media oración empezando a sentir un poco de vergüenza por lo que iba a pedir.

— ¿Qué pasa?

EL RUGIR DE LA LEONA  #WARIAMWhere stories live. Discover now