Capítulo 42

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Miriam le transmitía calidez, ternura, vulnerabilidad. La veía y sentía esa necesidad de protegerla como si fuera la cosa más frágil de mundo a como diera lugar.
Solo podía mirarla con ojos de amor porque eran los únicos que le salían con ella.
A pesar de que muchas veces la lastimara con sus palabras y acciones a causa de un arrebato estúpido y sin sentido, jamás dejaría  de sentir esas ganas de cuidarla.




El calor que sentía en su cuerpo y la luz filtrada por las ventanas del salón la despiertan.
Se mueve un poco y siente un fuerte dolor de espalda.
Estaba bastante incómoda. Le pesaba el cuerpo, se sentía hiper calurosa; pero en cuanto se gira levemente y descubre a una Ana dormida a su lado se olvida de todo.
Al ver su expresión calmada y su bonito descansar que la atrapaba, la gallega intenta hacer memoria de lo que había ocurrido anoche.

Solo recordaba haber visto la película con Aitana y Amaia. Después de eso había caído en un profundo sueño y ahora no recordaba cómo habían acabado en aquella situación.
El nexo entre la pelea que habían tenido la noche anterior, la rabia con la que se quedaron las dos, y finalmente esa escena en la que ahora estaban compartiendo espacio en el sofá, era un completo interrogante.

Vuelve a observarla mientras duerme. Relajada.
La gallega se queda admirando cada detalle de su rostro.

Siente el tacto de su mano en su vientre y mira hacia abajo encontrándola. Había dormido abrazada a ella según lo que pudo deducir pero seguía sin entender nada.

Recordaba que anoche Ana había salido de fiesta con Mimi y los demás, lo que le provocó esa inseguridad en el pecho nuevamente, pero al tenerla tan cerca y no llegar a percibir ni el menor ápice de alcohol en su aroma, se garantiza que si estaba ahí dormida junto a ella no había sido por su inconsciencia.

Se llena de felicidad al pensar que eso podía significar que Ana la había perdonado, o al menos que estaba dispuesta a hacerlo.

Siente el contacto de su mano dándole calor sobre su vientre descubierto y coloca su mano sobre la suya dándole pequeñas y suaves caricias mientras continúa viéndola dormir con parte de su rostro cubierto por su mata de pelo rubio.

Podía pasarse horas y horas solo observándola dormir y pensando en lo afortunada que era por tenerla a su lado.
Y poco a poco, esa felicidad que le generaba tenerla ahí con ella, va disminuyendo al pensar en lo culpable que era de siempre ser la responsable de hacerla sentir mal y herirla con sus palabras por su forma de ser tan bruta.

Estaba cansada.
Cansada de terminar recriminándose el ser la estúpida que lastimaba y dañaba a las personas que se preocupaban por ella.

No quería seguir haciéndole lo mismo a Ana. No quería llegar a romperla de esa forma.

Pero no sabía que le dolería más, si la idea de ya haberla lastimado lo suficiente, o el hecho de separarse de ella para dejar de hacerle daño.

Quita su mano de encima con mucho cuidado y se levanta del sofá lentamente para no despertarla.
Ana se mueve un poco sobre si reacomodándose y pillando una de las almohadas en la cual se aferra y se acomoda creyendo que era Miriam a quien abrazaba.

La gallega la observa con algo de temor por que notara que su cuerpo no seguía ahí a su lado, sin embargo, vuelve a quedarse quieta en su descanso calmado y Miriam suspira con tranquilidad.

Busca su móvil y lo encuentra debajo de la mesita del café. Lo recoge queriendo ver la hora.

Las siete y veinte de la mañana.

Ya no podía volver a dormir. Le era imposible, y mucho menos teniéndola a su lado. Pero asume que ella se debía de haber acostado hace poco. Así que la deja dormir tranquila y regresa a su habitación.






EL RUGIR DE LA LEONA  #WARIAMWo Geschichten leben. Entdecke jetzt