Capítulo I

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FANTASMA DEL PASADO

FANTASMA DEL PASADO

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(Actualidad)

La una y cuarto del mediodía y todavía no he comido nada.
Miro mi reloj de muñeca, si, es la una y cuarto de verdad.
Vuelvo a mirar el mediano reloj en la pared beich del bar del hospital.
La una y dieciséis minutos.
Necesito mi bollo relleno de chocolate con urgencia. Ya no tengo más paciencia para esperarla.
Llamo la atención de una camarera al levantar mi mano como si estuviese en la escuela atendiendo al profesor, sabiendo la respuesta a su pregunta. Se acerca sonriéndome.

-¿Cómo estás hoy Corina? ¿Una napolitana?-
Le devuelvo la sonrisa más cálida a la camarera conocida de mi madre.
-Si-respondo cogiendo mi Samsung de mi pequeño bolso de caña roja.

Escucho el ruido de un plato de cristal chocar  sin ejercer fuerza contra la mesa en la que estoy. Que rápida.
-Aqui tienes, lleno de chocolate-sigie sonriendo-Ya me contarás algún día como consigues mantener esas curvas con lo que comes-ríe alejándose de mí.
Sonrío inconscientemente a su comentario.
¿Pero qué hago desconcentrandome?
Vuelvo toda mi atención a la pantalla de mi teléfono móvil rojo.

Mamá (escribiendo)
...
A la una y veinticinco frente a la puerta, ¿entendido?

Yo (escribiendo)
Si.

Guardo el móvil en el bolsillo interno de mi bolso y saco mi cartera a toda velocidad. Saco dos euros y los dejo en la barra de malas maneras.

-Muy bueno-levanto mis pulgares con una sonrisa nerviosa-Hasta la próxima-
Escucho por última vez en este día su risa, ya que solo la veo una vez todos los días.
Estoy más en el hospital que en mi casa, tendré que alquilar un apartamento cerca de aquí.
Se que estoy en el hospital, pero aún así no puedo parar de agobiarme.
No puedo llegar tarde.
Miro la hora en mi reloj de muñeca. Es la una y veintidós. Acelero.
Presiono el botón de uno de los tres ascensores públicos del blanco y alto edificio.
Espero.
¿Cuánto le cuesta llegar a uno nada más llamarlo?
Gruño frustrada.
Se abre una puerta al instante. Abro la boca alucinada, riéndome de mi misma y de mi mala suerte.
El interior está ocupado por una camilla con un enfermo y varios especialistas. Casi no puede moverse el oxígeno entre ellos.
Localizo un diminuto hueco entre un doctor y la celadora.
Avanzo hacia ese hueco, pero es ocupado por una mujer con un niño pequeño en brazos.
¡No!
Vuelvo a mirar mi reloj, la una y veinticuatro.
¡Un minuto!
Giro con brusquedad hasta mirar las escaleras de emergencias.
Sonrio como una tonta.
Abro la puerta de la misma manera para entrar en el pasillo de las escaleras y subo corriendo, esquivando a las pocas personas que se interponen en mi camino.

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