Corina Herrera, conocida como una mujer mediterránea alegre e independiente, es la mujer del prestigioso inspector de policía Leónidas Cron. Un joven matrimonio, perdidamente enamorado, con toda una vida por delante.
Aquella noche se apagó la luz de...
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El rostro envejecido, pero bien cuidado de la anciana de cabellos blancos vuelve a mi mente una y otra vez. ¿Se sentirá bien? Me preocupa que por mi culpa le haya pasado algo grave, me sentiría fatal por mi inmadurez de minutos atrás.
Vuelvo poco a poco a la conversación que mantiene mi madre con ella misma ya que no le presto atención. Deja de hablar al ver mi cara depresiva.
-¿Qué te pasa?-me pregunta extendiendo su mano hacia una de las mías para acariciarmela. Paso mi mano libre por mi cabellera castaña oscura enredada, cuando llegue a casa ya se lo que me toca. Suspiro con pesadez y la enfrento mirándola a los ojos turquesa.
-Hoy he metido la pata hasta el fondo-contesto abatida. No conseguiré trabajar en ese hospital y tendré que buscarme otro oficio si es que el de antes, el "señor con mal gusto" , no ha ido comentando habladurías sobre mi a otros hospitales de esta pequeña ciudad.
-¿Por qué dices eso?-bebe un sorbo de su café recién hecho, hemos vuelto al bar del hospital para comentar nuestra mañana. Suspiro con pesadez. Retiro mis manos hasta colocarlas en mis rodillas con nerviosismo. Muevo una de mis piernas para callar mis molestos pensamientos.
-Cuéntame-insiste sonriéndome. La miro desconfiando un poco.
-Creo que no me van ha llamar del hospital, bueno, ni de este ni de los otros-hablo rápido sin parar a pensar. Sus cejas bien hechas se elevan y sus ojos se abren con asombro.
-¿Cómo?-se está enfadando. Deja su taza de café sobre la mesa y entrelaza sus dedos apoyándose en la mesa. Bajo mi mirada. Me concentro en mi batido de chocolate fresco. Tiene buena pinta-¿Qué has hecho?-me interroga observándome detenidamente. Abro mis ojos mientras levanto una de mis cejas.
-¿Qué he hecho? ¿He tenido que hacer algo para que no me haya dado el trabajo?-contraataco con varias preguntas. Me ha ofendido. Me mira aprobando mis preguntas. Suelto un bufido de mala gana. Me cruzo de brazos.
-Esto es increíble-susurro enfadándome. Muevo mi pierna derecha cada vez más rápido haciendo que el ruido de mi tacón se escuche con más claridad.
-Corina-me llama en un tono de voz serio y severo. Observo su larga y delgada vena azul hincharse cada vez más en su blanca frente. -¡¿Qué?!-grito histérica.
-A mí no me grites-me ordena mirando hacia los lados comprobando que nadie nos haya escuchado o visto, error, lo han hecho. -¿Qué?-pregunto de nuevo mirándola duramente.
-Quiero que me cuentes la verdad, ¿Qué has hecho?-
-¡Nada mamá!-vuelve a mirarme de esa misma forma que tanto odio ahora mismo-He llegado un minuto y medio tarde según ese maniático con mal gusto y con los nervios me ha tenido que pedir él mi currículum porque a mi se me había olvidado, por las prisas-recalco-...después a sacado mi tema, sobre el accidente y me ha dicho que no estaba capacitada para trabajar- Trago saliva pesadamente de nuevo. Bebo un sorbo de mi batido de chocolate todavía fresco.
La miro después de unos largos minutos. Su mirada está perdida en la mesa mientras se rasca la fina barbilla.
-Dime algo-pido ayuda con mis ojos verdosos a punto de enrojecerse. Me mira al fin, sus ojos me transmiten tristeza. Bebé el último sorbo de café largo.
-Lo siento mucho-se levanta y se coloca su bolso de diseño marrón en el hombro-Recuerda que esta tarde tienes cita con la psicóloga, no podré acompañarte. Consulta 24- La miro dolida y confusa por su actitud.
¿Ya está?
No me lo puedo creer...mamá.
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Miro inquieta la hora en mi reloj de muñeca. Debo entrar ya. Observo la blanca y estrecha puerta de la consulta 24, donde se encuentra una prestigiosa psicóloga que no me ayuda en nada, pero según ella,... estamos avanzando.
Respiro, sigo respirando, pero no lo estoy disfrutando. A la mierda, este día ha sido el peor de todos desde que desperté después de un año y medio en coma.
¡Vivo con el culo apretado!
Lo odio.
Bajo por las mismas escaleras del hospital de horas atrás. Todo parece estar tranquilo. No escucho ni a una mosca cojonera.
Salgo del maldito edificio blanco que he empezado a odiar. Tendré que buscar ofertas de trabajo, pero que paguen bien. Complicado. Descuelgo de malas maneras el bolso de mi hombro hasta dejarlo colgando en mi mano. El sol me pega en toda la cara. Cierro mis ojos por completo. Respiro por primera vez en todo el día con tranquilidad. Parece que no seguir las normas me tranquiliza, pero eso no es responsable. Estoy relajada, pero tengo miedo.
¡¡¡Agghhh!!
Como ansío gritar en este momento.
Abro los ojos de golpe, asustada al sentir el impacto de un cuerpo pequeño en mis piernas. Miro hacia abajo encontrándome con un niño pequeño de cabello marrón oscuro, igual que el mío. Tardo varios segundos en reaccionar. Cierro mi boca al volver en mí. Me apoyo sin hacer mucho esfuerzo en sus huesudos hombros para apartarlo poco a poco de mi, pero su fuerza,suficiente para mantenerse pegado a mi, hace que me sea imposible. Lo miro atónita.
¿Qué está pasando? ¿Ahora qué he hecho?
Coloco mi mano derecha en su cabeza para llamar su atención y descubrir que está ocurriendo.
