Capítulo 7: Dudas, consultas y remordimiento.

410 48 7
                                    

El hecho de que Haru no les respondiera quién había sido el hombre mayor que la acompañaba el día anterior asustó mucho a los Vongola. A todos menos a Bianchi y a Nana, que respondían que ellas le tenían fe a la pequeña. Ante semejante comentario, los menores sintieron que preguntar más sería declarar que ellos no, así que se callaron la boca. Por supuesto que ellos también le tenían fe. Pero.... primero el repentino viaje, y ahora ese hombre del que no quería decir nada...

Estaban un poco preocupados. La culpa aún carcomía por dentro a la novia del décimo, que cada vez más seguido, se dedicaba a pasear por el centro de Namimori. Pensando. ¿Y si Haru no podía lidiar con este problema de una manera saludable? ¿O si el viaje le había costado demasiado dinero a su familia, y ella debía salir con hombres mayores a cambio de dinero? Necesitaba respuestas, o necesitaba sacarse la culpa del pecho. Así fue como lo encontró.

Un adivino de ojos grandes, redondos y grises. El primer día, lo encontró con una pequeña cantidad de personas alrededor. La mayoría eran mujeres, uno o dos años menor que ella. Y las escuchó repetir lo asombroso que era, que habían seguido sus concejos y ahora estaban viviendo mucho mejor.

La curiosidad la picó muy fuerte. Pero en seguida la detuvo el pensamiento de que no sabía si era correcto que la novia de un jefe mafioso creyese en esas cosas, hasta que fue a la academia de estudios extras en la que estaba, y le dejaron un papel, que debía entregar la siguiente clase. Era el mismo papel que le habían entregado, a ella y a los demás, en la escuela: la declaración de sueños del futuro y a qué universidades apuntaban a ir.

La verdad era que ella mucho no lo había pensado. Había querido dedicarse esos tres años a disfrutar su adolescencia, porque su hermano le había dicho que luego le faltaría tiempo "al extremo". Y después de verlo entrar a la universidad, lo entendía. Así que inmediatamente, la imagen del hombre, rodeado de clientes satisfechas, se le vino a la cabeza. Pero, una vez más, las expectativas que no sabía medir ni manejar le impidieron ir a verlo.

Tímidamente, anotó con lápiz en ambas páginas que deseaba ser maestra de preprimario. O de primario. Pero aún sin convencerse del todo, esa misma noche, organizó una pijamada en su casa.

Al parecer, lo que estaba haciendo que Haru no se juntase con ella ya no estaba, porque la castaña accedió ir. Igual que Hana, su mejor amiga, y Chrome. Aunque ella sabía que Chrome accedía sólo porque Haru lo había hecho. Sentía que habían logrado crear un vínculo mientras la chica había estado en la escuela, pero al parecer, ese vínculo también se había roto cuando Tsuna había hecho su decisión.

Durante la pijamada, vieron películas, se rieron, y, como se conocían, evitaron el tema chicos como siempre. Pero Haru había llevado pasteles franceses que daban gusto, así que tampoco había necesidad de hablar de demasiadas cosas hasta que los postres se hubiesen acabado. Y, una vez que lo hubiesen hecho, Kyoko sacó el tema que las había reunido ahí.

—¿Por qué dudas? ¡Pareces hecha para esos trabajos, Kyoko!

Dijo Hana, muy segura. Haru se mostró de acuerdo. La única que no dijo nada, y no se la veía muy segura, era Chrome. Porque no sabía si quería que la esposa de su jefe se dedicase a eso. Por el otro lado, Haru daba su aprobación. Así que decidió.

—Si dudas, ¿Por qué no le preguntas al Boss?

La pregunta fue hecha en un tono amable. Kyoko, que ni siquiera lo había pensado, se ruborizó. Claro... ahora Tsuna era.... Un golpe cortó el tono ameno como lo haría una espada.

—¡Kyoko tiene derecho a elegir lo que más le guste a ella! No tiene por qué preguntarle a nadie, ni siquiera a su novio. Ni que fuese a vivir para él.

Principalmente esa última oración generó grandes impactos en las otras tres. En Kyoko porque sabía que su relación con Tsuna no sería nunca tan simple. En Chrome porque ella había pasado gran parte de su vida dependiendo del amor de su vida para respirar (literalmente) y en Haru, que se sacudió íntegra por un segundo y quedó con la mirada perdida después de eso.

Intuyendo que había disparado las fuertes emociones de las otras dos, Kyoko decidió cambiar el tema.

—¿Y tú, Hana? ¿Qué estudiarás?

Hana les mostró su hoja. Conocía tanto a Kyoko que sabía que iba a hablar de eso, y la había llevado.

—¡Tada! Estudiaré derecho.

Hubo sonidos de admiración por parte de las otras tres. Las tres opciones eran de derecho, en universidades de primera. Era como si Hana ni siquiera lo dudase. Haru le preguntó a la morocha cómo podía estar tan segura, y la respuesta se le quedó grabada en la cabeza.

—¡Dudar es abrirle la puerta al fracaso! O eso dice mi madre. Así que no voy a dudar. Voy a dar mi todo sin mirar para atrás, ni para los costados, y voy a lograr mi objetivo.

Emocionada por esa declaración, Haru mostró la suya. Parecida a la de Hana, eran tres facultades referidas a diseño, pero en la misma universidad. Sólo ella podía leer los nombres complicados del francés que daba a entender su imprenta de niña pequeña, porque no acostumbraba a usarla.

Hablaron del viaje a Francia de Haru, del que Hana ya sabía por Kyoko, se sorprendieron que Chrome se hubiese anotado a tres universidades de medicina, y se fueron a dormir. Aunque Kyoko no hubiese encontrado su respuesta.

Así que, tras separarse de sus amigas el día siguiente, fue a hablar con el hombre que había visto en la calle. Él escuchó todo lo que la joven le decía, y tras murmurar algunas cosas para sí mirando la bola de cristal que tenía en frente, le dijo que debía dejar de ser amiga de Haru.

—¿No lo entiendes? — insistió al verla dudar— Ella les duele verte con tu novio actual porque todavía no lo supera. Si de verdad lo quieres, debes obligar a que esos dos no se vean nunca más. Y si es posible, ¡Cásate con él lo antes posible! ¡O embarázate de él! Eso siempre los obliga a quedarse.

Aún más extrañada que nunca, ella decidió irse, aun dudando del sospechoso adivino de ojos redondos y grises.

¿Era siquiera legal que ella recibiese ese tipo de concejos?

Creía que no, y sin duda no parecían la mejor opción. Y sin embargo.... Las personas a su alrededor seguían hablando de ese mismo adivino, y diciendo que les había solucionado la vida.

¿Qué debía hacer ella?

Entonces, se dio cuenta: esto sería mucho más fácil si no hubiese empezado a salir con Tsuna. Era su culpa. Y ahí le surgió una nueva duda: ¿Cómo podía ser que Haru siempre supiese lo que podía y no podía hacer una señora de la mafia?

¿Libertad? (Haru) (Katekyo Hitman Reborn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora